(Katholisch/InfoCatólica) El Papa Francisco introducirá, a partir del próximo año, una jornada de conmemoración de los «santos de todos los días y de al lado». Numerosos fieles están contentos con la idea de esta celebración, puesto que sostienen que de esta manera se compensa, al menos parcialmente, un gran déficit de la Iglesia Católica en el trato con los santos: las personas «elevadas a los altares» –es decir, santificadas– son casi exclusivamente personas que viven célibes: sacerdotes y religiosas. Sin embargo, si los santos son los «representantes sobresalientes de la Iglesia» en quienes «mejor se puede leer qué es la Iglesia» (según el Catecismo de Adultos Católicos de 1985), surge la pregunta: ¿quién representa a los cristianos que no son clérigos o que no viven de forma célibe?
Los «héroes cotidianos» pueden ser espejos que nos muestran las opciones de una vida bien vivida, un camino progresivo hacia nuestra propia santificación. Romano Guardini los llama «santos de lo insignificante»: lo decisivo no es que una persona planee hacer algo extraordinario, sino simplemente que haga «lo que la hora le exija, de vez en cuando».
«Santos de lo insignificante»: son personas que colaboran en proyectos diversos: en la mesa de la caridad, en la misión de la estación de trenes, en el servicio telefónico de asistencia, en proyectos locales de vecindad, encuentros y refugiados, en el trabajo en hospicios y con personas en duelo, en proyectos de ayuda para países más pobres, en donación de órganos, en proyectos de paz. Jóvenes trabajan como misioneros por un tiempo en un país extranjero o se forman como mediadores escolares.
Entre los «santos del día a día» también están quienes se comprometen en instituciones religiosas como los «Sternsinger» (reyes magos), ministrantes, sacristanes y trabajadores de juventud. También entran en esta categoría personas con coraje cívico y salvadores de vidas. O son personas que simplemente actúan con honestidad o respetan las reglas de juego en el deporte. Un grupo particular son aquellos que muestran cómo logran superar sus limitaciones personales. En lugar de nombrar de forma abstracta virtudes y valores, estas personas les dan un rostro.
¿Cómo se convierte alguien en un héroe?
Al revisar los cientos de ejemplos en la base de datos de los «héroes locales», se han identificado las siguientes características:
- Educación y ejemplo de los padres: El entorno familiar y la motivación por parte de otros comprometidos motivan a las personas a involucrarse en la sociedad civil.
- Atención: Los héroes cotidianos caminan por el mundo con los ojos bien abiertos, dejando que la necesidad y el sufrimiento de los demás los toquen.
- Gratitud: Los «héroes locales» siempre mencionan que miran hacia atrás con gratitud por una vida plena, y por ello desean devolver algo a la sociedad.
- Creatividad y espontaneidad: Los héroes cotidianos tienen un corazón amplio y no se aferran a las seguridades, por lo que están dispuestos a actuar de forma espontánea.
- Disfrutar juntos: Participar activamente en un grupo de personas afines, incluso en forma de eventos, resulta satisfactorio. Quien se compromete, es más feliz en la vida.
- Motivos religiosos: La acción social no es privilegio de las personas religiosas. Los motivos religiosos se expresan de forma muy reservada, ya que los héroes cotidianos no llevan su fe como un escudo, sino que es un fundamento profundo que expande la relación entre Dios y el ser humano hacia la relación entre las personas.
Lo que caracteriza a los héroes del día a día es que son humildes («eso no es nada especial») y no presumen; crecen poco a poco en su rol de héroes y luego son muy persistentes cuando se trata de su proyecto. Que sean casi «personas normales», a excepción de su compromiso específico, los hace especialmente adecuados para inspirar a los demás: incluso en una sociedad de bienestar, es posible actuar de forma altruista. Y el compromiso también puede ser temporal, como el buen samaritano (Lc 10, 29-37), que ayuda y luego sigue su camino. Las encuestas a voluntarios muestran que los miembros de la Iglesia Católica y Evangélica se comprometen con mucha más frecuencia que las personas sin afiliación religiosa. Esto no sorprende, pues el cristianismo ofrece directrices éticas concretas (Decálogo, Sermón de la Montaña) para sus miembros.
«Todos estamos llamados a ser santos»
Los «santos de al lado» pueden realmente ser espejos para todos nosotros; también este pensamiento ya lo había expresado el Papa Francisco: «Todos estamos llamados a ser santos, viviendo en el amor y dando nuestro testimonio personal en nuestras acciones cotidianas, cada uno en su lugar, allí donde se encuentra.» (Papa Francisco, Encíclica «Gaudete et exsultate», 2018, No. 14).
Con este cambio de perspectiva, de los grandes modelos hacia los pequeños santos del día a día, se vinculan consideraciones muy prácticas: los santos del día a día también se encuentran en nuestro entorno. Por ello, por ejemplo, los grupos escolares o de confirmación pueden llevar a cabo una búsqueda de huellas localmente y dialogar con los héroes del día a día, entrevistarlos, organizar una exposición, producir pódcast o crear un extraordinario «calendario de Todos los Santos».
En las parroquias, se puede motivar a los voluntarios para que presenten ellos mismos sus proyectos en la página web de la parroquia, en el boletín parroquial o en el tablero de información de la iglesia. También es interesante generar impulsos para conversaciones familiares: ¿quién me impresiona? ¿De quién puedo aprender algo? ¿Quién me motiva? Sabemos, por diversas investigaciones que, al plantear preguntas serias, no se mencionan celebridades o estrellas, sino personas del entorno cercano y la propia familia. El Papa tiene razón: ¡los santos de al lado merecen ser observados más de cerca!