(Kath.net/InfoCatólica) El sacerdote, teólogo y ético polaco Paweł Bortkiewicz afirmó que «Juan Pablo II diría hoy lo mismo que entonces: no tengáis miedo, abrid la puerta a Cristo». Así respondió a la pregunta de un periodista sobre qué mensaje trasladaría el papa polaco a una mujer que considera abortar.
Bortkiewicz relató su propia historia personal para ilustrar su reflexión: «Sé que puede sonar aleccionador, pero créame, nací de un embarazo de alto riesgo; mi madre tenía casi 40 años. El médico decidió cortar al feto –es decir, a mí– en pedazos». El sacerdote explicó que debe su vida «a sus padres, que defendieron hasta el final la decisión de traerlo al mundo», así como «a la determinación de la comadrona».
El testimonio de Bortkiewicz formó parte de su intervención en la conferencia «Evangelium vitae – desde hace 30 años, fuente de inspiración y motivación», organizada con motivo del trigésimo aniversario de la publicación de la encíclica del mismo nombre por la Agencia Católica de Información (KAI), el Centro por la Vida y la Familia, y la fundación Ordo Iuris – Instituto de Cultura Jurídica. El evento tuvo lugar en la sede de la Conferencia Episcopal de Polonia en Varsovia, según informó el portal oficial de la Iglesia católica en Polonia, Opoka.
El teólogo señaló que «era consciente del hilo de seda del que pendía su vida» y subrayó el valor del mensaje papal como guía en situaciones difíciles: «Este llamamiento a no tener miedo y a abrirse a la fuerza infinita de Dios, que también es una gran inspiración para la acción humana, representa una gran oportunidad. Dios realmente no nos deja solos». Añadió que Juan Pablo II hablaba desde su propia experiencia personal, marcada por el sufrimiento: la muerte de su madre, el fallecimiento de una hermana a la que apenas conoció y la pérdida prematura de su hermano.
Durante su intervención, Bortkiewicz subrayó la necesidad de volver a las enseñanzas del Papa polaco y destacó la dimensión positiva del mensaje de Evangelium vitae, entendida como una síntesis del Evangelio del amor de Dios al ser humano, del Evangelio de la dignidad humana y del Evangelio de la vida.
Asimismo, advirtió de que «nos encontramos en una situación en la que la esterilización, el aborto, la eutanasia y el cambio de sexo se han convertido en referentes de la democracia». En este contexto, lamentó que «un niño afectado por una enfermedad ya no se considere digno de vivir» y alertó sobre un proceso que lleva, según él, a la deshumanización: «El proceso legal, político y el cambio cultural que observamos hoy nos conducen a la deshumanización».
En este sentido, identificó el núcleo de la encíclica en la «crisis antropológica», que define como la separación entre libertad y verdad, donde la libertad se interpreta como una forma de anarquía radical y emancipación de toda atadura.
Bortkiewicz concluyó que la defensa de la vida está intrínsecamente unida a la defensa de la identidad de la persona humana, actualmente cuestionada por la ideología de género: «El Papa nos recuerda que, al perder la sensibilidad hacia Dios, también perdemos la sensibilidad hacia los demás. El rechazo de Dios y de Cristo conlleva una falta de comprensión hacia el prójimo. El antiteísmo se convierte en antihumanismo, y no hay otra alternativa». Según el teólogo, el diagnóstico de Juan Pablo II sigue siendo de plena actualidad y es esencial para reconstruir la vida social.