(InfoCatho/InfoCatólica) El pasado 12 de marzo, el Parlamento de Papúa Nueva Guinea aprobó una importante modificación en el preámbulo de la Constitución del país, que marca un giro significativo en la forma en que la nación se define a sí misma desde el punto de vista espiritual. El nuevo texto reconoce explícitamente a la Santísima Trinidad como fundamento de la identidad nacional y del ejercicio del poder político. A partir de ahora, la Constitución afirma: «Reconocemos y declaramos a Dios, el Padre, a Jesucristo, el Hijo, y al Espíritu Santo, como nuestro Creador y el sustentador de todo el universo, y la fuente de nuestros poderes y autoridades, delegados al pueblo y a todas las personas bajo la jurisdicción geográfica de Papúa Nueva Guinea».
Esta modificación no elimina, sin embargo, el artículo que consagra la libertad de religión y de opinión, garantizando que la pluralidad de creencias siga siendo respetada en el marco jurídico del país. Además, como gesto simbólico complementario, el Parlamento decidió reconocer la Biblia como símbolo nacional, otorgándole un lugar destacado entre los emblemas del Estado.
A pesar del entusiasmo que esta declaración puede suscitar entre muchos cristianos, desde la Iglesia se ha invitado a la prudencia y al compromiso concreto. El padre Giorgio Licini, exsecretario general de la Conferencia Episcopal de Papúa Nueva Guinea, ha recordado que, si bien esta medida es una señal positiva, no basta con declarar principios en un documento oficial: «Ahora hay que ponerse a la obra, porque un texto escrito no es suficiente», ha señalado. «Es necesario vivir como cristianos en el día a día».
Por ello, aunque la Iglesia acoge con esperanza esta iniciativa, también mantiene una actitud de cautela. El reconocimiento de Dios en la Constitución es sin duda un paso importante, pero lo esencial será ver cómo esta proclamación se traduce en la vida concreta del país: en el respeto a la dignidad humana, en la justicia social, en la lucha contra la corrupción y en el servicio al bien común.