(CNA/InfoCatólica) El currículo, que estará disponible a partir de la primavera de 2024, contiene lecciones basadas en textos del Génesis, los Salmos y el Nuevo Testamento, entre otros. Un ejemplo destacado es el uso de la parábola del buen samaritano para enseñar la Regla de Oro. Aunque el programa es opcional, las escuelas participantes recibirán fondos adicionales para implementar el currículo durante el año académico 2025-2026.
Postura de los críticos
La aprobación del currículo ha suscitado críticas significativas. Según el Texas Tribune, opositores del programa temen que su contenido fomente la imbricación de la religión en las instituciones públicas, erosionando las protecciones legales que existen para las minorías religiosas.
Uno de los principales argumentos de los críticos es que el programa podría alienar a estudiantes de otras tradiciones religiosas o a quienes no tienen afiliación religiosa. «Es una forma de adoctrinamiento», declaró un padre al medio de comunicación, mostrando su preocupación por el impacto en la educación laica.
Además, los detractores advierten que la implementación del currículo puede conducir a demandas legales, ya que, según argumentan, podría violar los principios constitucionales de separación entre iglesia y estado.
Defensores de la propuesta
Entre los defensores del programa, Mary Elizabeth Castle, directora de relaciones gubernamentales de la organización Texas Values, subrayó la importancia cultural y educativa de la Biblia en el contexto occidental. Según Castle, «estos materiales han sido atacados únicamente por intentar borrar cualquier mención de la religión en las aulas, lo que generaría un ambiente hostil para la libertad de expresión».
Castle argumenta que el conocimiento de las Escrituras no solo enriquece el aprendizaje de los estudiantes, sino que también fomenta una comprensión más profunda de la historia, la literatura y la moralidad en el mundo occidental.
El P. Steve Grunow, sacerdote católico director ejecutivo de Word on Fire, consideró que el objetivo del currículo es «loable» en su intento de destacar «la influencia cultural y las perspectivas morales de las Escrituras».
Grunow señaló que la Biblia ha tenido un impacto cultural global innegable y que no debería ser ignorada en los planes de estudio académicos. Sin embargo, advirtió que su inclusión en la educación pública plantea importantes desafíos. «La cuestión abierta y a menudo volátil es cómo hacerlo de la mejor manera posible», explicó.
Para Grunow, enseñar la Biblia en las escuelas públicas requiere un enfoque que respete su significado como texto sagrado para los creyentes. «La Biblia no solo tiene un valor cultural, sino que para los creyentes es revelación de Dios. Ninguna interpretación de su significado puede caracterizarse como neutral, y es evidente que la Biblia misma no se presenta como relativa, ya que el texto busca convencernos de la verdad de sus afirmaciones», afirmó.
Las informaciones aportadas hasta el momento no especifican si entre los textos bíblicos que se incluirán figurarán los que se puedan citar de los libros deuterocanónicos, que son parte del canon bíblico rechazado por los protestantes.
Perspectiva legal
Desde el ámbito jurídico, Marc DeGirolami, codirector del Centro de Derecho y Persona Humana de la Universidad Católica de América, indicó que, desde el punto de vista constitucional, la iniciativa no es ilegal si se limita a enseñar sobre la Biblia en un contexto cultural e histórico.
«No está permitido hacer proselitismo, es decir, enseñar un conjunto particular de creencias religiosas como verdadero y otras como falsas. Sin embargo, enseñar sobre religión, incluidas las conexiones históricas y culturales entre el cristianismo y la república estadounidense, no está prohibido», explicó DeGirolami.
El experto subrayó que la implementación del currículo será clave para determinar si este respeta los límites legales. «La línea entre enseñar sobre religión y enseñar religión puede ser difusa. Todo dependerá de cómo se apliquen estas políticas curriculares», añadió.
DeGirolami también cuestionó las críticas que buscan excluir el cristianismo de la educación pública, calificándolas de discriminatorias. «El currículo escolar está diseñado para desarrollar en los niños ciertos valores cívicos, morales, políticos y culturales, junto con habilidades básicas. Esos valores presuponen respuestas a preguntas fundamentales que también son abordadas por el cristianismo y muchas otras religiones», afirmó.
Tensión entre inclusión religiosa y laicidad
El debate en torno al currículo refleja una tensión más amplia en Estados Unidos sobre el papel de la religión en las instituciones públicas. Para algunos críticos, la inclusión de referencias bíblicas en las aulas representa un retroceso en los esfuerzos por garantizar la neutralidad religiosa en la educación pública.
Por otro lado, los defensores argumentan que excluir referencias a una tradición religiosa específica, como el cristianismo, mientras se enseñan valores morales y culturales, constituye una forma de sesgo. Según DeGirolami, «decir que el cristianismo, por ser ‘religioso’, no debe incluirse en esa discusión, es manipular la categoría de ‘religión’ para excluir posiciones que algunos consideran incorrectas o no deseables».