(InfoCatólica) En la mañana del 1 de enero de 2025, en la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, el Papa Francisco presidió la Santa Misa en la Basílica de San Pedro, marcando el inicio de un nuevo año y la conmemoración de la LVIII Jornada Mundial de la Paz.
El Pontífice centró su homilía en la figura de María, señalando que, como Madre, nos orienta siempre hacia su Hijo, Jesús. Recordando las palabras de San Ambrosio, destacó que María es «la puerta a través de la cual Cristo entró en el mundo». Este misterio de la encarnación, sintetizado por San Pablo al decir que Jesús nació de una mujer (Ga 4,4), remite tanto al inicio de la vida terrena del Salvador como a la fragilidad inherente a la humanidad.
El Papa subrayó que Cristo, al asumir nuestra carne, no se reveló en la grandeza, sino en la pequeñez: «Dios, en su Sabiduría, prefirió venir al mundo como niño pequeño y débil, necesitado de los cuidados de una Madre». Esta elección divina, según explicó, marca toda la vida de Jesús, quien vivió en la sencillez y mostró la misericordia y compasión de Dios a través de su humanidad.
Francisco también destacó la misión de María como guía hacia Cristo en nuestra vida diaria, especialmente en las situaciones de fragilidad y necesidad que encontramos en quienes nos rodean. «Invocándola como Madre de Dios, afirmamos que Él se hizo verdaderamente hombre y habita en este tiempo nuestro, con su presencia de amor», afirmó el Pontífice.
En el contexto de la Jornada Mundial de la Paz, el Papa hizo un llamamiento a cuidar y proteger toda vida humana, desde su concepción hasta su muerte natural. En sus palabras, esta defensa de la vida es «la base fundamental para construir una civilización de la paz». Instó a todos los fieles a asumir un compromiso firme con la dignidad de cada ser humano, especialmente de aquellos que sufren o viven en situaciones de vulnerabilidad.
Francisco concluyó su homilía con una invocación a María como Madre de Dios y Madre de todos, confiándole el nuevo año jubilar y pidiendo su intercesión para que la esperanza renazca y la paz florezca en el mundo. En un momento conmovedor, invitó a los presentes a aclamar tres veces: «¡Santa Madre de Dios!», recordando la devoción de los primeros cristianos en Éfeso.