(El Diario Montañés/InfoCatólica) Monseñor Jiménez es entrevistado en su despacho anexo a la Catedral. Allí, sólo tres fotos del Papa, dos crucifijos y una imagen de la Vírgen rompen una decoración casi monacal.
–¿Cómo es su relación con el Gobierno regional?
Normal. He sido bien acogido cuando he ido a saludarles y a presentarme como obispo. Mi idea es que la relación discurra sobre dos principios: la legítima independencia de las funciones -la suya temporal y civil, y la nuestra pastoral- y una sana y leal colaboracion, ya que ambos servimos a las personas.
–Se lo pregunto porque el PSOE también gobierna en España y ha acusado a la Iglesia de injerencia política. ¿Se ha difuminado la separación entre religión y Estado?
No, está bien marcada desde el Concilio Vaticano II. Lo que ocurre es que la Iglesia tiene como misión transmitir la fe también en público, no sólo en las sacristías de los templos. Cuando están en juego los derechos humanos en temas como la educación y la familia, la Iglesia tiene que orientar la conciencia de sus fieles. Puede que esto sea interpretado como injerencia política aunque no lo sea. La Iglesia nunca se mete en política, pero siempre ha defendido su misión pastoral y lo va a seguir haciendo. Sólo pedimos respeto al Gobierno y que cree las condiciones para que sea efectivo el ejercicio legítimo de libertad religiosa.
–Sabrá que el Ejecutivo regional se negó a renovar la subvención a los colegios Torrevelo y Peñalabra, que tienen educación diferenciada por sexos.
Sí, y en su momento defendí los derechos de los padres a elegir la educación que quieran para sus hijos. El Estado sólo tiene una función subsidiaria y debe respetar las creencias de los padres, como se reconoce en el artículo 27 de la Constitución. No se puede imponer un único modelo de educación, ya que tanto la mixta como la diferenciada son buenas y legítimas. Y no es cierto que esta última sea discriminatoria, ya que son los propios padres los que la eligen.
–La educación, el aborto, la pildora del día después, las manifestaciones en Madrid... ¿ese enfrentamiento entre Iglesia y Estado ha dividido a la sociedad española?
Están en juego derechos básicos. La Iglesia tiene una concepción de la vida que viene de la fe y también de la razón. Y debe defender esos derechos cuando no son protegidos por el Estado. La Iglesia tiene que levantar la voz para denunciarlo.
–Por aprobar la ley del aborto a José Bono se le ha negado la comunión, pero no al Rey, que la sancionó. ¿Existe alguna justificación?
No entramos a juzgar la conciencia subjetiva de las personas pero, objetivamente, quien aprueba una ley de aborto se coloca en una situación de 'pecado público'. Como consecuencia, no debe acercarse a comulgar. Tampoco quiere decir que le hayan echado de la Iglesia. La figura del Rey es singular porque el acto de sancionar una ley no es lo mismo que aprobarla. Existe una disquisición jurídico-moral que exige muchas matizaciones, por eso hay gente que no lo entiende.
–En Andalucía se acaba de aprobar la ley de muerte digna, que ha levantado muchas críticas en el entorno religioso.
No la conozco, pero he leído las observaciones de los obispos de esa comunidad, que la conocen muy bien. Ellos dicen que puede ser un paso previo para legalizar la eutanasia, una ley tapadera para 'colar', a traves de ese eufemismo, una eutanasia encubierta. Habrá que estar atentos. Si no se respeta la objeción de conciencia de los sanitarios y si no se sabe cómo va a ser la composición de los comités de ética que lo van a regular es que algo no funciona del todo bien.
–También esta semana salió a la luz una encuesta en la que el 17% de los austriacos católicos se declaraba a favor de abandonar su fe por los escándalos de pederastia. ¿Están arruinando estos casos el prestigio de la Iglesia?
Creo que no. La pederastia hay que condenarla, no tiene excusas, no tiene paliativos, es un pecado grave y, como ha dicho el Papa, se trata de un crimen patológico. Está claro que hay que entonar el 'mea culpa'. Pero todo esto no invalida la acción de muchos sacerdotes que hacen una excelente labor evangelizadora y humanitaria en todo el mundo. La vocación sacerdotal supone una vida de sacrificio y, a veces, no se encuentra esa disposición en el corazón de las personas para consagrar toda una vida al servicio de los demás. En los medios de comunicación, además, sólo se publican estos casos puntuales.
–El ex vicario de San Sebastián, José Antonio Pagola, se desmarcó la semana pasada con unas declaraciones en las que avisaba a la Iglesia de la urgencia de una "conversión sin precedentes". ¿Hace falta esa renovación para adaptarse a la sociedad?
No hace falta que lo diga esa persona, sino que la palabra 'renovación' es una constante en el Evangelio. Pero de nada sirve el cambio de estructuras si no hay antes un cambio de corazones, al igual que de nada sirve un desarme sin una limpieza de las conciencias. La Iglesia llama siempre al cambio, pero uno que nazca en el interior de las personas, no desde las estructuras.
–En esos cambios, ¿podría incluirse la revocación del celibato en los sacerdotes?
Creo que no, porque ese tema está muy estudiado por la Iglesia. El celibato aporta muchos valores en el orden humano, pastoral, en la unión con Cristo... es muy acorde con la vida consagrada. No es un obstáculo, es una ayuda. Otras iglesias que no tienen el celibato padecen los mismos o peores problemas que la católica.
–Se ha propuesto como remedio para acabar con los casos de pederastia.
No tiene nada que ver una cosa con la otra. La comunidad científica ha desvinculado la pederastia del celibato porque, sencillamente, hay muchos pederastas que están casados o no son sacerdotes. Es un argumento que se cae por su propio peso.
–¿Modifica la Iglesia sus presupuestos en época de crisis para destinar más fondos a las ayudas sociales?
Los católicos siempre somos muy sensibles con la pobreza. El amor y la caridad forman parte de las entrañas de la Iglesia. Cuando hay momentos de más dificultad, como los actuales, se agudizan y ponen más medios, sobre todo de personas, porque la riqueza de la Iglesia no es su dinero, que es poco. Aún así, se destinan más fondos a Cáritas, que está muy presente con los necesitados desde el comienzo de la crisis. En 2009, por ejemplo, se atendió en Cantabria a un 60% más de personas que en 2008. Además, a partir del 1 de mayo vamos a comenzar una accion extraordinaria para que los fieles destinen un día de su sueldo mensual a financiar ayudas sociales a desempleados.
–En una pastoral de enero, usted decía que los inmigrantes "son personas y no mano de obra". ¿Le parece incongruente llamarse católico y despreciar a los inmigrantes?
Por supuesto, porque el cristiano, desde su fe, sabe que todos somos hijos de Dios y hermanos. No puede haber distincion por el color, por la raza, por la creencia, por la cultura o por la nación. Debemos acoger a todos. Cuando se ha necesitado al inmigrante para trabajar se le ha acogido, cuando no, se le ha echado. Otra cosa distinta es la regulación de los flujos migratorios, pero no pueden estar privados de derechos fundamentales como la sanidad y la educacion.
–¿Ha percibido sintomas de racismo en la sociedad cántabra?
No, quizás porque aquí, comparado con otras zonas de España, hay menos inmigrantes.
–Desde hace varios años, la Iglesia vive una alarmante falta de vocaciones. Aquí, en Cantabria, el número de alumnos en Corbán lleva estancado desde 2003. ¿Porqué no cala la religión entre los jóvenes?
Es complicado explicar este desierto vocacional que estamos sufriendo. No se ve como un prestigio social la figura del sacerdote, y los padres se retraen para enviar a su hijo al seminario. Con los actuales doce seminaristas en la región no tenemos suficiente. Las necesidades de la diócesis son mayores.