(CNA/InfoCatólica) Todo comenzó con san Juan Pablo II. En la década de 1980, el entonces Papa alentó al Dr. Robert Walley —obstetra y ginecólogo católico fallecido en 2020— a brindar atención médica materna que afirmara la vida a mujeres necesitadas. A partir de esa inspiración nació MaterCare International (MCI), que hoy celebra 30 años de ofrecer atención médica ética a madres en regiones desfavorecidas de todo el mundo.
«MaterCare International es vital para la salud de la mujer porque ofrece atención materna que salva vidas en algunas de las regiones más desatendidas del mundo, manteniendo un enfoque ético que valora tanto a la madre como al hijo por nacer», afirmó Jennifer Derwey Deane, directora de comunicaciones de MCI, en declaraciones a Catholic News Agency.
MCI brinda atención obstétrica de emergencia, transporte desde zonas rurales hasta hospitales, formación para comadronas y profesionales de la salud, y además promueve la investigación en soluciones de salud materna. Desde su fundación, ha trabajado para establecer modelos sostenibles de atención materna, capacitar a proveedores locales y abogar por prácticas éticas basadas en el respeto a la dignidad humana.
Con presencia en Canadá, Polonia, Australia, y anteriormente en Estados Unidos e Irlanda, su sede canadiense ha desarrollado proyectos en países como Ruanda, Haití, Kenia y Ghana. MCI trabaja en estrecha colaboración con las comunidades locales para diseñar modelos sostenibles adaptados a cada contexto. Toda su labor se sostiene mediante donaciones caritativas, sin recibir fondos de organismos gubernamentales, y con la participación de profesionales de salud voluntarios comprometidos con su misión.
Un centro materno en Uganda: vida y esperanza
Este mes, MCI abrió un nuevo centro materno en Nyabwina, Uganda. En colaboración con líderes eclesiales locales, un equipo de profesionales católicos de la salud puso en marcha el Centro de Maternidad San Claret para atender a la población del distrito de Sheema/Mbarara. El arzobispo Lambert Bainnomugisha bendijo la instalación el día de su inauguración, el 6 de marzo.
El proyecto se originó cuando las Hermanas de San José de Tarbes contactaron a MCI explicando las graves necesidades de salud materna en la zona. Carreteras en mal estado, inundaciones estacionales y altas tasas de mortalidad materna por infecciones, desnutrición y falta de atención posnatal son algunos de los desafíos que enfrentan las mujeres embarazadas en la región.
Junto con las religiosas, MCI trabajó para establecer centros de alcance en las aldeas remotas y crear una unidad de maternidad con personal capacitado y equipamiento adecuado.
Una perspectiva católica sobre la medicina
Deane explicó que muchos programas internacionales de salud materna están influenciados por políticas que promueven el aborto y la anticoncepción como soluciones prioritarias, ignorando necesidades básicas de salud. MCI responde a esta tendencia con una atención centrada en la vida.
«Reconocemos que la maternidad es una vocación sagrada, y nuestro trabajo refleja esa convicción, asegurando que las mujeres reciban el cuidado y respeto que merecen», señaló.
Deane subraya que la vocación médica debe estar al servicio de la dignidad humana. «La práctica médica sin vocación se convierte en un enfoque puramente técnico o transaccional, sin compromiso moral, ético o compasivo. Cuando se practica sin vocación, corre el riesgo de volverse impersonal y utilitaria, enfocada solo en procedimientos y resultados, sin auténtico cuidado por el paciente», afirmó.
MCI une fe y medicina de forma concreta. «Combina la fe y la práctica de un modo significativo que fortalece tanto al profesional como al paciente y a la comunidad que los rodea», agregó.
La organización se guía por las enseñanzas de la Iglesia. «No solo ofrecemos servicios médicos de alta calidad, sino que también enfocamos nuestra atención en las implicancias morales y éticas, siguiendo la rica enseñanza de la Iglesia católica. Esto convierte a MCI en una voz a favor de la vida y en defensora de un enfoque integral que respeta tanto las necesidades médicas como la santidad de la vida humana», explicó Deane.
Inspiración, misión y futuro
MCI se mantiene fiel a su origen, inspirado directamente por san Juan Pablo II. «La idea de MaterCare nació por pedido del Papa Juan Pablo II, quien pidió personalmente al Dr. Walley crear una organización que respondiera a la creciente crisis de mortalidad materna y a las desigualdades en la atención médica, especialmente en contextos donde las enseñanzas católicas sobre la vida no estaban siendo respetadas», explicó Deane.
Esta visión se presentó por primera vez en una reunión plenaria del Pontificio Consejo Justicia y Paz en 1982. Luego de más de una década de preparación y colaboración con profesionales de todo el mundo, MCI se estableció formalmente en Canadá en 1995, el mismo año en que san Juan Pablo II publicó la encíclica Evangelium Vitae, que inspiró definitivamente la fundación de la organización.
De cara al futuro, los objetivos de MCI son claros. «Queremos ampliar nuestra presencia en más regiones donde las mujeres aún carecen de acceso a atención médica materna básica. Continuaremos capacitando profesionales en zonas desfavorecidas, fortaleciendo alianzas con grupos locales y comunidades religiosas, y promoviendo políticas que respeten la dignidad de la vida y den prioridad a la salud materna», declaró Deane.
También planean fomentar el reconocimiento global de un enfoque ético y católico en la salud materna. «Queremos aumentar la conciencia sobre la importancia de una atención materna ética y abogar por el reconocimiento del enfoque católico a nivel mundial», añadió.
Como parte de las celebraciones por su 30.º aniversario, MCI ha anunciado la Conferencia Internacional de MaterCare en Roma, un evento que reunirá a líderes religiosos, profesionales de la salud y defensores de la vida para reflexionar y promover una mejor atención médica para las madres en todo el mundo.
«Los profesionales católicos de la salud de la próxima generación dependen de nosotros para ofrecerles un espacio donde puedan estudiar, formarse, crecer y ejercer su vocación», concluyó Deane.