(ACI Africa/InfoCatólica) «Una Iglesia que no cuida de los suyos no puede afirmar creíblemente que cuida de los demás». Con esta afirmación, el secretario del Dicasterio para la Evangelización, Mons. Fortunatus Nwachukwu, marcó el tono de su intervención en el III Congreso Católico Panafricano sobre Teología, Sociedad y Vida Pastoral, celebrado del 5 al 10 de agosto en la ciudad marfileña de Abiyán.
Solucionar las necesidades internas primero
Bajo el título «La Iglesia de la cosecha: la misión de África consigo misma y con el mundo en una Iglesia sinodal», el arzobispo nigeriano instó a las congregaciones religiosas y diócesis africanas a atender primero a las regiones «olvidadas» del continente antes de expandirse al exterior.
«Las congregaciones y diócesis africanas deben mirar primero a las necesidades locales. Esta estrategia interna de misión no es una renuncia a la universalidad, sino su fundamento necesario», señaló.
Nwachukwu identificó como prioritarias las zonas con escasez de sacerdotes, parroquias sin recursos y estructuras catequéticas débiles. A su juicio, la imagen de la cosecha refleja adecuadamente la realidad de una Iglesia africana que, tras haber recibido el Evangelio mediante la entrega misionera de otros, comienza a madurar y a evangelizar desde dentro.
«Habiendo recibido el Evangelio con perseverancia y fe, esta Iglesia ministra ahora con creciente confianza a su propio pueblo y se abre al servicio del mundo», afirmó el 7 de agosto.
No obstante, insistió en que ese servicio debe comenzar en casa. «La Iglesia de la cosecha debe sembrar en su propio campo», subrayó, y añadió: «Como los antiguos espigadores que dejaban grano para el pobre y el forastero, las diócesis africanas deben canalizar recursos, personal y energía pastoral hacia los rincones olvidados del continente».
Para ello, propuso que esta conciencia misionera interna se integre en la planificación episcopal, la formación en los seminarios y la vida religiosa.
El arzobispo abordó también la necesidad de garantizar el apoyo a los misioneros africanos que trabajan fuera del continente. Habiendo sido nuncio apostólico desde 2012 hasta su nombramiento como secretario del Dicasterio en marzo de 2023, Nwachukwu recalcó que la creciente presencia de sacerdotes y religiosos africanos en Europa, América, Asia y el Caribe no debe entenderse como una «migración económica».
No son mendigos ni empleados
Estas «misiones internacionales» —explicó— consisten en el envío de misioneros africanos a otros continentes para colaborar en la evangelización y suplir la escasez de vocaciones en muchas Iglesias locales. Sin embargo, alertó de que este movimiento solo tendrá sentido si parte de una Iglesia africana madura, capaz de sostener pastoral y económicamente a quienes envía.
«Estos misioneros no son mendigos ni empleados, sino servidores del Evangelio», aseguró. Según el prelado, la Iglesia africana debe asumir la responsabilidad pastoral e institucional de sostener a sus enviados, para que puedan centrarse en las tareas sagradas que se les encomiendan.
Pidió, en este sentido, que las Conferencias Episcopales y los superiores religiosos establezcan fondos y sistemas de apoyo específicos para el personal Fidei Donum y otros agentes de misión. «Esta provisión no es solo prudencia administrativa, sino expresión de comunión eclesial y solidaridad espiritual», defendió.
«La misión no es un intercambio de servicios, sino una ofrenda sacrificial. Debe protegerse de las tentaciones de la dependencia y de las expectativas reducidas», advirtió.
La Iglesia en África ya no está en la cuna
En su intervención, el arzobispo Nwachukwu denunció también lo que denominó la «mentalidad de cuna» en la Iglesia africana, que perpetúa una visión infantilizada del continente. «Demasiado a menudo, la voz de África en la Iglesia global se trata como un llanto desde la cuna: bienintencionada, pero aún inmadura», afirmó.
Atribuyó esta percepción al hábito de recibir ayudas del exterior, una dinámica que, según él, ya no se corresponde con la realidad actual. «Un siglo después de la fundación de muchas Iglesias locales, África debe mostrar signos creíbles de madurez. No se trata de rechazar la ayuda, sino de demostrar iniciativa, sostenibilidad y capacidad de sostenerse por sí misma», aclaró.
«La madurez no implica aislamiento, sino la capacidad de dar, sostener y servir. La Iglesia de la cosecha no puede permanecer en la cuna», sentenció.
Como conclusión, animó a las diócesis africanas a crear fondos misionales y dotaciones para apoyar a sus propios misioneros en otras regiones. «África tiene la capacidad; solo necesita la voluntad y las estructuras para aprovecharla», afirmó.
Y concluyó con una llamada a la acción: «El tiempo de sembrar con lágrimas ha pasado. La cosecha está lista».







