(ElDebate/InfoCatólica) Después de poco más de nueve meses de trabajo intensivo en restauración, que incluyó numerosos retoques de «chapa y pintura», el emblemático monumento de 30 metros que se erige en la basílica de San Pedro está listo para brillar nuevamente en una ocasión especial: el Jubileo. Durante el proceso, el baldaquino de Bernini se vio rodeado de andamios, lonas y plataformas metálicas, ofreciendo a los visitantes una perspectiva inusual del templo y generando un escenario inédito en su interior, todo ello como parte de una restauración histórica que está cerca de su culminación.
Antes de concluir los trabajos, «El Debate» tuvo el privilegio de caminar literalmente sobre este majestuoso monumento de Bernini. Este baldaquino, que se considera el corazón de la basílica de San Pedro, recibe alrededor de 40.000 visitantes diarios y se eleva sobre cuatro majestuosas columnas. Está estratégicamente ubicado sobre el altar mayor, en perfecta alineación con una antigua necrópolis romana que alberga la tumba de san Pedro, el primer Papa.
La reciente restauración «que dejará a todos boquiabiertos» ha devuelto el brillo al icónico baldaquino de la basílica de San Pedro. Desde los andamios de más de 20 metros de altura, se podía observar tanto la majestuosidad de la obra de Gian Lorenzo Bernini como los meticulosos trabajos de restauración en progreso. Este monumental baldaquino de bronce dorado, creado por el renombrado artista entre 1624 y 1635 por encargo del Papa Urbano VIII, se inspira en las antiguas columnas de mármol que rodeaban la tumba de san Pedro en la antigua basílica.
Tras 250 años sin intervenciones, la obra maestra de Bernini ha recuperado su esplendor original. Durante el proceso, los restauradores descubrieron rastros de tiempos pasados: firmas, dedicatorias, oraciones, y objetos cotidianos, como restos de comida, plumeros, una suela de zapato, un sombrero de papel del siglo XIX e incluso una lista de la compra que incluía cebollas y tomates. El cardenal Mauro Gambetti, arcipreste de la basílica, presentó los resultados a la prensa, calificando la restauración de «memorable y extraordinaria».
Susana Sermati, restauradora del proyecto, compartió que «el mayor reto fue la envergadura de la obra y el tiempo limitado con el que contábamos, lo que exigía un alto nivel de profesionalismo». Pese a las dificultades, el equipo logró realizar una limpieza a fondo, resaltando el brillo dorado del monumento y permitiendo apreciar la «sensación y profundidad del material», una cualidad que Sermati considera una auténtica joya artística.
Carlo Usai, también miembro del equipo de restauración, detalló que el proceso implicó documentar el estado del baldaquino y hacer pruebas para encontrar el método óptimo. Anticipando la reacción de los visitantes, comentó que «quedarán boquiabiertos al contemplar la magnificencia de las obras» y entenderán «la considerable cantidad de esfuerzo, energía y recursos que se han destinado a este proyecto».
La inversión en la restauración ha sido significativa, ascendiendo a 700.000 euros aportados por la Orden de los Caballeros de Colón, además del extenso equipo involucrado físicamente en la tarea. Antes de iniciar, los expertos dedicaron seis meses a evaluar el estado del baldaquino, que pesa más de 200 toneladas, 60 de las cuales corresponden al bronce.
Esta semana se ha dado por concluida la restauración, y los andamios y protecciones serán retirados para que, el próximo 27 de octubre, el baldaquino pueda ser admirado en todo su esplendor. La fecha de inauguración cobra especial relevancia, pues coincide con la Jornada Mundial de Oración por la Paz, instaurada por san Juan Pablo II en 1986, y con el cierre de las sesiones del Sínodo de la Sinodalidad, iniciado el pasado 2 de octubre.