(The Pillar/InfoCatólica) El Cardenal Joseph Zen, de 93 años, ha pronunciado una significativa intervención durante las recientes Congregaciones Generales en el Vaticano, donde ha expuesto tanto sus recuerdos personales del pontificado de Francisco como sus profundas inquietudes sobre el rumbo actual de la Iglesia, especialmente en lo referente al Sínodo sobre la Sinodalidad. Su discurso, del 30 de abril, al que tuvo acceso The Pillar, ha resonado entre los presentes por su franqueza y claridad, representa una de las voces más críticas dentro del Colegio Cardenalicio respecto a ciertas reformas eclesiales actuales.
Una presencia necesaria pese a las dificultades
A pesar de su avanzada edad y circunstancias personales complicadas, el prelado de Hong Kong consideró esencial su presencia en Roma. Como él mismo explicó al inicio de su intervención: «Soy un anciano de 93 años; recuperándome de una larga enfermedad no grave que me costó diez kilogramos; arrestado hace tres años bajo sospecha de violar la ley de seguridad nacional, aunque rápidamente me concedieron la libertad bajo fianza. Creí que era mi deber venir».
El Cardenal recordó cómo las autoridades le habían concedido un pasaporte para asistir al funeral del Papa Benedicto XVI –«solo dos días en Roma»– mientras que en esta ocasión le permitieron una estancia de diez días, lo que agradeció como una bendición del Señor.
Antes de proceder con sus observaciones, Zen solicitó comprensión por la discreción que debía mantener sobre ciertos asuntos, evidenciando la delicada situación que vive la Iglesia en Hong Kong y China.
Recuerdos personales del pontificado de Francisco
La primera parte de la intervención del Cardenal estuvo dedicada a compartir recuerdos afectuosos sobre el Papa Francisco. Zen mencionó que su primer encuentro tuvo lugar durante una comisión post-sinodal, donde admiró su «gran celo pastoral». Esta impresión fue tan positiva que Francisco figuraba entre sus cinco principales «papabili» durante el cónclave que lo eligió.
El Cardenal describió al Pontífice como «un padre amoroso», destacando cómo al inicio de las audiencias de los miércoles, «hacía que su jeep diera vueltas por la Plaza de San Pedro, como invitando a todos a tocarlo, y después de su discurso, bajaba a pasar tiempo con los enfermos en sillas de ruedas».
Zen compartió varias anécdotas personales que ilustraban la relación cordial entre ambos. Recordó cómo el Papa, conociendo su pasado salesiano, le preguntó una vez: «¿Cuáles son las tres devociones recomendadas por San Juan Bosco?», a lo que respondió: «Devoción al Santísimo Sacramento, a Nuestra Señora y al papa». Francisco le contestó: «¡Exactamente, devoción al papa! ¡No lo olvides!».
En otra ocasión, tras concelebrar una misa en Casa Santa Marta junto con otro obispo salesiano, el Papa bromeó diciendo: «Me sentí como Jesús entre dos ladrones». También relató cómo, durante las protestas en Hong Kong, Francisco se le acercó tras una misa en la Plaza de San Pedro y, haciendo un gesto, comentó: «Aquí viene el que va a la batalla con una honda», comparándolo con David.
El Cardenal destacó especialmente dos recuerdos significativos: el primero, del día en que Francisco comenzó su pontificado –19 de marzo, festividad de San José– cuando dijo: «San José fue sobre todo un guardián, el Guardián de la Sagrada Familia. Del mismo modo, el papa debe ser el Guardián de la familia de la Iglesia». El segundo, durante el Día de la Juventud Asiática, cuando el Papa habló sobre el tema del «diálogo», ofreciendo dos reglas: «fidelidad a la propia identidad y escuchar a los demás con el corazón».
La Iglesia en un momento crucial
Tras estos recuerdos personales, el Cardenal Zen abordó el motivo principal de su viaje a Roma: «Vine a participar en las Congregaciones Generales porque la Iglesia está en un momento crucial de confusión y división, y una grave responsabilidad recae ahora sobre los hombros de nuestros hermanos cardenales en el próximo cónclave: darnos un papa que, con la ayuda del Espíritu Santo, pueda llevarnos de vuelta a la armonía y la paz».
El prelado reconoció que sus palabras no sorprenderían a sus hermanos cardenales, pero que muchos fieles –«quizás la mayoría en nuestra diócesis de Hong Kong»– probablemente se alegran de haber tenido «un gran papa de la reforma, como también afirman los medios seculares».
Los peligros de ciertas reformas
Zen advirtió sobre los peligros inherentes a ciertas reformas: «La palabra 'reforma' es mágica, especialmente para los jóvenes, pero también es peligrosa. Una reforma histórica una vez arrancó una gran parte de la Iglesia de nosotros». Con esta referencia implícita a la Reforma protestante, el Cardenal estableció un paralelismo histórico con la situación actual.
Reconociendo que «la reforma siempre es necesaria porque somos pecadores», Zen matizó que «una reforma que socava los elementos esenciales de la Iglesia fundada por Jesús –una, santa, católica y apostólica– no es una verdadera reforma». Recordó cómo en el Concilio de Trento, «el Espíritu Santo dio a la Iglesia la visión y la fuerza para una vigorosa Contrarreforma, reafirmando la naturaleza jerárquica y sacramental de la Iglesia».
La crisis post-conciliar y sus consecuencias
El Cardenal analizó la situación de la Iglesia tras el Concilio Vaticano II, señalando que «a pesar de la guía ortodoxa de los papas post-conciliares, hubo una falta de comprensión y recepción generalizada del verdadero Concilio, interpretado a través de la hermenéutica de la continuidad».
En su lugar, lamentó que «un llamado 'Espíritu del Concilio' se apoderó de gran parte de la narrativa», y citó las palabras del Papa Pablo VI sobre «el humo de Satanás» que «entró por las grietas de la Iglesia», o como lo describió el Papa Benedicto XVI, «la barca de Pedro está haciendo agua».
La crisis de los abusos sexuales y su interpretación
Zen abordó la crisis de los abusos sexuales que ha sacudido a la Iglesia en las últimas décadas, criticando lo que considera una interpretación errónea de sus causas: «Cuando estalló la crisis de los abusos sexuales, la Iglesia entró en una profunda crisis. Pero en lugar de identificar su causa en la revolución sexual que se infiltró incluso en los seminarios, la culpa se atribuyó al 'clericalismo', duplicando la humillación y el desánimo del clero fiel, e incluso utilizando la crisis como pretexto para remodelar completamente la constitución de la Iglesia».
El Cardenal mencionó específicamente los «casos escandalosos e inexplicablemente tolerados del Cardenal McCarrick, el sacerdote Rupnik y otros eclesiásticos declarados culpables por tribunales seculares», viendo en ellos un síntoma de «un esfuerzo equivocado por adaptarse al espíritu del mundo en lugar de oponerse firmemente a él».
El Sínodo sobre la Sinodalidad: preocupaciones fundamentales
La parte más extensa y detallada de la intervención del Cardenal Zen se centró en sus preocupaciones sobre el Sínodo sobre la Sinodalidad, que considera un punto de inflexión para la Iglesia.
Comenzó recordando el propósito original de los sínodos, establecidos por el Papa Pablo VI mediante el motu proprio Apostolica Sollicitudo como «una especie de continuación (en miniatura) del Concilio, un instrumento de colegialidad para buscar el consejo autorizado de sus hermanos obispos». Mencionó algunos de sus frutos más valiosos, como las exhortaciones apostólicas Evangelii Nuntiandi, Catechesi Tradendae, Sacramentum Caritatis y Verbum Domini.
Sin embargo, señaló que el Papa Francisco, al inicio de su pontificado, emitió la Constitución Apostólica Episcopalis Communio, «un documento cuatro veces más largo que el del Papa Pablo VI, que abrogó el documento anterior y cambió considerablemente la naturaleza del Sínodo (sus miembros, su propósito y sus procedimientos)».
Cambios radicales en la estructura y propósito de los Sínodos
El Cardenal detalló lo que considera cambios radicales en la estructura de los sínodos bajo el pontificado actual. Mencionó la presencia de «6 obispos, 2 sacerdotes y 1 religiosa como Delegados Presidentes», preguntándose retóricamente: «¿No había suficientes obispos disponibles para presidir un Sínodo de Obispos?». También señaló la presencia de 61 facilitadores, «como los maestros en el jardín de infancia».
Respecto al propósito de los sínodos, Zen contrastó lo establecido en el Derecho Canónico (canon 342) –«salvaguardar y fortalecer la fe y la moral, y la disciplina eclesiástica»– con lo que percibe como el nuevo enfoque según Episcopalis Communio: «Evangelización del mundo actual» y «en lugar de preservarse a sí misma». Ante esto, el Cardenal se preguntó: «¿Pero cómo puede uno ser misionero sin seguir siendo la Iglesia auténtica?».
Críticas al método sinodal actual
Zen criticó duramente los procedimientos del Sínodo sobre la Sinodalidad, contrastándolos con lo establecido en el canon 343. Mientras que tradicionalmente los sínodos debían «discutir problemas en asamblea» basándose en «la Sagrada Escritura y la Sagrada Tradición», el Cardenal describió el método actual como centrado en «pequeños grupos: rezar, compartir, rezar, compartir, rezar, compartir», con «poca discusión (más psicología que doctrina)» en la asamblea general y «control absoluto por parte de los facilitadores».
Particularmente crítico fue con el método denominado «Conversación en el Espíritu», que describió como «un método inventado por jesuitas canadienses, no para ayudar al discernimiento, sino para calmar las emociones antes de la discusión». Con ironía, se preguntó: «¿Esperar las sorpresas del Espíritu? ¿El Espíritu ahora te dirá que estaba equivocado durante 20 siglos y que ahora te va a decir la verdad?».
El documento final y sus implicaciones
Sobre el documento final del Sínodo, el Cardenal expresó serias preocupaciones: «El Sínodo iniciado en 2021 ha concluido, pero no realmente. Existe un documento final, pero no contiene soluciones a los problemas planteados durante el Sínodo».
Zen cuestionó la transparencia del proceso: «No está claro quién redactó el documento o cómo se procesaron las enmiendas. Sin embargo, fue aceptado por el papa y presentado como parte de su Magisterio».
El Cardenal manifestó su inquietud por las directrices de implementación: «La directiva es estudiar el complejo documento y, según la comprensión de cada comunidad, comenzar a ponerlo en práctica experimental. Los resultados serán evaluados por el Papa durante las visitas ad limina». Ante este enfoque, advirtió que «este enfoque corre el riesgo de acercarnos a la práctica anglicana» y se preguntó: «¿Será posible dar marcha atrás después de años de experimentación? ¿Cómo se preservará la unidad de la Iglesia Católica?».
Una advertencia para el próximo cónclave
El Cardenal Zen concluyó su intervención con una advertencia contundente dirigida a los cardenales electores: «Los electores del próximo papa deben ser conscientes de que él llevará la responsabilidad de continuar este proceso sinodal o detenerlo decisivamente. Este es un asunto de vida o muerte para la Iglesia fundada por Jesús».
Esta frase final, que resume la gravedad con la que el Cardenal percibe la situación actual, ha resonado entre los presentes como un llamado a la reflexión profunda sobre el futuro de la Iglesia y las decisiones que deberán tomar en el próximo cónclave.







