(Asia News/InfoCatólica) En la iglesia de la Inmaculada Concepción de Nanchang, en la provincia china de Jiangxi, tuvo lugar el pasado 29 de agosto la ordenación de tres nuevos sacerdotes: Pablo Liu Enbo, Pedro Pan Liang y José Dong Liangshan. La ceremonia estuvo presidida por monseñor Li Xuguang, obispo de la diócesis de Jiangxi, que según la nueva organización eclesiástica establecida por las autoridades de Pekín integra la histórica sede arzobispal de Nanchang —donde ejerció su apostolado Matteo Ricci (*)— junto con las antiguas diócesis de Ganzhou, Ji’an, Nancheng y Yujiang.
Más de sesenta sacerdotes, una veintena de religiosas y alrededor de trescientas personas entre familiares, amigos y representantes de la comunidad católica participaron en la celebración, que eleva a 55 el número de presbíteros del clero diocesano.
En nombre de los tres ordenados, el padre Pan Liang pronunció un discurso en el que agradeció la llamada y la guía de Dios, la acogida del obispo, la formación recibida a lo largo de los años, el apoyo de sus hermanos sacerdotes y las oraciones de familiares y amigos. También dedicó unas palabras de reconocimiento a quienes habían trabajado discretamente en la preparación de la ceremonia.
Pan Liang y Liu Enbo son naturales de la provincia de Shanxi, mientras que Dong Lianshan procede de Hebei. La ordenación en Nanchang representa un signo de esperanza en un contexto marcado por la disminución del número de seminaristas y de ordenaciones en China en los últimos años. Según datos difundidos por el portal Xinde y recogidos por la agencia Fides, entre enero y junio se celebraron en el país 16 ordenaciones sacerdotales, junto con los primeros votos de cuatro religiosas y la profesión perpetua de otras 22. Además, el próximo 19 de septiembre está prevista la ordenación de dos nuevos sacerdotes en la diócesis de Pekín.
(*) Matteo Ricci (1552-1610) fue un sacerdote jesuita italiano y una de las figuras más destacadas de las misiones católicas en China durante la época moderna. Llegó al país en 1582 y, tras años de estudio, dominó el idioma y la cultura china, lo que le permitió ganarse el respeto de las élites intelectuales y de la corte imperial Ming.
Introdujo en China conocimientos de matemáticas, astronomía, cartografía y técnicas occidentales, a la vez que tradujo al chino obras científicas europeas y difundió valores cristianos en diálogo con la tradición confuciana. Su método de inculturación, basado en la adaptación al contexto cultural, fue pionero en la historia de la evangelización.
Murió en Pekín en 1610, siendo uno de los primeros occidentales autorizados a residir y ser enterrados dentro de la capital imperial.







