(Zenit/InfoCatólica) La Asamblea General de la Academia Pontificia para la Vida de este año ha tratado los temas los relativos a la relación entre la bioética y la ley moral natural. En su discurso a los participantes, el Papa destacó que estas cuestiones “parecen cada vez más relevantes en el contexto actual por los constantes avances en este ámbito científico”.
Aseguró también que nunca puede contradecirse por la bioética la ley de Dios, de quien el hombre depende: “Es necesario, por tanto, repetir con firmeza que no existe una comprensión de la dignidad humana ligada sólo a elementos externos como el progreso de la ciencia, la gradualidad de la formación de la vida humana o el pietismo fácil ante situaciones límite”, dijo Benedicto XVI.
Dignidad intrínseca de la vida humana
Sin embargo, constató Benedicto XVI, en el contexto actual, los derechos que garantizan la dignidad de la persona no siempre son reconocidos a la vida humana en su desarrollo natural y en los estadios de mayor debilidad. Para el Pontífice, “una semejante contradicción hace evidente el compromiso que hay que asumir en los diversos ámbitos de la sociedad y de la cultura, para que la vida humana sea reconocida siempre como sujeto inalienable del derecho y nunca como objeto sometido al arbitrio del más fuerte”.
En este punto, citó su encíclica “Caritas in veritate”, en la que afirma que “en el “muy delicado y decisivo” ámbito de la bioética, se plantea la cuestión fundamental: “si el hombre es un producto de sí mismo o si depende de Dios”. “Conjugar bioética y ley moral natural permite verificar lo mejor posible la referencia, necesaria y que no se puede eliminar, a la dignidad que la vida humana posee intrínsecamente desde su primer instante hasta su fin natural”, dijo.
El fundamento primero no es la ley humana ni la ciencia, sino la ley de Dios
Sobre la ley natural, Benedicto XVI explicó que “el reconocimiento de la dignidad humana, de hecho, en cuanto derecho inalienable, encuentra su fundamento primero en esa ley no escrita por mano de hombre, sino inscrita por Dios Creador en el corazón del hombre, que todo ordenamiento jurídico está llamado a reconocer como inviolable y cada persona debe respetar y promover”. “Sin el principio fundador de la dignidad humana, sería arduo encontrar una fuente para los derechos de la persona e imposible llegar a un juicio ético sobre las conquistas de la ciencia que intervienen directamente en la vida humana”, advirtió.
El Papa también destacó que “cuando se trata de ámbitos relativos al ser humano, los científicos no pueden pensar nunca que tienen en mano sólo materia inanimada y manipulable”. Y añadió: “Cuando se invoca el respeto por la dignidad de la persona es fundamental que éste sea pleno, total y sin condicionantes, excepto los de reconocer encontrarse siempre ante una vida humana”. En caso contrario, advirtió, “estaremos siempre en presencia del peligro de un uso instrumental de la ciencia, con la inevitable consecuencia de caer fácilmente en el libre arbitrio, en la discriminación y en el interés económico del más fuerte”.