(InfoCatólica) En el mensaje del Papa, el desarme se plantea como un eje central para la construcción de un futuro más justo y pacífico. El Pontífice destaca que el mismo no solo se refiere a la reducción de armamento, sino que también implica transformar las estructuras sociales y el corazón humano. Según el Papa, el desarme es esencial para romper las cadenas de la injusticia y las dinámicas que perpetúan los conflictos y las desigualdades:
«El desarme del corazón es un gesto que involucra a todos, a los primeros y a los últimos, a los pequeños y a los grandes, a los ricos y a los pobres».
Francisco propone que un porcentaje de los recursos dedicados a la industria militar se destine a un Fondo Mundial para eliminar el hambre, promover el desarrollo sostenible y combatir el cambio climático en los países más pobres. Este gesto, asegura, permitiría aliviar la desesperanza en las generaciones más jóvenes y evitar que estas se vean atrapadas en ciclos de violencia o desilusión respecto al futuro:
«Debemos buscar que se elimine todo pretexto que pueda impulsar a los jóvenes a imaginar el propio futuro sin esperanza, o bien como una expectativa para vengar la sangre de sus seres queridos».
El Papa también reitera su llamado a la abolición de la pena de muerte en todo el mundo, una medida que considera fundamental para defender la inviolabilidad de la vida humana y fomentar una cultura del perdón:
«Esta medida, en efecto, además de comprometer la inviolabilidad de la vida, destruye toda esperanza humana de perdón y de renovación».
Justicia, solidaridad y transformación estructural
El mensaje subraya que el desarme debe ir acompañado de un cambio cultural y estructural, basado en la justicia y la solidaridad. Francisco denuncia las disparidades económicas y la crisis de la deuda externa como formas contemporáneas de explotación, y hace un llamado a condonar las deudas internacionales de los países más pobres: «Pienso en una notable reducción, si no en una total condonación, de la deuda internacional, que grava sobre el destino de muchas naciones».
El Pontífice también resalta la importancia de reconocer la deuda ecológica que los países desarrollados tienen con las naciones en vías de desarrollo. En sus palabras, «la deuda ecológica y la deuda externa son dos caras de una misma moneda de esta lógica de explotación». Por ello, insta a la comunidad internacional a tomar medidas concretas que permitan equilibrar esta desigualdad y avanzar hacia una mayor justicia global.
Además, el Papa aboga por la creación de una nueva arquitectura financiera mundial, fundada en la solidaridad entre los pueblos, para evitar que las soluciones a corto plazo perpetúen los problemas estructurales:
«Para que no se trate de un acto aislado de beneficencia, es necesario, al mismo tiempo, el desarrollo de una nueva arquitectura financiera, que lleve a la creación de un documento financiero global».
Un desarme del corazón y de las estructuras
Francisco invita también a un cambio personal, al que denomina desarme del corazón. Este proceso implica renunciar a las actitudes egoístas y abrazar una lógica de generosidad, perdón y solidaridad. El Pontífice explica que la paz no se limita a la ausencia de guerras, sino que debe ser fruto de un mundo nuevo:
«La paz no se alcanza sólo con el final de la guerra, sino con el inicio de un mundo nuevo, un mundo en el que nos descubrimos diferentes, más unidos y más hermanos de lo que habíamos imaginado».
Para Francisco, el desarme del corazón debe reflejarse en gestos sencillos y cotidianos, como una sonrisa o un gesto de amistad, que permitan avanzar hacia una sociedad más fraterna. Al mismo tiempo, reitera que estas acciones personales deben complementarse con compromisos políticos y sociales de mayor envergadura.
Un llamado a la acción
El Papa concluye su mensaje invitando a todos, desde los líderes mundiales hasta las personas de buena voluntad, a comprometerse con este camino hacia la paz. Enfatiza que la verdadera paz no es el resultado de negociaciones políticas, sino un don de Dios que surge en un corazón desarmado:
«Busquemos la verdadera paz, que es dada por Dios a un corazón desarmado: un corazón que no se empecina en calcular lo que es mío y lo que es tuyo».
Con este mensaje, Francisco hace un llamamiento urgente para que el 2025 sea un año de transformación, en el que se escuchen los gritos de los más pobres, se condonen las deudas, se reduzcan las desigualdades y se apueste por un futuro de esperanza. «Cuando el Amor y la Verdad se encontrarán, la Justicia y la Paz se abrazarán», concluye, citando al salmista.