(InfoCatólica) La Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB) han emitido un «mensaje especial» durante su Asamblea Plenaria de Otoño celebrada en Baltimore. Los prelados han expresado su profunda preocupación por la situación que atraviesan los inmigrantes en el país, utilizando una herramienta comunicativa que no empleaban desde 2013, cuando respondieron al mandato federal sobre anticonceptivos.
Una decisión respaldada por amplio consenso
El mensaje especial, que según las normas de la Conferencia solo puede emitirse durante las asambleas plenarias, requiere el respaldo de dos tercios de los miembros presentes para su aprobación. La votación arrojó un resultado contundente: 216 votos a favor, 5 en contra y 3 abstenciones, seguido de un prolongado aplauso que evidenció el consenso alcanzado.
Esta forma de expresión se reserva para declaraciones que el presidente de la Conferencia, el Comité Administrativo o el conjunto de miembros considera apropiadas ante circunstancias especialmente relevantes del momento.
Denuncia del clima de temor y ansiedad
En su mensaje, los obispos manifestaron su inquietud por el «clima de temor y ansiedad» que perciben en sus comunidades debido a las prácticas de perfilamiento y la aplicación de las leyes migratorias. Los prelados expresaron su tristeza por el tono del debate contemporáneo y la «creciente denigración de los inmigrantes».
El documento también aborda preocupaciones específicas sobre las condiciones en los centros de detención, la falta de acceso a atención pastoral adecuada, y la pérdida arbitraria del estatus migratorio de algunos inmigrantes. Asimismo, denuncian las amenazas contra la santidad de los lugares de culto y el carácter especial de hospitales y escuelas.
«Nos entristece profundamente cuando nos encontramos con padres que temen ser detenidos al llevar a sus hijos a la escuela o cuando intentamos consolar a familiares que ya han sido separados de sus seres queridos», señala el texto.
Defensa de la dignidad humana y reforma migratoria
Los obispos reafirmaron que la enseñanza católica exhorta a las naciones a reconocer la dignidad fundamental de todas las personas, incluidos los inmigrantes. «La dignidad humana y la seguridad nacional no son valores en conflicto. Ambas pueden alcanzarse con buena voluntad y uniendo esfuerzos», sostienen en el mensaje.
Reconociendo que las naciones tienen la responsabilidad de controlar sus fronteras y establecer un sistema de inmigración justo y ordenado, los prelados abogan por una reforma significativa de las leyes y procedimientos migratorios. Argumentan que las vías legales y seguras sirven como antídoto contra los riesgos de trata de personas y otras formas de explotación.
Fundamento bíblico y pastoral
El mensaje se sustenta en referencias bíblicas que destacan la preocupación por los más vulnerables. Los obispos citan las palabras del profeta Zacarías sobre las viudas, huérfanos, pobres y migrantes, así como el ejemplo de Jesús como el buen samaritano y su identificación con «los más pequeños».
«A nuestros hermanos y hermanas inmigrantes, estamos con ustedes en su sufrimiento, pues si un miembro sufre, todos sufren», declaran, añadiendo: «¡No están solos!»
Oposición a deportaciones masivas y llamado a la esperanza
Los obispos expresaron su oposición a las deportaciones masivas e indiscriminadas y pidieron el fin de la «retórica inhumana y de la violencia», tanto contra inmigrantes como contra los organismos de seguridad. Manifestaron su gratitud por las oportunidades de diálogo con funcionarios públicos y electos, prometiendo continuar abogando por una reforma migratoria significativa.
El mensaje concluye con un llamado a la esperanza, invocando el manto protector de Nuestra Señora de Guadalupe y reafirmando su compromiso como «hombres y mujeres de esperanza».
El texto completo del mensaje especial:
Como pastores, los obispos de los Estados Unidos, estamos unidos a nuestro pueblo en nuestro Señor Jesucristo, por lazos de comunión y compasión. Nos inquieta ver en nuestras comunidades un clima de temor y ansiedad ante las prácticas de perfilamiento y la aplicación de las leyes migratorias. Nos entristece profundamente el tono que ha adoptado el debate contemporáneo y la creciente denigración de los inmigrantes. Nos preocupan las condiciones en los centros de detención y la falta de acceso a una atención pastoral adecuada. Lamentamos que algunos inmigrantes que viven en los Estados Unidos han perdido su estatus migratorio de manera arbitraria. Nos preocupan las amenazas contra la santidad de los lugares de culto, y el carácter especial de los hospitales y las escuelas. Nos entristece profundamente cuando nos encontramos con padres que temen ser detenidos al llevar a sus hijos a la escuela o cuando intentamos consolar a familiares que ya han sido separados de sus seres queridos.
A pesar de los obstáculos y prejuicios, por generaciones, los inmigrantes han contribuido inmensamente al bienestar de nuestra nación. Como obispos, profesamos nuestro amor por nuestro país y oramos por su paz y prosperidad. Por este preciso motivo nos sentimos obligados en este entorno a elevar nuestras voces en defensa de la dignidad humana otorgada por Dios.
La enseñanza católica exhorta a las naciones a reconocer la dignidad fundamental de todas las personas, incluidos los inmigrantes. Como obispos, abogamos por una reforma significativa de las leyes y los procedimientos migratorios de nuestra nación. La dignidad humana y la seguridad nacional no son valores en conflicto. Ambas pueden alcanzarse con buena voluntad y uniendo esfuerzos.
Reconocemos que las naciones tienen la responsabilidad de controlar sus fronteras y establecer un sistema de inmigración justo y ordenado por el bien común. Sin dichos procedimientos, los inmigrantes corren el riesgo de caer en la trata de personas y en otras formas de explotación. Las vías legales y seguras sirven como antídoto frente a esos riesgos.
La enseñanza de la Iglesia se basa en la preocupación fundamental por la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios. (Génesis 1:27). Como pastores, recurrimos a las Sagradas Escrituras y al ejemplo de Dios mismo, donde encontramos la sabiduría de la compasión de Dios. La prioridad del Señor, como nos recuerdan los profetas, es para los más vulnerables: las viudas, los huérfanos, los pobres y los migrantes (Zacarías 7:10). En el Señor Jesús, vemos a Aquel que se hizo pobre por nosotros (2 Corintios 8:9), vemos al buen samaritano que nos levanta del polvo (Lucas 10:30-37) y vemos a Aquel que se encuentra en los más pequeños (Mateo 25). La preocupación de la Iglesia por el prójimo y nuestra preocupación aquí por los inmigrantes son una respuesta al mandato del Señor de amar como Él nos ha amado (Juan 13:34).
A nuestros hermanos y hermanas inmigrantes, estamos con ustedes en su sufrimiento, pues si un miembro sufre, todos sufren (1 Corintios 12:26). ¡No están solos!
Observamos con gratitud que tantos de nuestros sacerdotes, religiosos consagrados, y fieles laicos ya están acompañando y asistiendo a inmigrantes en sus necesidades humanas básicas. Exhortamos a todas las personas de buena voluntad a continuar y ampliar esos esfuerzos.
Nos oponemos a las deportaciones masivas e indiscriminadas. Oramos por el fin de la retórica inhumana y de la violencia, ya sea dirigida contra inmigrantes o contra los organismos de seguridad. Oramos para que el Señor guíe a los líderes de nuestra nación y estamos agradecidos por las oportunidades pasadas y presentes de dialogar con funcionarios públicos y electos. En este diálogo, continuaremos abogando por una reforma migratoria significativa.
Como discípulos del Señor, seguimos siendo hombres y mujeres de esperanza, ¡y la esperanza no defrauda! (Romanos 5,5).
Que el manto de Nuestra Señora de Guadalupe nos envuelva a todos en su maternal y amoroso cuidado y nos acerque cada vez más al corazón de Cristo.







