(Agencias/InfoCatólica) El Papa Benedicto XVI presidió ayer a las seis en la Basílica Vaticana las primeras Vísperas de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios, con la adoración del Santísimo Sacramento, el canto del tradicional himno del Te Deum de acción gracias y la bendición eucarística. El Pontífice llegó en procesión al altar de la Confesión mientras el coro cantaba el himno Tu es Petrus.
En su breve homilía, el Santo Padre afirmó: «Con la encarnación del Hijo de Dios, la eternidad entró en el tiempo y la historia del hombre se abrió a su plenitud en el absoluto de Dios. El tiempo ha sido –se puede decir–“tocado” por Cristo, el Hijo de Dios y de María, y de él ha recibido un significado nuevo y sorprendente: se ha convertido en tiempo de salvación y de gracia». «Es precisamente en esta perspectiva –continuó Benedicto XVI– cómo debemos considerar el paso de un año a otro, para poner nuestra vida bajo el signo de la salvación y para agradecer a Dios habernos dado “'la insólita posibilidad” de ser sus hijos».
Continuó el Papa: «Mi solicitud se extiende a quienes viven en nuestra ciudad, en especial a cuantos se encuentran en situaciones de dificultad y de dolor: a todos y a cada uno os aseguro mi cercanía espiritual, acompañada de mi constante recuerdo en la oración». Dijo que la Iglesia se preocupa «por promover el desarrollo integral de la persona humana» y que se alegraba por el programa diocesano para la «acción capilar apostólica», que se está desarrollando en los dos ámbitos «esenciales para la vida y la misión de la Iglesia», la Eucaristía y la caridad.
Jóvenes y vocaciones
Respecto a los jóvenes, el Papa aseguró: «A lo largo de los años tantas familias, muchos profesores, las comunidades parroquiales, se dedican a ayudar a los jóvenes a construir su futuro sobre fundamentos sólidos, en particular sobre la roca que es Jesucristo. Deseo que en esta renovada tarea educativa se dé cada vez más una fecunda sinergia entre la comunidad eclesial y la ciudad para ayudar a los jovenes a proyectar su propia vida».
Finalmente, Benedicto XVI se refirió también a los sacerdotes, y expresó su deseo de nuevas vocaciones: «Roma tiene necesidad de sacerdotes que sean anunciadores vigorosos del Evangelio y al mismo tiempo revelen el rostro misericordioso del Padre. Invito a los jóvenes a no tener miedo de responder con el don completo de su propia existencia a la llamada que el Señor les dirige a seguirlo en la vida del sacerdocio o de la vida consagrada».
Al finalizar el rezo de las Vísperas, el pontífice se trasladó hasta el centro de la plaza de San Pedro, donde está colocado un gran Nacimiento junto a un árbol navideño de 30 metros, en el papamóvil. Tras saludar a un grupo de fieles que se encontraban en el lugar, se dirigió hasta el nacimiento, donde admiró las piezas y oró unos instantes, de rodillas, ante la imagen del niño Jesús. Mientras, la banda de música de la Guardia Suiza Pontificia ejecutó algunas melodías navideñas, entre ellas el tradicional Noche de Paz.