(Fides/InfoCatólica) Desde 2012, Malí atraviesa una crisis multidimensional que incluye problemas de seguridad, institucionales y económicos, según ha señalado Jonas Dembélé, Obispo de Kayes y Presidente de la Conferencia Episcopal de Malí, en una entrevista concedida a la Agencia Fides.
Excelencia, ¿cómo está viviendo la Iglesia en Malí la crisis que se ha apoderado del país desde 2012?
Últimamente la crisis se ha intensificado, sobre todo por la violencia yihadista y el aumento del bandidaje, que afectan tanto a cristianos como a toda la población maliense.
La situación más difícil se vive en la diócesis de Mopti, donde los sacerdotes ya no pueden acceder a ciertas zonas y algunas iglesias han sido profanadas. En algunas localidades se restringe la libertad de culto. Por ejemplo, aunque se permite rezar, no se puede cantar en asambleas. Además, los cristianos deben pagar el zakat (un impuesto islámico) o tributos específicos como dhimmíes para seguir practicando su fe.
La inseguridad ha provocado desplazamientos masivos. Muchas personas han huido de sus aldeas porque el Estado no garantiza su seguridad. Esto ha afectado a los agricultores, quienes no han podido recoger sus cosechas. Este año, además, las inundaciones han empeorado su situación.
¿Qué está haciendo la Iglesia para ayudar a los desplazados de las zonas bajo control de los grupos yihadistas?
Cáritas, desde 2012, está activa en la ayuda a los desplazados en todas nuestras diócesis. En Bamako, por ejemplo, hay un centro que acoge a desplazados del norte. (Fides/InfoCatólica) Es importante destacar que muchas de las personas que llegan a nuestros centros son musulmanas. Esto permite cambiar la percepción que tienen de la Iglesia, mostrando que trabajamos para todos sin distinción.
El Papa Francisco nos recuerda en Fratelli tutti que todos somos parte de una misma familia. Hemos adoptado esta encíclica como una herramienta pastoral y un medio de diálogo con otras religiones. Por ejemplo, en una reunión con líderes musulmanes mostramos una fotografía del Papa con líderes islámicos. Esto conmovió profundamente a nuestros interlocutores. También estuvo presente un sacerdote congoleño, que había estudiado islam en Roma y habla árabe. Los musulmanes quedaron sorprendidos al ver a un sacerdote católico hablar su lengua.
¿Hay signos de esperanza en esta situación?
Sí. Un avance significativo ha sido la promulgación de la nueva Constitución en 2023, que reafirma que Malí es una república democrática y laica. Esto garantiza que cada maliense pueda profesar libremente su fe.
Mantenemos buenas relaciones con los líderes del Estado y con dirigentes musulmanes. Hay líderes musulmanes muy abiertos al diálogo. Por ejemplo, en mi diócesis de Kayes trabajamos en armonía con los Ansar Dine, que son musulmanes moderados, un movimiento sufí (que no debe confundirse con el grupo yihadista del mismo nombre). Desde hace tres años organizamos encuentros interreligiosos, sobre todo con jóvenes, para fomentar el diálogo y la apertura hacia el otro.
¿Qué papel tienen las escuelas católicas en el diálogo interreligioso?
En primer lugar, hay que mencionar el legado de los Misioneros de África que, desde los inicios de la evangelización del país, apostaron por la escuela como lugar de encuentro donde educar juntos a niños y jóvenes musulmanes y cristianos.
Actualmente, el 80% de los alumnos de las escuelas católicas son musulmanes. Esto crea lazos de estima mutua y amistad entre miembros de distintas confesiones. A este respecto, no hay que olvidar la religión tradicional que está presente junto al islam y el cristianismo. Cristianos, musulmanes y seguidores de religiones tradicionales (como las creencias animistas) pueden convivir en la misma familia. Esto permite el diálogo a nivel social, sobre todo cuando hay acontecimientos que se celebran juntos. Por ejemplo, cuando hay una boda católica, acogemos a los musulmanes que quieran venir a la iglesia.
También hay un acontecimiento nacional que atrae a malienses de todas las confesiones y se celebra en su diócesis...
Se trata de la peregrinación mariana nacional a Kita, a finales de noviembre (30 de noviembre-1 de diciembre), a la que acuden cristianos (católicos y protestantes) y creyentes musulmanes. Recuerdo a una mujer musulmana que vino a presentar su bebé a la Virgen María, a la que previamente había pedido la gracia de tener un hijo. Se la había concedido, así que acudió al santuario con su hijo, diciendo a todo el mundo: «No soy cristiana, soy musulmana, pero María me ha concedido mi petición». A la peregrinación también acuden funcionarios del Estado para pedir la paz para nuestro país.
En conclusión, ¿qué hace falta para restablecer la paz en Malí?
El terrorismo no es solo un problema maliense, sino internacional. En nuestro país, a pesar de las dificultades, intentamos promover la paz dialogando con nuestros hermanos musulmanes y nuestros hermanos que profesan la religión tradicional.
Está claro que la solución no puede ser solo militar; si no se satisfacen las necesidades básicas de la población, será difícil restablecer la paz.
Esperemos que pronto empecemos a ver la luz al final del túnel. Como comunidad eclesial, nuestra primera arma es la oración. Rezamos sin cesar por la paz. Junto a ello, necesitamos el compromiso de todos, porque la paz es, en efecto, un don de Dios, pero para ser aceptada necesita la voluntad de los hombres de trabajar por ella. Por eso, como obispos de los países de la región (Burkina Faso, Níger, Ghana y Costa de Marfil) actuamos juntos para que nuestras poblaciones vivan en concordia y paz. Un compromiso que compartimos con los dirigentes musulmanes de nuestros países.