(RiposteCatholique/InfoCatólica) Con motivo del coloquio «Eutanasia, Derecho y Religión(es)», organizado por la Facultad de Derecho del Campus de Laval (ndr: dependiente de la universidad de Le Mans), bajo la dirección científica de Pierre-Louis Boyer, profesor titular en Historia del Derecho y Decano de la Facultad de Derecho, Ciencias Económicas y Gestión – Campus de Mans y de Laval, Monseñor Matthieu Dupont intervino sobre el tema de la eutanasia.
El obispo de Sées, doctor en farmacia y licenciado en teología con especialización en bioética, expuso desde el ángulo de la teología y la fe su opinión de que el proyecto de ley n.º 2462 relativo a la atención de los enfermos y el fin de la vida, presentado en la Asamblea Nacional el 10 de abril de 2024, también denominado «ley de fraternidad», en realidad distorsiona el concepto de fraternidad.
En una intervención de unos veinte minutos, Monseñor Matthieu Dupont presentó su perspectiva:
Eutanasia, suicidio asistido: ¿escándalos de la fraternidad humana?
Para responder a esta cuestión, expuso la visión cristiana de la vida. Para los cristianos, la vida tiene una finalidad, un objetivo, que no es solo la existencia terrenal, sino también, y sobre todo, la vida eterna. Así, los cristianos entienden de forma diferente el concepto de «fin de vida». El Papa Francisco, en Dignitas infinita, recuerda que la dignidad del ser humano es otorgada desde el nacimiento, y que es «inalienable e intrínseca». Nos corresponde, pues, a cada uno de nosotros poder optar por vivir el paso de la imagen a la semejanza de Dios. La fin de la vida es, por tanto, un proceso de transformación hacia esa semejanza divina.
Monseñor Dupont destacó además que el ser humano es un ser de relaciones, apoyándose en los escritos del teólogo Hans Urs von Balthasar: la relación hombre-mujer, la relación cuerpo-alma y la relación individuo-sociedad. Estos tres pilares son fundamentales para concebir un final de vida humano y respetuoso de la dignidad de la persona, y representan un llamado a la comunión.
La polaridad cuerpo-alma se ve especialmente afectada en la fase final de la vida. ¿Cómo reconocer estos sufrimientos físicos o psicológicos y acompañar al enfermo hacia una nueva armonía entre cuerpo y alma que le permita mantener su dignidad?
«¿Cómo lograr promover una vida en sociedad que honre al individuo sin aislarlo, de manera que la voluntad individual no se vuelva absoluta?»
Apoyándose en el Decálogo, «No matarás», Monseñor Dupont recordó que Dios dio al hombre una carta de vida que implica aceptar que otro cuide de uno mismo, aceptar ser protegido y ayudado. A través de los diez mandamientos, Dios otorga a su pueblo una dimensión colectiva y fraterna. El desafío de nuestra sociedad será vivir esta fraternidad con los más frágiles, como afirma el Papa Francisco en Fratelli tutti: «Cuidar de la fragilidad significa fuerza y ternura[…] para luchar contra la cultura del descarte».
Finalmente, el obispo advirtió sobre el riesgo de esta ley: si el ser humano ya no puede decidir, ¿entonces ya no sería digno? Todos los seres humanos poseen la misma dignidad, independientemente de su capacidad para expresarla de forma adecuada. Al final de la vida, la dignidad puede parecer ausente debido a la enfermedad y el sufrimiento, lo que puede llevar a pensar que uno ya no es digno de vivir. Por ello, es fundamental recordar que la dignidad debe ser sostenida (Dignitas infinita n.º 52) mediante cuidados paliativos adecuados, evitando al mismo tiempo el ensañamiento terapéutico.
Recordando que la ley existe para proteger al más débil y al más pobre, Monseñor Dupont invitó a contemplar la relación entre el cuidador y el paciente, como modelo de acogida recíproca, donde la dignidad humana se convierte en un valor permanente y fraternal, el cual representa, según él, un reto crucial para nuestra sociedad.