(InfoCatólica) La Administración Apostólica Personal San Juan María Vianney es una jurisdicción especial de la Iglesia católica en Brasil, establecida en 2002 y dirigida a quienes desean celebrar y vivir según la liturgia tradicional romana (misa tridentina) anterior a la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II. Creada tras un acuerdo con la Santa Sede para reintegrar a un grupo de personas en plena comunión con la Iglesia Católica, después de años de separación tras las ordenaciones de Lefebvre.
Similar a una diócesis, pero su autoridad no se basa en un territorio, sino en las personas que voluntariamente se acogen a ella dentro de la diócesis de Campos, en el estado de Río de Janeiro. Es una jurisdicción católica, dependiente del Papa.
Desde 2002, está al frente Mons. Rifan, que esta semana ha sido recibido por el Santo Padre.
En medio de los rumores que hay sobre la aplicación de Traditiones Custodes, algunos consideran la recepción providencial, para que el Papa León conozca de primera mano el desarrollo de una «diócesis personal» en la que los sacerdotes celebran exclusivamente la Misa según el Misal de 1962.
Él mismo cuenta en la web de la diócesis el encuentro:
El 15 de noviembre de 2025 fui recibido en audiencia privada por el Papa León XIV en la Biblioteca del Palacio Apostólico. La audiencia duró 30 minutos. Además de presentarme como obispo de la Administración Apostólica Personal San Juan María Vianney, que él seguramente conocía solo por informes, le expliqué el origen y la razón por la que fue creada por el Papa San Juan Pablo II en 2002. Le conté nuestra historia y le entregué los documentos nuestros y de la Santa Sede al respecto. También le di algunos de mis libros, artículos y aclaraciones. Le hablé de nuestro itinerario teológico y espiritual, de cómo salimos del estado de separación de la Iglesia y de cómo llegamos a comprender la necesidad de la comunión, en la que ahora, gracias a Dios y a la Iglesia, nos encontramos.
Le expresé nuestra comunión y firme adhesión a la Cátedra de Pedro, en su persona.
Me hizo varias preguntas sobre nuestra posición, que respondí correctamente, dejándolo muy satisfecho.
Se dio cuenta de que somos muy diferentes de otros grupos radicales y cismáticos.
Le recordé la frase de San Agustín: «Fuera de la Iglesia se pueden tener muchas cosas buenas; se puede cantar Aleluya, Amén, hacer la señal de la cruz, etc... Pero fuera de la Iglesia no hay salvación».
Le mostré cómo estamos en comunión con nuestro obispo diocesano y con los demás obispos católicos.
Le expliqué cómo funciona nuestro seminario y nuestra selección de vocaciones.
Le expliqué que también atendemos a otras 11 diócesis con el permiso o la solicitud de los obispos locales.
Le hablé, por lo tanto, de la necesidad de continuar con nuestra Administración Apostólica por el bien de la Iglesia.
Le dije que ya había presentado mi carta de renuncia, por haber cumplido 75 años, y que era necesario que siguiéramos teniendo un obispo.
Por supuesto, su respuesta llegará a través de los canales competentes, tras las consultas habituales.
Quedé muy satisfecho con esta cordial y auspiciosa visita, que demostró nuestra adhesión y comunión con la Cátedra de Pedro en su persona.
Al final, cité y recitamos juntos la oración: Dominus conservet eum … et non tradat eum in manibus inimicorum eius.
En cuanto a mi renuncia, no me considero necesario ni insustituible, como nadie lo es, tal y como siempre he enseñado.
Por supuesto, no pedí nada más que su bendición. Hago mía la oración de San Martín: «Señor, si todavía soy necesario para tu pueblo, no rechazo el trabajo».
Pero estos trámites llevan un tiempo. El Papa no da una respuesta inmediata. Primero consulta con muchas personas.
Le repetí la frase que él mismo pronunció, cuando era cardenal, durante el cónclave: «Estamos en manos del Espíritu Santo y de la Iglesia».
Recemos para que el Papa haga lo mejor para el futuro de nuestra Administración Apostólica, por el bien de la Iglesia y para la gloria de Dios.
Nuestra Señora, Madre de la Iglesia, siempre nos protegerá.
¡Dios proveerá, Dios proveerá! Su misericordia no faltará.







