(Asia News/InfoCatólica) Las visitas recientes de altos representantes eclesiales a Shanghái no han modificado la situación del obispo Thaddeus Ma Daqin, quien permanece apartado de sus funciones desde 2012. Aunque su caso sigue vivo en la memoria de los católicos locales, no se ha producido ninguna señal oficial que indique una posible resolución.
En otoño de 2024, el arzobispo Claudio Maria Celli, responsable de las relaciones del Vaticano con China, visitó Shanghái. Posteriormente, en febrero de 2025, el cardenal Stephen Chow Sau-yan, obispo de Hong Kong, presidió una misa en la basílica de Sheshan. La participación fue discreta, y aunque ambas visitas han despertado cierta atención, no han tenido consecuencias visibles en relación con el obispo Ma.
Mons. Ma fue apartado el mismo día de su consagración episcopal, el 7 de julio de 2012, tras declarar públicamente que no podía seguir formando parte de la Asociación Patriótica. Desde entonces, vive bajo vigilancia y sin posibilidad de ejercer funciones pastorales. La Santa Sede lo había nombrado obispo auxiliar con la clara intención de que sucediera al ordinario, pero su situación jurídica se ha visto empañada por decisiones posteriores del organismo oficial chino.
El actual obispo de Shanghái, Mons. Joseph Shen Bin, presta servicio desde hace casi dos años. Aunque su mandato ha sido reconocido por el Vaticano, su nombramiento inicial fue impulsado unilateralmente por las autoridades chinas. Algunos consideran que solo él podría permitir el regreso de Mons. Ma al ejercicio público del ministerio episcopal.
La historia del obispo Ma, considerado durante años como el sucesor natural de la diócesis, representa un caso emblemático de tensión entre fidelidad eclesial y control político. La aplicación retroactiva de normativas emitidas meses después de su consagración ha sido criticada por expertos en derecho como una vulneración de los principios básicos del Estado de derecho.
Mientras tanto, en la diócesis de Shanghái conviven el recuerdo del obispo Ma y la consolidación del liderazgo de Mons. Shen, cuya gestión ha introducido mejoras administrativas y un tímido renacer vocacional. Sin embargo, persiste una herida abierta. Como señaló con tristeza un fiel local: «En esta Iglesia sinodal, ¿hasta cuándo seguiremos siendo ignorados?».