(ACIPrensa/InfoCatólica) La compañía británica Blossom Keepsake ha generado una fuerte controversia al ofrecer piezas de joyería que incluyen embriones humanos creados mediante fecundación in vitro (FIV). La organización provida Live Action describió la práctica como «distópica», y numerosos católicos han reaccionado con indignación ante lo que consideran una grave muestra del desprecio hacia la vida en su etapa más frágil.
El uso de embriones en joyas no es un fenómeno nuevo. En 2017, la empresa australiana Baby Bee Hummingbirds provocó un debate similar al convertir embriones humanos «sobrantes» de tratamientos de FIV en collares conmemorativos. En aquel momento, expertos en bioética alertaron de «la deshumanización del ser humano en etapa embrionaria».
La Iglesia Católica condena el uso de técnicas de fecundación in vitro, ya que implican la manipulación y destrucción de embriones humanos. Millones de ellos, que no llegan a ser implantados, han sido eliminados, empleados en experimentación o permanecen congelados indefinidamente, lo que representa una grave vulneración de su dignidad.
En su comunicado, Live Action subrayó que los embriones «son tratados como propiedad, no como seres humanos. Usar los restos de un niño a quien intencionalmente asesinaste parece macabro, por decir lo menos».
Según datos de la propia organización, en Estados Unidos hay más de un millón de embriones humanos congelados. Además, el número de nacimientos fruto de la fecundación in vitro continúa en aumento: en 2023, el 2,6 % de los nacimientos en el país procedieron de este tipo de procedimientos, una cifra que crece año tras año.
«Con el auge de la industria de la fertilidad, los niños se consideran cada vez menos como seres humanos individuales con derechos inherentes y más como productos a los que cualquier adulto tiene derecho, siempre que pueda pagar su coste», señaló la entidad provida.
Reacciones católicas en redes sociales
El diario National Catholic Register recogió «la voz de alarma» de numerosos católicos ante la noticia. Entre ellos, el bioeticista Aaron Kheriaty comparó el hecho con el mundo descrito por Aldous Huxley en su novela Un mundo feliz.
«He aquí nuestro valiente nuevo mundo de nihilismo opulento y elegante. Embriones humanos encerrados en joyas, un brillante recuerdo de haber creado seres humanos en un laboratorio y luego haberlos destruido», escribió Kheriaty en su cuenta de X.
El Register recordó además que la instrucción Dignitas personae, publicada en 2008 por la Congregación para la Doctrina de la Fe (actual Dicasterio para la Doctrina de la Fe), enseña que el embrión humano no puede ser tratado como «mero material de laboratorio», porque hacerlo viola su dignidad intrínseca, «que pertenece por igual a todos y cada uno de los seres humanos, independientemente de los deseos de sus padres, su condición social, su formación educativa o su nivel de desarrollo físico».







