(InfoCatólica) G.K. Chesterton decía en «¿Por qué soy católico?»
No hay ningún otro caso de una continua institución inteligente [se refiere a la Iglesia] que haya estado pensando sobre pensar por dos mil años. Su experiencia naturalmente cubre casi todas las experiencias, y especialmente casi todos los errores. El resultado es un mapa en el que todos los callejones ciegos y malos caminos están claramente marcados, todos los caminos que han demostrado no valer la pena por la mejor de las evidencias; la evidencia de aquellos que los han recorrido.
El magisterio de la Iglesia sobre la familia, aunque solo fuese desde un punto de vista cultural, habría que tenerlo en cuenta. La crisis de la familia tiene efectos catastróficos en todos los niveles.
Hace unos días el New York Times alertaba de que gran parte de la próxima generación no tendrá la ocasión de ser abuelo, de vivir esa experiencia, y eso no va a ser lo peor, ni habrá que esperar tanto.
La plaga de soledad afecta a muchas personas y se hace más patente en estas fechas navideñas. Ya ocurría en China y en Europa y América no se quiso ver. Hace ya doce años, tuvieron que promulgar una ley para obligar a los hijos a «volver a casa con frecuencia para visitar a sus padres», no solo hay una preocupación «por los mayores», también una preocupación por los costes derivados de esa atención que antes asumían de mil amores los hijos. Quizá no todos pero había varios. En el caso chino, quizá la prohibición era una excusa, en el «occidental» no.
Un reportaje de El Confidencial, ha puesto de manifiesto algunas situaciones derivadas de la crisis de natalidad, un problema que no solo tiene impacto social en su consecuencia, el mejor número de habitantes, también en sus causas. Las virtudes que se aprenden en casa, en el roce entre hermanos también están ausentes.
El grupo europeo de periodistas pone de relieve que la soledad se ha convertido en un problema creciente en Europa, afectando a un 35% de la población, según la encuesta EU-LS 2022. Durante las festividades, esta sensación se intensifica, como se evidencia en historias de personas mayores que enfrentan la soledad tras la pérdida de seres queridos.
En Francia, la situación ha llevado a la creación de servicios innovadores como «Veiller sur mes parents» («Cuida a mis padres»). de La Poste, que permite a los ciudadanos pagar 23,90 euros al mes para que un cartero visite a sus mayores y converse con ellos. El cliente elige el día de la visita del cartero y un trabajador de correos confirma la cita. «Si el cliente da su consentimiento, el cartero va a su casa para tener un momento de conversación amistosa, para controlarlo y discutir de temas que le interesan», describe la web del programa. El año de la pandemia se dieron de alta cerca de 9.000 clientes.
No parece tan relevante el «modelo de negocio» que ha mercantilizado un servicio que antes era natural, como la necesidad que hay ahora de él. La optimización de tiempos del cartero para cubrir las rutas es la que provoca que haya que asumir ese coste extra para que el cartero «pierda el tiempo».
¿Cuida a mis padres? ¿Por qué no tú mismo? Se podría responder.
Otras iniciativas europeas
La soledad no es un fenómeno exclusivo de Francia. En España, la situación es similar, con un 20% de la población sufriendo soledad no deseada. La Fundación ONCE y la Fundación AXA han señalado que muchas personas llevan años en esta situación. Sin embargo, iniciativas como «Adopta un abuelo» están ayudando a conectar a jóvenes con ancianos, enviando cartas y creando vínculos intergeneracionales.
En Polonia, el contacto físico también se ha vuelto esencial. María, de 85 años, espera con ansias la visita de una masajista, lo que resalta la necesidad de interacción física en la vida de los mayores. La masajista Agnieszka Kawula ha creado un voluntariado para ofrecer masajes a personas dependientes, reconociendo que el contacto físico es fundamental para el bienestar emocional de los ancianos.