(Communio/InfoCatólica) El cardenal Willem Jacobus Eijk, arzobispo de Utrecht, ha advertido a la Iglesia sobre los riesgos que enfrenta al navegar en medio de una sociedad cada vez más secularizada y dividida. En una extensa entrevista concedida a la revista Communio, el prelado reflexionó sobre los retos a los que se enfrenta la Iglesia en los Países Bajos, una nación que ha pasado de ser un referente de progresismo católico a uno de los países más secularizados de Europa.
«En el año 2022, más del 50% de los neerlandeses se identificaban como ateos o agnósticos», explicó el cardenal. «Este es un cambio radical respecto a mi infancia en los años 50 y 60, cuando las iglesias estaban llenas y la fe católica ocupaba un lugar central en la vida cotidiana de las personas. Hoy en día, sólo el 2,5% de los católicos registrados asisten regularmente a Misa».
El cardenal atribuye gran parte de este proceso de secularización al rápido crecimiento del bienestar material que experimentó el país a partir de los años 60. «El bienestar trajo consigo una mayor individualización. Las personas empezaron a vivir según sus propios criterios, desconectadas de la comunidad y de la Iglesia», señaló. Este fenómeno, añadió, no se limitó a la religión, sino que afectó también a los valores sociales tradicionales, lo que ha llevado a una progresiva desintegración de la vida familiar y comunitaria.
Misión en una sociedad secularizada
A pesar de este sombrío panorama, el cardenal Eijk no se muestra desesperanzado. En efecto, asegura que la Iglesia en los Países Bajos ha comenzado a poner en marcha una serie de iniciativas misioneras para tratar de revertir la situación. Entre ellas, destacó el programa Alpha, un curso diseñado originalmente por un pastor anglicano en Londres y que se ha implementado en varias parroquias neerlandesas. «Este curso introduce a las personas a los conceptos básicos de la fe cristiana de una manera simple y accesible», explicó el cardenal, subrayando la importancia de estas iniciativas para crear comunidad y fomentar un acercamiento más personal a la fe.
Otra de las iniciativas que mencionó fue el llamado domingo familiar, una jornada especial donde se invita a los niños de Primera Comunión, jóvenes de Confirmación y a sus padres a participar en actividades catequéticas. «Este enfoque más familiar y participativo ha dado frutos», afirmó Eijk. «Cuando tenemos confirmaciones tras una serie de estos domingos, vemos que la iglesia está más llena, con más jóvenes y niños presentes».
El prelado destacó también la importancia de continuar la catequesis después de la Confirmación, para evitar que los jóvenes se desvinculen de la Iglesia al terminar su formación sacramental. Además, subrayó la necesidad de apoyar a las parroquias en la creación de grupos juveniles y cursos de preparación matrimonial, basados en el modelo de la teología del cuerpo. «Hoy en día, los jóvenes están más abiertos a escuchar las enseñanzas de la Iglesia sobre temas como la contracepción, ya que hay más conciencia sobre los efectos negativos de métodos como la píldora anticonceptiva», señaló.
La unidad doctrinal y la sinodalidad
En cuanto al papel de la Iglesia global en tiempos de creciente secularización, el cardenal Eijk insistió en la importancia de mantener una unidad doctrinal firme. «La Iglesia debe hablar con una sola voz», enfatizó. «Si la unidad en la proclamación se pierde, la Iglesia pierde su credibilidad».
Refiriéndose al proceso sinodal que se desarrolla actualmente en la Iglesia universal bajo la guía del papa Francisco, el cardenal señaló que este camino no debe llevar a una fragmentación doctrinal. «No podemos permitir que las regiones o países tomen decisiones independientes en cuestiones fundamentales de la fe, como el sacramento de la ordenación o la moral sexual», advirtió. «Eso generaría confusión y dividiría a la Iglesia».
Eijk también mencionó el caso del Concilio Pastoral Neerlandés, celebrado entre 1966 y 1970, que comenzó con grandes expectativas, pero terminó sumido en el desencanto y la división. «Se debatieron temas como la abolición del celibato, y aunque hubo un apoyo abrumador en esa dirección, finalmente no se logró nada concreto», recordó. «La lección es clara: las reformas no pueden basarse en expectativas irreales ni en rupturas con la enseñanza tradicional».
Los desafíos del secularismo
El cardenal Eijk también habló sobre los profundos cambios sociales que han acompañado a la secularización en los Países Bajos, muchos de los cuales considera peligrosos para la dignidad humana. Señaló, por ejemplo, el alarmante aumento de la eutanasia, cuya práctica se ha extendido rápidamente desde su legalización. «En 1991 hubo 1.500 casos de eutanasia, mientras que en 2023 la cifra podría llegar a 10.000», advirtió.
Además, lamentó el impacto negativo del individualismo en la cohesión social, señalando que ha llevado a un aumento en las tasas de divorcio y a una creciente soledad, especialmente entre los ancianos. «Este experimento social de intentar construir una ética sin Dios está condenado al fracaso», afirmó. Según el prelado, el secularismo ha despojado a la sociedad de un marco moral claro, dejando a muchas personas sin un sentido de propósito o dirección en sus vidas. «Cada vez más jóvenes sufren problemas de salud mental, que a menudo están relacionados con una falta de valores claros y de sentido en sus vidas», añadió.
Lecciones para el futuro
Al concluir la entrevista, el cardenal Eijk instó a la Iglesia a aprender de los errores cometidos en los Países Bajos y a no caer en la trampa de la confusión doctrinal o de las reformas apresuradas. «En las parroquias donde se proclama la fe con claridad y se celebra la liturgia con dignidad, las iglesias están llenas», afirmó. «La gente necesita redescubrir a Cristo y la verdad del Evangelio. Sólo así la Iglesia podrá cumplir con su misión en el mundo moderno».