(NuovaBussola/InfoCatólica) El lunes 20 de enero, el Teatro Guanella de Milán fue escenario de la presentación del último libro del cardenal Rkobert Sarah, Dio esiste? Il grido dell'uomo che chiede salvezza, publicado por la editorial Cantagalli. El evento, organizado por La Nuova Bussola Quotidiana y La Bussola Mensile, tuvo como eje las reflexiones del cardenal sobre la existencia y la presencia de Dios, y en cómo estas se relacionan con los desafíos actuales que enfrentan tanto la Iglesia como la sociedad. Sarah ofreció un profundo análisis de temas esenciales de la fe cristiana, entre ellos la liturgia, la adoración y la defensa de la Tradición.
Defensa de la Misa Tradicional
Uno de los momentos más destacados de su intervención fue la férrea defensa de la Misa Tradicional, que describió como un pilar de la tradición litúrgica de la Iglesia. Sarah calificó como «un insulto a la historia de la Iglesia y a la Santa Tradición» cualquier intento de cancelar este rito, cuya riqueza espiritual ha sostenido la fe de generaciones de creyentes a lo largo de 1600 años.
«Este proyecto, si es real, parece un intento de romper con la Iglesia de Cristo, de los Apóstoles y de los Santos», advirtió, señalando que la Misa Tridentina fue celebrada por grandes santos como San Padre Pío, San Francisco de Sales, San José María Escrivá y el Santo Cura de Ars. El cardenal enfatizó que esta liturgia no solo es un legado histórico, sino también un medio vital para la santificación del pueblo de Dios.
Citando a Benedicto XVI, recordó que en la historia de la liturgia «no hay rupturas, sino crecimiento y progreso», y destacó que aquello que fue considerado sagrado por generaciones anteriores debe seguir siéndolo para la Iglesia actual. También subrayó que la autoridad del Papa está al servicio de la Tradición Sagrada, afirmando que «no es un monarca absoluto», sino un guardián de la fe transmitida por la Iglesia a lo largo de los siglos.
La centralidad de Cristo y la necesidad de adoración
En su discurso, el cardenal Sarah abordó con urgencia la necesidad de recuperar el sentido de la adoración y del asombro ante el misterio de Dios. Señaló que la pérdida del valor religioso del acto de arrodillarse y adorar a Dios ha llevado a crisis profundas en la Iglesia y en el mundo. «El mundo está muriendo porque carece de adoradores», afirmó, subrayando que la adoración es el primer y privilegiado espacio de encuentro con Dios. Recordó, además, el ejemplo del Santo Cura de Ars, quien decía: «Lo miro y Él me mira», como una síntesis de la contemplación y el diálogo interior con el Creador.
En esta línea, destacó que la Santa Misa no debe convertirse en un evento social o cultural, sino que debe preservar su carácter sagrado como memoria viva de la muerte y resurrección de Cristo. Sarah insistió en que la Eucaristía es «el Sacramento más vital, la vida de nuestra vida y el don más precioso que hemos heredado». Defendió la necesidad de celebraciones litúrgicas dignas, bellas y fieles a la tradición, como medio para fortalecer la fe y la confianza en Dios.
La crisis del relativismo y la centralidad de la fe
Otro de los temas centrales abordados por el cardenal fue la crisis del mundo moderno, que describió como consecuencia de una «dictadura del relativismo». Sarah advirtió que este fenómeno está desarraigando a la sociedad de los valores fundamentales, promoviendo un individualismo que deja al ser humano a merced de sus deseos y alejado de la verdad objetiva de Cristo.
Citando al entonces cardenal Joseph Ratzinger, quien alertó en 2005 sobre los riesgos del relativismo, Sarah enfatizó que «una fe madura no es aquella que sigue las modas, sino la que está profundamente arraigada en la amistad con Cristo». Según el cardenal, la falta de una fe firme y la renuncia al sentido del sagrado son las causas principales de la inquietud y el vacío existencial que afectan al mundo actual.
La Iglesia como defensora de la vida y la dignidad humana
Sarah también abordó cuestiones éticas fundamentales, denunciando el avance de lo que describió como un «nuevo paganismo» que ha desacralizado la vida humana y las relaciones entre las personas. Criticó las ideologías globalistas y de género promovidas por instituciones como las Naciones Unidas, calificándolas de intentos de imponer agendas deshumanizadoras y utilitaristas.
El cardenal subrayó que la Iglesia, fiel a su misión, debe defender la vida y la dignidad de cada ser humano, especialmente de los más vulnerables, como los no nacidos, los ancianos, los discapacitados y quienes se sienten abandonados. En este sentido, llamó a los católicos a resistir las presiones culturales y políticas que buscan redefinir la naturaleza humana y a reconocer la identidad masculina y femenina como un don de Dios.