(InfoCatólica) En la Sala del Consistorio del Vaticano, el papa Francisco se dirigió a la comunidad del Colegio de los Penitenciarios Vaticanos con motivo del 250° aniversario de su encomienda a los Frailes Menores Conventuales en el ministerio de las confesiones en la Basílica de San Pedro.
El Papa Francisco comenzó recordando el contexto en el que los confesores desempeñan su labor en la Basílica de San Pedro, un lugar por el que transitan diariamente más de cuarenta mil personas. «Cada día, más de cuarenta mil personas visitan la basílica», indicó el Papa, y añadió que, aunque muchos de estos visitantes acuden por motivos turísticos, una gran parte lo hace para orar y encontrar fortaleza en su fe. Francisco destacó cómo todos, ya sea de forma consciente o inconsciente, comparten una «búsqueda de Dios, Belleza y Bondad eterna, cuyo anhelo reside y palpita en cada corazón de hombre y de mujer que vive en este mundo».
El Pontífice dedicó gran parte de su mensaje a resaltar tres características esenciales que deben acompañar a los penitenciarios en su servicio: la humildad, la escucha y la misericordia. En cuanto a la humildad, el Papa hizo referencia al apóstol Pedro, quien tras haber sido perdonado por Cristo se convirtió en ejemplo de quien es consciente de su propia fragilidad. «Pedro nos recuerda que todo apóstol —y todo penitenciario— lleva el tesoro de la gracia que distribuye en una vasija de barro», afirmó el Papa, citando las palabras de San Pablo: «para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios» (2 Co 4,7). En este sentido, Francisco alentó a los confesores a ser, en primer lugar, «penitentes en busca de perdón», pidiendo humildemente la gracia de Dios en cada acto.
El segundo aspecto resaltado fue la escucha, especialmente hacia los jóvenes y los pequeños. «Escuchar no es, de hecho, sólo oír lo que las personas dicen, sino ante todo acoger sus palabras como don de Dios para la propia conversión», explicó el Santo Padre. En sus palabras, escuchar debe ser un acto de acogida «como arcilla en manos del alfarero» (cf. Is 64,7). Francisco advirtió a los confesores contra el riesgo de asumir el rol de psiquiatras o de interrogar en exceso a los penitentes: «No hacer de psiquiatras, por favor. Escuchar, escuchar siempre, con mansedumbre». El Papa insistió en la importancia de no forzar a los penitentes a dar explicaciones detalladas, especialmente cuando se avergüenzan. «Cuando ves que hay un penitente que comienza a tener un poco de dificultad, porque se avergüenza, decir “lo he entendido”; no he entendido nada, pero he comprendido; Dios lo ha comprendido y eso es lo importante», indicó, señalando que esta actitud refleja la verdadera compasión cristiana.
El último aspecto abordado fue la misericordia. El Papa exhortó a los confesores a ser «hombres de misericordia», como dispensadores del perdón de Dios. Haciendo referencia a san Leopoldo Mandić, el Papa recordó que los penitentes que acuden al confesionario ya se sienten humillados por sus propias faltas. Citó las palabras de san Leopoldo: «¿Por qué deberíamos humillar más a las almas que vienen a postrarse a nuestros pies? ¿No están ya demasiado humilladas?». Francisco subrayó que el confesor es un «vasija de barro», como la definió en sus palabras, con una única medicina para ofrecer: «la misericordia de Dios». Para el Papa, los confesores deben reflejar los tres aspectos que mejor definen a Dios: «cercanía, misericordia y compasión».
Francisco reforzó la idea de que el acto de perdonar no debe estar sujeto a la evaluación de cada pecado, sino que es una llamada a «perdonar siempre, todo y sin preguntar muchas cosas». Para ilustrar esta enseñanza, el Papa compartió una anécdota de un capuchino confesor en Buenos Aires, quien, al preguntarse si perdonaba demasiado, acudía al Señor diciéndole: «Señor, ¿me perdonas? Disculpame, pero he perdonado demasiado. Pero mira que has sido tú quien me ha dado el mal ejemplo». Según el Papa, esta disposición a perdonar sin condiciones es clave para que los penitentes experimenten la «ternura de Dios» en el sacramento de la Reconciliación.
El Papa Francisco concluyó su intervención agradeciendo a los penitenciarios su dedicación y compromiso. «Gracias por ser, en el corazón de la Iglesia, ministros de la presencia sacramental de Dios amor», expresó el Pontífice. Finalmente, les pidió que rezaran por él y, en tono distendido, les instó a que, cada vez que él mismo acuda a ellos para confesarse, «me perdonen».