(Agencias/InfoCatólica) La Eucaristía fue concelebrada con el secretario de Estado, cardenal Tarsicio Bertone, y el cardenal Renato Raffaele Martino, presidente emérito del Consejo Pontificio Justicia y Paz. Se encontraban presentes miles de fieles, numerosos obispos y sacerdotes, así como miembros del cuerpo diplomático.
El Santo Padre ha reflexionado sobre la frase de la bendición, afirmando que «toda la narración bíblica se puede leer como progresivo descubrimiento del rostro de Dios, hasta llegar a su plena manifestación en Jesucristo». Se ha referido a la Virgen de la ternura, uno de los iconos de la Virgen María en la tradición bizantina, que representa al Niño Jesús con la cara apoyada en la mejilla de su Madre.
La relación de Dios Hijo con María, Madre de Dios
Destacando la divina, intensa y única relación del Hijo con la Madre de Dios, el Papa ha enfatizado que «el primer rostro que el niño ve es el de la madre, y esta mirada es decisiva para su relación con la vida, consigo mismo, con los otros, con Dios». En este icono mariano podemos contemplar algo de Dios mismo: una señal de amor inefable que lo ha llevado a «dar a su hijo unigénito». Pero este mismo icono nos enseña también, en María, el rostro de la Iglesia, que refleja sobre nosotros y sobre el mundo entero la luz de Cristo, la Iglesia mediante la cual llega a cada hombre la buena noticia: «Ya no eres más esclavo, sino hijo».
«¡Hermanos en el Episcopado y en el Sacerdocio, Señores Embajadores, queridos amigos! –ha exclamado el Papa– meditar sobre el misterio del rostro de Dios y del hombre es un camino privilegiado que conduce a la paz. Ésta, en efecto, comienza con una mirada respetuosa, que reconoce en el rostro del otro a una persona».
Con profunda ternura, el Papa se ha referido al hecho de que cada vez más común que en clase haya niños de distintas nacionalidades. Y añadió que sus rostros «son una profecía de la humanidad que estamos llamados a formar: una familia de familias y de pueblos. Cuanto más pequeños son estos niños, más suscitan en nosotros ternura y alegría por una inocencia y una hermandad que nos parecen evidentes: lejos de sus diferencias, lloran y ríen del mismo modo, tienen las mismas necesidades, comunican espontáneamente, juegan juntos».
Solo teniendo a Dios en el corazón se puede respetar a los demás hombres
Para custodiar la paz Benedicto XVI ha reiterado que hay que contemplar a la luz del rostro de Dios a los hombres que nos rodean: «sólo si tenemos a Dios en el corazón somos capaces de percibir en el rostro del otro un hermano en humanidad, no un medio sino un fin, no un rival o un enemigo, sino un otro yo mismo, una talla del infinito misterio del ser humano».
Y profundizó: «Nuestra percepción del mundo y, en particular, de nuestros semejantes, depende esencialmente de la presencia en nosotros del Espíritu Santo», porque «cuanto más estamos habitados por Dios, más sensibles somos también a su presencia en cuanto nos rodea», «especialmente en los demás hombres, aunque a veces el rostro humano, marcado por la dureza de la vida y del mal, pueda resultar difícil de apreciar y de acoger como epifanía de Dios». De ahí que «con mayor razón, para reconocernos y respetarnos como realmente somos, esto es, hermanos, necesitemos referirnos al rostro de un Padre común, que a todos nos ama, a pesar de nuestras limitaciones y errores», puntualizó.
La ecología humana y el cuidado de la Creación
Benedicto XVI se refirió también al medioambiente, principalmente a la llamada ecología humana: «Si el hombre se degrada, se degrada también el ambiente en el que vive», puesto que «existe un nexo estrechísimo entre el respeto del hombre y la salvaguardia de lo creado», de modo que «si la cultura tiende hacia un nihilismo, si no teórico, practico, la naturaleza no puede sino pagar las consecuencias»
Así, el Santo Padre ha renovado un «llamamiento a invertir en la educación, proponiéndose como objetivo, además de la necesaria transmisión de nociones técnicas y científicas, una mayor y más profunda responsabilidad ecológica, basada en el respeto del hombre y de sus derechos y deberes fundamentales. Sólo así el compromiso en favor del ambiente puede llegar a ser verdaderamente educación a la paz y construcción de la paz».