La Iglesia Católica asiste a más de 32.000 familias afectadas por las lluvias en México

Solidaridad católica:

La Iglesia Católica asiste a más de 32.000 familias afectadas por las lluvias en México

Tras la primera respuesta de emergencia, Cáritas Mexicana ha iniciado la fase de reconstrucción, que incluye la rehabilitación de viviendas y el apoyo a pequeños agricultores. El objetivo es ayudar a las comunidades a recuperar sus medios de vida y mantener viva la esperanza.

(ACIPrensa/InfoCatólica) Durante el mes de octubre, fuertes precipitaciones provocaron graves inundaciones y desbordamientos de ríos en varios estados de México, causando la muerte de al menos 83 personas y dejando 17 desaparecidas. Entre los días 6 y 11, las lluvias torrenciales afectaron especialmente a las regiones de Veracruz, Hidalgo, Puebla, Querétaro y San Luis Potosí, donde numerosas comunidades perdieron viviendas y medios de subsistencia.

En este contexto, la Iglesia Católica desplegó una amplia red de asistencia a través de Cáritas Mexicana. Según el informe presentado en la CXIX Asamblea Plenaria de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), el padre Francisco de Asís de la Rosa Patrón, secretario ejecutivo de la Comisión Episcopal para la Pastoral Social (CEPS), informó de que 61 Cáritas diocesanas distribuyeron 455,5 toneladas de ayuda humanitaria, de las cuales 27 enviaron tráileres con víveres.

El sacerdote explicó que «la principal ayuda fue en especie, donando víveres, enseres para el aseo personal y para el aseo y limpieza de casas» afectadas por el lodo.

Tres fases de apoyo solidario

El operativo humanitario de Cáritas se desarrolló en tres etapas. La primera consistió en establecer comunicación directa con los responsables de las Cáritas locales para identificar «necesidades, direcciones y contacto de responsables de los centros de acopio establecidos».

En la segunda fase, centrada en la atención de necesidades urgentes, se entregaron utensilios domésticos, herramientas de trabajo, material para limpieza y se ofreció acompañamiento psicoemocional a las familias. También se apoyó la rehabilitación de viviendas y servicios comunitarios.

Actualmente se ha iniciado la tercera etapa, enfocada en la reconstrucción. Según explicó el padre Francisco, esta fase permitirá ofrecer ayuda directa en las diócesis más afectadas, como la reactivación de «cultivos para personas que se dedican al campo» y otros proyectos de recuperación económica y social.

Testimonios desde las comunidades

A pesar del sufrimiento, los gestos de solidaridad han sido numerosos. En muchas localidades, grupos de voluntarios se organizaron para recoger y distribuir la ayuda entre quienes más lo necesitaban.

Desde el estado de Hidalgo, Cáritas de Tulancingo compartió con ACI Prensa el testimonio del delegado de San Pablito, una comunidad indígena otomí. El representante explicó que, antes de la llegada de Cáritas, no se había «recibido ningún apoyo, ni de comida». Relató que muchas familias perdieron sus hogares y que ahora «no viven en su casa, viven dormidos en un espacio. Son a los que vamos a llevar las comidas, son los más necesitados».

En la sierra de Huayacocotla, en Veracruz, otros beneficiarios relataron que hay «comunidades que están incomunicadas, no cuentan todavía con energía, mucho menos con camino», lo que dificulta el acceso a víveres. Por eso, subrayaron que la «ayuda es de gran beneficio para las comunidades, para la gente que realmente lo necesita».

La cercanía de la Iglesia

A finales de octubre, la hermana Alessandra Smerilli, secretaria del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral del Vaticano, visitó Tulancingo para encontrarse con familias damnificadas, religiosos y voluntarios.

En declaraciones a ACI Prensa, la religiosa comentó que encontró comunidades que «están sufriendo, pero al mismo tiempo con mucha fe». «Me han parecido unidas y resilientes», añadió. La hermana Smerilli subrayó que, junto con la ayuda material, es esencial el acompañamiento espiritual. Durante su recorrido constató que las personas «necesitan ser escuchadas y necesitan comprender que lo que ha sucedido no es un castigo de Dios, sino también fruto de nuestras propias acciones, de cómo no hemos cuidado bien a nuestra Madre Tierra».

La religiosa confesó que le impresionó especialmente «la solidaridad de las personas, la sencillez con la que iban a pedir lo necesario después de haberse quedado sin nada».

Finalmente, destacó que la presencia constante de pastores, religiosas y voluntarios «hace llegar a quienes están en mayor dificultad. Creo que eso genera mucha solidaridad a su alrededor».

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