(InfoCatólica) De los 368 miembros del sínodo con derecho a voto, 355 participaron de la votación final. El resto se encontraba fuera de Roma o padecía alguna enfermedad.
Estos 8 puntos recibieron un apoyo unánime:
1. Cada nuevo paso en la vida de la Iglesia es un retorno a la fuente, una experiencia renovada del encuentro con el Resucitado que los discípulos vivieron en el Cenáculo la tarde de Pascua. Al igual que ellos, nosotros también, al participar en esta Asamblea sinodal, nos hemos sentido envueltos en Su misericordia y tocados por Su belleza. Viviendo la conversación en el Espíritu, escuchándonos mutuamente, hemos percibido Su presencia en medio de nosotros: la presencia de Aquel que, al donar el Espíritu Santo, sigue suscitando en Su Pueblo una unidad que es armonía de las diferencias.
15. Del Bautismo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo surge la identidad del Pueblo de Dios. Esta se manifiesta como una llamada a la santidad y una misión de invitar a todos los pueblos a aceptar el don de la salvación (cfr. Mt 28,18-19). Así, es a partir del Bautismo, en el cual Cristo nos reviste de sí mismo (cfr. Gal 3,27) y nos hace renacer del Espíritu (cfr. Jn 3,5-6) como hijos de Dios, que nace la Iglesia sinodal y misionera. Toda la vida cristiana tiene su fuente y su horizonte en el misterio de la Trinidad, que suscita en nosotros el dinamismo de la fe, la esperanza y la caridad.
34. «La creatura humana, en cuanto es de naturaleza espiritual, se realiza en las relaciones interpersonales. Cuanto más auténticamente vive estas relaciones, más madura su identidad personal. No es aislándose que el hombre se valoriza a sí mismo, sino relacionándose con los demás y con Dios. La importancia de tales relaciones se vuelve, entonces, fundamental» (CV 53). Una Iglesia sinodal se caracteriza como un espacio donde las relaciones pueden florecer, gracias al amor mutuo que constituye el nuevo mandamiento dejado por Jesús a Sus discípulos (cfr. Jn 13,34-35). En el seno de culturas y sociedades cada vez más individualistas, la Iglesia, como «pueblo reunido en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» (LG 4), puede dar testimonio de la fuerza de las relaciones fundamentadas en la Trinidad. Las diferencias de vocación, edad, sexo, profesión, condición y pertenencia social, presentes en cada comunidad cristiana, ofrecen a cada uno la posibilidad de ese encuentro con la alteridad que es indispensable para la maduración personal.
51. Es a los Evangelios a donde debemos dirigirnos para trazar la senda de la conversión que se nos exige, aprendiendo a hacer nuestros los comportamientos de Jesús. Los Evangelios nos lo muestran «constantemente escuchando a las personas que se le acercaban por los caminos de Tierra Santa» (DTC 11). Ya fueran hombres o mujeres, judíos o paganos, doctores de la ley o publicanos, justos o pecadores, mendigos, ciegos, leprosos o enfermos, Jesús no rechazó a nadie sin detenerse a escuchar y dialogar. Reveló el rostro del Padre encontrándose con cada uno donde se encontraba su historia y su libertad.
58. Cada bautizado responde a las exigencias de la misión en los contextos en los que vive y opera, a partir de sus propias inclinaciones y capacidades, manifestando así la libertad del Espíritu en la distribución de sus dones. Gracias a este dinamismo en el Espíritu, el Pueblo de Dios, al escuchar la realidad en la que vive, puede descubrir nuevos ámbitos de compromiso y nuevas formas de cumplir su misión. Los cristianos que, en diversas esferas –como la familia, el trabajo, el compromiso cívico, social o ecológico, y en la evangelización del entorno digital–, recorren el mundo y anuncian el Evangelio en sus ambientes de vida, son sostenidos por los dones del Espíritu.
140. En la tarde de Pascua, Cristo otorga a los discípulos el don mesiánico de Su paz y los hace partícipes de Su misión. Su paz representa la plenitud del ser, la armonía con Dios, con los hermanos y hermanas, y con la creación; la misión consiste en anunciar el Reino de Dios, ofreciendo a cada persona, sin excluir a nadie, la misericordia y el amor del Padre. El gesto delicado que acompaña las palabras del Resucitado recuerda el acto creador de Dios. Ahora, en el Cenáculo, con el soplo del Espíritu, comienza la nueva creación: nace un pueblo de discípulos misioneros.
144. La Iglesia cuenta ya con numerosos lugares y recursos para la formación de discípulos misioneros: las familias, las pequeñas comunidades, las parroquias, las asociaciones eclesiales, los seminarios, las comunidades religiosas, las instituciones académicas, además de los espacios de servicio y de trabajo con las personas marginadas, las experiencias misioneras y de voluntariado. En todos estos ámbitos, la comunidad manifiesta su capacidad para educar en el discipulado y acompañar en el testimonio, en un encuentro que a menudo involucra a personas de diferentes generaciones. La piedad popular es también un valioso tesoro de la Iglesia, que enseña al Pueblo de Dios en su camino. En la Iglesia, nadie es únicamente receptor de formación: todos son sujetos activos y tienen algo que ofrecer a los demás.
152. El relato de la pesca milagrosa culmina con un banquete. El Resucitado pidió a los discípulos que obedecieran su palabra, lanzaran las redes y las llevaran a la orilla; sin embargo, es Él quien prepara la mesa e invita a comer. Hay pan y peces para todos, como cuando los multiplicó para la multitud hambrienta. Sobre todo, se siente el asombro y el encanto de Su presencia, tan clara y luminosa que no requiere preguntas. Al compartir la comida con los suyos, después de que lo abandonaron y negaron, el Resucitado vuelve a abrir el espacio de la comunión e imprime en los discípulos el sello de una misericordia que abre al futuro. Por esta razón, los testigos de la Pascua se caracterizan así: "nosotros que comimos y bebimos con Él después de Su resurrección de entre los muertos".
Párrafos con más votos negativos
Sin embargo, estos fueros los párrafos que más votos recibieron en contra:
60. En virtud del Bautismo, hombres y mujeres disfrutan de igual dignidad en el Pueblo de Dios. Sin embargo, las mujeres siguen encontrando obstáculos para obtener un reconocimiento más pleno de sus carismas, de su vocación y de su lugar en los diversos ámbitos de la vida de la Iglesia, en detrimento del servicio a la misión común. Las Escrituras atestiguan el papel principal de muchas mujeres en la historia de la salvación. A una mujer, María Magdalena, se le confió el primer anuncio de la Resurrección; en el día de Pentecostés, en el Cenáculo estaba presente María, la Madre de Dios, junto con muchas otras mujeres que habían seguido al Señor. Es importante que los pasajes correspondientes de las Escrituras encuentren un espacio adecuado dentro de los leccionarios litúrgicos. Algunos momentos cruciales de la historia de la Iglesia confirman la contribución esencial de mujeres movidas por el Espíritu. Las mujeres constituyen la mayoría de quienes frecuentan las iglesias y a menudo son las primeras testigos de la fe en las familias. Son activas en la vida de las pequeñas comunidades cristianas y en las parroquias; gestionan escuelas, hospitales y centros de acogida; están a la cabeza de iniciativas de reconciliación y de promoción de la dignidad humana y la justicia social. Las mujeres contribuyen a la investigación teológica y están presentes en posiciones de responsabilidad en las instituciones vinculadas a la Iglesia, en las curias diocesanas y en la Curia Romana. Hay mujeres que desempeñan roles de autoridad o están al frente de comunidades. Esta Asamblea invita a la plena implementación de todas las oportunidades ya previstas por el derecho vigente en relación con el papel de las mujeres, en particular en aquellos lugares donde siguen sin aplicarse. No hay razones que impidan a las mujeres asumir roles de liderazgo en la Iglesia: no se puede detener lo que viene del Espíritu Santo. También la cuestión del acceso de las mujeres al ministerio diaconal sigue abierta. Es necesario continuar el discernimiento al respecto. La Asamblea invita además a prestar mayor atención al lenguaje y a las imágenes utilizadas en la predicación, la enseñanza, la catequesis y la redacción de los documentos oficiales de la Iglesia, dando mayor espacio a la contribución de mujeres santas, teólogas y místicas.
97 votos en contra
125. Las Conferencias Episcopales expresan y realizan la colegialidad de los Obispos para favorecer la comunión entre las Iglesias y responder de manera más eficaz a las necesidades de la vida pastoral. Son un instrumento fundamental para crear lazos, compartir experiencias y buenas prácticas entre las Iglesias, adaptar la vida cristiana y la expresión de la fe a las diversas culturas. También juegan un papel importante en el desarrollo de la sinodalidad, con la participación de todo el Pueblo de Dios. Sobre la base de lo surgido durante el proceso sinodal, se propone: a) recoger los frutos de la reflexión sobre el estatuto teológico y jurídico de las Conferencias Episcopales; b) precisar el ámbito de la competencia doctrinal y disciplinaria de las Conferencias Episcopales. Sin comprometer la autoridad del Obispo en la Iglesia que se le ha confiado ni poner en peligro la unidad y la catolicidad de la Iglesia, el ejercicio colegiado de dicha competencia puede favorecer la enseñanza auténtica de la única fe de una manera adecuada e inculturada en los diferentes contextos, identificando las expresiones litúrgicas, catequéticas, disciplinarias, pastorales, teológicas y espirituales adecuadas (cf. AG 22).
45 votos en contra
27. Existe un vínculo estrecho entre "synaxis" y "synodos", entre la asamblea eucarística y la sinodal. Aunque de forma diversa, en ambas se realiza la promesa de Jesús de estar presente donde dos o tres se reúnen en Su nombre (cf. Mt 18,20). Las asambleas sinodales son eventos que celebran la unión de Cristo con Su Iglesia a través de la acción del Espíritu. Es Él quien asegura la unidad del Cuerpo eclesial de Cristo en la asamblea eucarística como en la sinodal. La liturgia es un escuchar la Palabra de Dios y una respuesta a Su iniciativa de alianza. También la asamblea sinodal es un escuchar la misma Palabra, que resuena tanto en los signos de los tiempos como en el corazón de los fieles, y una respuesta de la asamblea que discierne la voluntad de Dios para ponerla en práctica. Profundizar en el vínculo entre liturgia y sinodalidad ayudará a todas las comunidades cristianas, en la diversidad de sus culturas y tradiciones, a asumir estilos celebrativos que manifiesten el rostro de una Iglesia sinodal.
43 votos en contra
148. A lo largo del proceso sinodal, se ha expresado ampliamente la solicitud de que los caminos de discernimiento y formación de los Candidatos al ministerio ordenado estén configurados en estilo sinodal. Esto significa que deben prever una presencia significativa de figuras femeninas, una inserción en la vida cotidiana de las comunidades y la educación para colaborar con todos en la Iglesia y practicar el discernimiento eclesial. Esto implica una inversión valiente de energías para la preparación de los formadores. La Asamblea solicita una revisión de la "Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis" que incorpore las demandas surgidas en el Sínodo, traduciéndolas en indicaciones precisas para una formación en la sinodalidad. Los caminos formativos deben despertar en los candidatos la pasión por la misión "ad gentes". No menos necesaria es la formación de los Obispos, para que puedan asumir cada vez mejor su misión de componer en unidad los dones del Espíritu y ejercer la autoridad conferida en estilo sinodal. El estilo sinodal de formación implica que la dimensión ecuménica esté presente en todos los aspectos de los caminos hacia el ministerio ordenado.
40 votos en contra
92. En una Iglesia sinodal, la competencia decisional del Obispo, del Colegio Episcopal y del Obispo de Roma es inalienable, ya que está arraigada en la estructura jerárquica de la Iglesia establecida por Cristo al servicio de la unidad y del respeto a la legítima diversidad (cf. LG 13). Sin embargo, no es incondicional: una orientación que surja en el proceso consultivo como resultado de un correcto discernimiento, sobre todo si ha sido realizada por los organismos de participación, no puede ser ignorada. Por tanto, resulta inadecuada una contraposición entre consulta y deliberación: en la Iglesia la deliberación se realiza con la ayuda de todos, nunca sin la autoridad pastoral que decide en virtud de su oficio. Por esta razón, la fórmula recurrente en el Código de Derecho Canónico, que habla de voto "solamente consultivo" ("tantum consultivum"), debe ser revisada para eliminar posibles ambigüedades. Se hace oportuna, entonces, una revisión de la normativa canónica en clave sinodal, que aclare tanto la distinción como la articulación entre lo consultivo y lo deliberativo, e ilumine las responsabilidades de quienes, en diversas funciones, participan en los procesos decisionales.
39 votos en contra
129. Para realizar una "saludable 'descentralización'" (EG 16) y una eficaz inculturación de la fe, es necesario no solo reconocer el papel de las Conferencias Episcopales, sino también revalorizar la institución de los Concilios particulares, tanto provinciales como plenarios, cuya celebración periódica fue una obligación durante gran parte de la historia de la Iglesia y que están previstos por el derecho vigente en el ordenamiento latino (cf. CIC cánones 439-446). Deberían ser convocados periódicamente. El procedimiento para el reconocimiento de las conclusiones de los Concilios particulares por parte de la Santa Sede (recognitio) debería ser reformado, para fomentar su pronta publicación, indicando plazos temporales precisos o, en el caso de cuestiones puramente pastorales o disciplinarias (no relacionadas directamente con temas de fe, moral o disciplina sacramental), introduciendo una presunción jurídica, equivalente al consentimiento tácito.
38 votos en contra
133. Para incrementar estas relaciones, la Asamblea sinodal propone establecer un Consejo de Patriarcas, Arzobispos Mayores y Metropolitanos de las Iglesias Orientales Católicas, presidido por el Papa, que sea expresión de sinodalidad y un instrumento para promover la comunión y el intercambio del patrimonio litúrgico, teológico, canónico y espiritual. La migración de muchos fieles orientales a regiones de rito latino pone en riesgo su identidad. Para abordar esta situación, se elaborarán instrumentos y normas que refuercen al máximo la colaboración entre la Iglesia latina y las Iglesias Orientales Católicas. La Asamblea sinodal recomienda el diálogo sincero y la fraternal colaboración entre los obispos latinos y orientales, para asegurar una mejor asistencia pastoral para los fieles orientales sin sacerdotes de rito propio y garantizar, con la adecuada autonomía, el involucramiento de los obispos orientales en las Conferencias Episcopales. Propone finalmente al Santo Padre convocar un Sínodo Especial para promover el fortalecimiento y el resurgimiento de las Iglesias Orientales Católicas.
37 votos en contra
136. Entre los lugares para practicar la sinodalidad y la colegialidad a nivel de toda la Iglesia destaca sin duda el Sínodo de los Obispos, que la Constitución Apostólica Episcopalis communio ha transformado de un evento puntual a un proceso eclesial. Instituido por San Pablo VI como una asamblea de obispos convocada para participar, mediante el consejo, en la solicitud del Romano Pontífice por toda la Iglesia, ahora, en forma de un proceso por fases, es una expresión e instrumento de la relación constitutiva entre todo el Pueblo de Dios, el Colegio de los Obispos y el Papa. Todo el Pueblo santo de Dios, los obispos a quienes se les han confiado sus porciones particulares y el Obispo de Roma participan plenamente en el proceso sinodal, cada uno según su función. Esta participación se manifiesta en la Asamblea sinodal reunida alrededor del Papa, que, en su composición, muestra la catolicidad de la Iglesia.
37 votos en contra
78. El proceso sinodal ha renovado la conciencia de que la escucha es una componente esencial de cada aspecto de la vida de la Iglesia: la administración de los sacramentos, en particular el de la Reconciliación, la catequesis, la formación y el acompañamiento pastoral. En este contexto, la Asamblea ha prestado atención a la propuesta de instituir un ministerio de escucha y acompañamiento, mostrando una variedad de orientaciones. Algunos se han expresado a favor, ya que dicho ministerio constituiría un modo profético de subrayar la importancia de la escucha y el acompañamiento en la comunidad. Otros han afirmado que escuchar y acompañar es tarea de todos los bautizados, sin que haya necesidad de un ministerio específico. Otros aún subrayan la necesidad de un mayor análisis, por ejemplo, de la relación entre este posible ministerio y el acompañamiento espiritual, el asesoramiento pastoral y la celebración del sacramento de la Reconciliación. También surgió la propuesta de que el eventual ministerio de la escucha y el acompañamiento se dirija en particular a la acogida de quienes están al margen de la comunidad eclesial, de quienes regresan después de haberse alejado, y de quienes buscan la verdad y desean ser ayudados a encontrar al Señor.
33 votos en contra
124.El horizonte de la comunión en el intercambio de dones es el criterio inspirador de las relaciones entre las Iglesias. Este conjuga la atención a los vínculos que forman la unidad de toda la Iglesia con el reconocimiento y la valoración de las particularidades vinculadas al contexto en que vive cada Iglesia local, con su historia y su tradición. La adopción de un estilo sinodal permite a las Iglesias moverse a ritmos distintos. Las diferencias de ritmo pueden ser valoradas como expresión de una legítima diversidad y como oportunidades de intercambio de dones y de enriquecimiento mutuo. Este horizonte común requiere discernir, identificar y promover estructuras y prácticas concretas para ser una Iglesia sinodal en misión.
32 votos en contra
126. En las Asambleas eclesiales (regionales, nacionales, continentales) los miembros, que expresan y representan la variedad del Pueblo de Dios (incluidos los obispos), participan en el discernimiento que permitirá a los obispos, colegiadamente, asumir las decisiones a las que están llamados en virtud del ministerio que se les ha confiado. Esta experiencia muestra cómo la sinodalidad permite articular concretamente la implicación de todos (el santo Pueblo de Dios) y el ministerio de algunos (el colegio de los obispos) en el proceso de las decisiones relativas a la misión de la Iglesia.
32 votos en contra
22. A lo largo de los siglos, los dones espirituales también han dado origen a varias expresiones de vida consagrada. Desde los albores, la Iglesia ha reconocido la acción del Espíritu en la vida de aquellos hombres y mujeres que han elegido seguir a Cristo en el camino de los consejos evangélicos, consagrándose al servicio de Dios tanto en la contemplación como en múltiples formas de servicio. La vida consagrada está llamada a interpelar a la Iglesia y la sociedad con su voz profética.
28 votos en contra