(InfoCatólica) La Abadía benedictina de Nuestra Señora de Fontgombault es, quizá, la casa monástica tradicionalista más conocida del mundo. Este monasterio francés tiene una historia milenaria, pero bastante accidentada.
Se fundó originalmente en el año 1091 como monasterio benedictino y fue saqueado y arrasado por los calvinistas en 1569. Se restauró un siglo después, pero la comunidad fue decayendo hasta que el monasterio quedó en manos de religiosos lazaristas. Tras la Revolución Francesa, Fontgombault fue nacionalizado y vendido. En el siglo XIX, los trapenses adquirieron de nuevo el monasterio, que fue visitado por San Carlos de Foucauld. A comienzos del siglo XX, se expulsó a los trapenses de Francia y el monasterio volvió a secularizarse.
Por fin, en 1948, veintidós monjes benedictinos de Solesmes recuperaron Fontgombault para su orden. La turbulenta época del posconcilio y los cambios en la liturgia llevaron a los monjes a sumarse al lefebvrismo hasta que, en los años ochenta, volvieron a la comunión con la Iglesia, tras pacientes negociaciones con la Santa Sede.
Desde entonces, han podido seguir utilizando la liturgia antigua, haciendo uso de las facilidades ofrecidas en ese sentido por San Juan Pablo II y Benedicto XVI. Los bellísimos cantos gregorianos que resuenan diariamente en Fontgombault forman parte esencial de sus celebraciones litúrgicas, de acuerdo con la tradición benedictina.
La fidelidad a la Tradición de la Iglesia ha permitido que la abadía prospere de forma extraordinaria. Ha fundado tres nuevos monasterios en Francia (Randol, Triors y Gaussan y uno en los Estados Unidos (Clear Creek). En ella y en las abadías «hijas» hay más de doscientos monjes.
Siguiendo también las tradiciones prácticas benedictinas, uno de los deseos de la comunidad ha sido siempre asegurar en todo lo posible la autosuficiencia de la abadía, que tiene numerosos talleres con un consumo significativo de energía eléctrica. Para ello, dispone de una pequeña central hidroeléctrica en el río Creuse.
No obstante, teniendo en cuenta que la generación hidroeléctrica de electricidad se reduce en verano «cuando no hay mucha agua en el río», los monjes han instalado «algo más de 500 metros cuadrados de paneles fotovoltaicos, puramente para consumo propio». Desde la Edad Media, los monjes europeos emplearon algunas de las más modernas técnicas de su tiempo en la construcción de sus monasterios y para velar por su mantenimiento y autosuficiencia. Los monjes de Fontgombault, pues, no hacen más que lo que siempre hicieron sus predecesores.
Debido a que el monasterio, por su antigüedad, es un entorno protegido, no era posible realizar la instalación solar en los techos de edificaciones, como suele hacerse. Por lo tanto, los paneles se han instalado en una zona plantada con juncos y dedicada a los filtros de la fosa séptica del monasterio.
La finalidad principal de la nueva instalación fotovoltaica no parece ser tanto ecológica como una forma de incrementar la autonomía y estabilidad de esta abadía en que tantas almas han encontrado un hogar para dedicar su vida a Dios. O quizá ambas cosas estén muy relacionadas, porque, como señaló el abad en un sermón de 2019, «etimológicamente, la ecología es la ciencia del hogar».







