(LifeNews/InfoCatólica) El caso de Roger Foley, un paciente discapacitado ingresado en un hospital canadiense, ha generado alarma entre defensores de la vida tras revelaciones sobre el trato inhumano que estaría recibiendo. Foley, que ha sido presuntamente privado de atención básica como alimentación, agua e higiene, ha denunciado haber sido presionado para aceptar la llamada «asistencia médica para morir» (MAiD, por sus siglas en inglés).
Aunque el personal del hospital le ha ofrecido esta opción, la situación de Foley pone en evidencia que el problema no es sólo legal, sino también estructural: personas con discapacidad pueden verse empujadas hacia la eutanasia como única salida frente al abandono institucional. En palabras de algunos observadores, se trata de una forma moderna de violencia institucional disfrazada de autonomía personal.
La promoción de la eutanasia en países como Canadá está siendo cuestionada por organizaciones provida, especialmente cuando se amplía su aplicación a personas que no están en fase terminal. En un artículo reciente, Avovah Wittenberg-Cox señala: «Para los boomers acostumbrados a planificar y controlar muchas decisiones de su vida, como cuándo tener hijos o qué tipo de leche tomar, definir una buena muerte parece ser algo que también desean decidir».
Esta visión, según críticos, pone de manifiesto una desigualdad preocupante: mientras algunos buscan diseñar su muerte con lujo de detalles, personas vulnerables como Roger Foley sufren la exclusión, la negligencia y la presión para elegir morir.
El caso ha provocado un debate ético profundo. Las voces provida exigen que se detenga esta expansión de la eutanasia, se garantice el derecho a la vida y se proteja especialmente a los más frágiles.
Las denuncias sobre la situación de Foley plantean una cuestión inquietante: ¿qué sucede cuando el derecho a morir se convierte en presión para morir? En lugar de un acto libre, puede terminar siendo una consecuencia del abandono social y médico.
La comunidad católica y provida está llamada a orar y actuar para que casos como el de Roger Foley no se repitan, promoviendo siempre una cultura de cuidado y acompañamiento a quienes más lo necesitan.