(Agencias/InfoCatólica) “Cantemus Domino: gloriose enim magnificatus est”. Con estas palabras de la Liturgia de hoy, que evocan el antiquísimo himno de alabanza de los israelitas después del paso del Mar Rojo, Benedicto XVI ha iniciado su Mensaje Pascual del Domingo de Resurrección ante miles de peregrinos congregados, a pesar de la lluvia, en la plaza de San Pedro para escuchar su felicitación y recibir la Bendición Urbi et Orbi.
“Queridos hermanos y hermanas. La Pascua no consiste en magia alguna. De la misma manera que el pueblo hebreo se encontró con el desierto, más allá del Mar Rojo, así también la Iglesia, después de la Resurrección, se encuentra con los gozos y esperanzas, los dolores y angustias de la historia. Y, sin embargo, esta historia ha cambiado, ha sido marcada por una alianza nueva y eterna, está realmente abierta al futuro. Por eso, salvados en esperanza, proseguimos nuestra peregrinación llevando en el corazón el canto antiguo y siempre nuevo: ‘Cantaré al Señor, sublime es su victoria’”
Éste canto es precisamente el que repiten todos los cristianos en el mundo. Es decir, que Jesucristo con su muerte y resurrección ha liberado al hombre de aquella esclavitud radical que es el pecado, abriéndole el camino hacia la verdadera Tierra prometida, el Reino de Dios, Reino universal de justicia, de amor y de paz. Este “éxodo”, ha explicado el Papa, se cumple ante todo dentro del hombre mismo, y consiste en un nuevo nacimiento en el Espíritu Santo, fruto del Bautismo que Cristo nos ha dado precisamente en el misterio pascual.
“El hombre viejo deja el puesto al hombre nuevo; la vida anterior queda atrás, se puede caminar en una vida nueva (cf. Rm 6,4). Pero, el ‘éxodo’ espiritual es fuente de una liberación integral, capaz de renovar cualquier dimensión humana, personal y social”.
Porque como ha señalado Benedicto XVI, la Pascua es la verdadera salvación de la humanidad. Si Cristo, el Cordero de Dios, no hubiera derramado su Sangre por nosotros, no tendríamos ninguna esperanza. Por lo que la resurrección de Cristo es una nueva creación, como un injerto capaz de regenerar toda la planta. En este sentido el Papa ha exclamado: “¡Somos libres, estamos salvados! Por eso, desde lo profundo del corazón exultamos: Cantemos al Señor, sublime es su victoria”. Porque el pueblo cristiano está llamado a testimoniar esta salvación, del mismo modo que a lo largo de la historia lo han hecho los santos.
“También hoy la humanidad necesita un ‘éxodo’, que consista no sólo en retoques superficiales, sino en una conversión espiritual y moral. Necesita la salvación del Evangelio para salir de una crisis profunda y que, por consiguiente, pide cambios profundos, comenzando por las conciencias”
El Papa exhortó a los responsables de todas las naciones para que la actividad económica y financiera “se rija finalmente por criterios de verdad, de justicia y de ayuda fraterna”.
Apoyo al Papa del decano del colegio cardenalicio
Por su parte, el decano del colegio cardenalicio, el cardenal Angelo Sodano, ha afirmado, dirigiéndose al Papa Benedicto XVI al comienzo de la ceremonia de Domingo de Resurrección, que la Iglesia está con él: “Santo Padre, el pueblo de Dios está con usted y no se dejará influenciar por los chismorreos del momento, por los juicios que a veces asedian a la comunidad de los creyentes”, comentó.
El cardenal, que en ningún momento hizo referencia directa a los escándalos de pedofilia, recordó que, tal y como predijo Jesús, “en el mundo tendréis tribulaciones”, pero que Cristo animó a los creyentes a tener “coraje” porque Él “ha vencido al mundo”, precisó.
Benedicto XVI pide el fin de los conflictos armados
Benedicto XVI ha exigido igualmente el cese definitivo de la guerra en Oriente Medio y la violencia en Irak y en África, e hizo votos para que los países afectados por el terrorismo y las discriminaciones sociales o religiosas puedan emprender caminos de diálogo y de convivencia serena.
“Que la Pascua de Cristo represente para aquellos países latinoamericanos y del Caribe que sufren un peligroso recrudecimiento de los crímenes relacionados con el narcotráfico, la victoria de la convivencia pacífica y del respeto del bien común (...) Que la querida población de Haití, devastada por la terrible tragedia del terremoto, lleve a cabo su éxodo del luto y la desesperación a una nueva esperanza, con la ayuda de la solidaridad internacional (...) Que los amados ciudadanos chilenos, asolados por otra grave catástrofe, afronten con tenacidad, y sostenidos por la fe, los trabajos de reconstrucción”.
En su mensaje el Obispo de Roma condenó la "cultura de la muerte" y pidió que la vida sea respetada.
Concluido el mensaje, el Papa imparte la bendición Urbi et Orbi (a la ciudad de Roma y a todo el mundo) en 65 idiomas, entre ellos el español, el portugués y el guaraní.