(InfoCatólica) El último informe de Eurostat revela una realidad dramática: más de tres cuartas partes de los hogares europeos no tienen hijos. En 2024, únicamente el 23,6 % de los casi 202 millones de hogares en la UE incluía al menos un menor de 18 años, mientras que el 76,4 % restante estaba compuesto únicamente por adultos.
Los datos confirman una tendencia estable desde 2021, pero el envejecimiento poblacional y la baja natalidad generan alarma. En 2023, los nacimientos en la UE cayeron a 3,665 millones, la cifra más baja desde 1961. La tasa de fertilidad media se sitúa en 1,38 hijos por mujer, muy por debajo del umbral de reemplazo generacional de 2,1.
Apenas familias numerosas
Entre los hogares con menores, el patrón dominante es el de un solo hijo (49,8 %), seguido de los que tienen dos (37,6 %) y tres o más (12,6 %). Este perfil refleja la dificultad creciente para formar familias numerosas, especialmente en países como Finlandia (18 % de hogares con niños), Lituania (19,6 %) y Alemania (20,1 %). En el extremo opuesto, Eslovaquia (35,6 %), Irlanda (31 %) y Chipre (28,6 %) lideran la lista con más hogares con hijos.
El fenómeno preocupa a los expertos en demografía y economistas por sus consecuencias: una población en edad laboral cada vez más reducida, presión sobre los sistemas de pensiones y sanidad, y riesgo de estancamiento y recesión económica. Las políticas pronatalistas implementadas en varios Estados miembros han mostrado resultados dispares y hasta ahora insuficientes.
Las barreras no son solo económicas, sino también sociales y morales: la precariedad laboral, el alto coste de la vivienda, la falta de conciliación entre trabajo y vida familiar , pero sobre todo el hecho de que se han perdido radicalmente los principios cristianos, juntoa a una educación desastrosa, desincentivan la maternidad y la paternidad.
«La situación es crítica. Sin nuevos nacimientos hoy, no habrá adultos para sostener el mañana», advierte un reciente informe del Consejo Europeo de Demografía.
Semilla de muerte, cosecha de muerte
Toca recoger lo que se ha sembrado en las últimas décadas, donde el continente se ha ido deslizado radicalmente por la pendiente de la anticoncepción, el aborto, la educación sexual que promueve la promiscuidad y la falta de compromisos estables, el desprecio a sus raíces cristianas, y una política económica que hace prácticamente imposible el acceso a la vivienda de la población más joven.
Por más políticas de natalidad que se promuevan, la realidad es que las nuevas generaciones no solo no pueden, sino tampoco quieren tener hijos.