(RV/InfoCatólica) Benedicto XVI señaló que la del transporte aéreo, es una “tarea verdaderamente notable” con muchas facetas como son: el control del tráfico aéreo, el cuidado de la eficiencia del sistema, la seguridad de los vuelos, la tutela de los derechos, la cualidad de los servicios, la justa competitividad en el respeto del ambiente. Sin embargo, el Papa recordó que en cualquier tipo de proyecto el primer capital que hay que salvaguardar es el de “la persona en su integridad, que debe constituir siempre el fin y no el medio”. Y eso a pesar “del complejo y difícil contexto actual, donde la crisis económica está provocando problemas en el sector de la aviación civil, y de la amenaza constante del terrorismo internacional”.
Incluso en esta situación, aseguró el Papa, no hay que perder nunca de vista que el respeto del primado de la persona y la atención a sus necesidades, no hacen menos eficaz el servicio, ni tampoco penalizan la gestión económica, sino, que al contrario, representan importantes garantías de verdadera eficiencia y de auténtica calidad.
Asistencia religiosa y pastoral en los aeropuertos
El Pontífice observó asimismo que los aeropuertos se han convertido en verdaderas plazas globales, donde se encuentran personas de todas las nacionalidades, culturas y religiones. En estos años, asimismo, el aeropuerto se ha convertido en lugar donde los migrantes y prófugos viven historias de esperanza y de temores para su futuro. Además crece también la presencia de niños y ancianos, minusválidos y enfermos, necesitados de curas y atenciones. Benedicto aseguró que "en los últimos decenios, también para el Sucesor de Pedro, el avión se ha convertido en un insustituible instrumento de evangelización. De este precioso servicio os doy las gracias a todos".
El Papa recordó finalmente que la Iglesia reserva para el mundo de la Aviación civil una particular cuidado pastoral. Entre otras exigencias la Comunidad cristiana responde con el servicio de las capillas y de los capellanes de la pastoral en los aeropuertos: "Esta presencia recuerda que cada persona tiene una dimensión trascendente, espiritual, y ayuda a reconocerse en una sola familia, compuesta de sujetos, que no están simplemente uno al lado del otro, sino que, poniéndose en relación con los otros y con Dios, realizan una solidaridad fraterna fundada en la justicia y en la paz".