(InfoCatólica) En los últimos años, el gobierno chino ha puesto en marcha una agresiva política de sinización de la religión, que tiene como objetivo integrar la ideología del Partido Comunista Chino (PCCh) en todas las manifestaciones religiosas del país. Esta estrategia, impulsada por el presidente Xi Jinping, ha transformado profundamente la vida religiosa en China, afectando tanto a los fieles como a las instituciones religiosas, que se ven obligadas a someterse a los principios del socialismo y la dirección del partido.
La «sinización», que comenzó como una serie de reformas para controlar las religiones y evitar influencias extranjeras, se ha consolidado como una herramienta clave del gobierno para garantizar la estabilidad del régimen y la lealtad de las comunidades de fe. Bajo este mandato, las autoridades han llevado a cabo una reestructuración profunda de las organizaciones religiosas, estableciendo un sistema de vigilancia y control que permea todos los aspectos de la práctica religiosa.
Control total sobre las religiones oficiales
El gobierno chino ha creado un sistema de control centralizado sobre las cinco religiones reconocidas oficialmente: el budismo, el cristianismo (catolicismo y protestantismo), el islam y el taoísmo. Para ello, ha establecido asociaciones religiosas patrióticas que funcionan como intermediarios entre las comunidades de fe y el Estado. Estas organizaciones, gestionadas por funcionarios leales al partido, tienen la tarea de supervisar las actividades religiosas y garantizar que se alineen con los objetivos del PCCh.
Las medidas de sinización incluyen la modificación de los textos sagrados, la censura de sermones y la reinterpretación de doctrinas religiosas para que reflejen los valores del socialismo chino. Asimismo, se ha ordenado la remodelación de los lugares de culto, que deben adoptar un estilo arquitectónico aprobado por el gobierno, eliminando elementos que se consideran de influencias extranjeras o contrarios a la cultura china. Como parte de estas reformas, en varias iglesias cristianas se han sustituido las imágenes de Jesús Cristo o la Virgen María por retratos del presidente Xi Jinping, una medida que ha generado gran controversia entre las comunidades religiosas afectadas.
Represión contra comunidades no reconocidas
Mientras que las religiones oficiales deben someterse al control estatal, las comunidades religiosas no reconocidas enfrentan una represión aún más severa. Grupos como el Falun Gong y la Iglesia de Dios Todopoderoso son catalogados como «cultos» por las autoridades, lo que justifica su persecución. La campaña contra estos grupos ha resultado en la detención de miles de personas, que son encarceladas por practicar su fe fuera de los parámetros establecidos por el Estado.
Un caso paradigmático de esta política es la represión en la región de Xinjiang, donde las autoridades han lanzado una brutal campaña contra la comunidad musulmana uigur. En nombre de la lucha contra el extremismo y el terrorismo, el gobierno chino ha detenido a más de un millón de uigures y otros grupos étnicos en campos de reeducación política. En estos centros, los detenidos son obligados a renunciar a sus creencias religiosas, aprender el idioma chino mandarín y jurar lealtad al PCCh.
Además, el gobierno ha destruido numerosos sitios religiosos en Xinjiang, incluidos mezquitas y cementerios, con el fin de borrar cualquier vestigio de la cultura y la religión uigur. Las autoridades también han prohibido el uso de nombres religiosos, el ayuno durante el mes sagrado del Ramadán y otras prácticas islámicas tradicionales, mientras que los niños han sido separados de sus familias para ser adoctrinados en escuelas estatales.
Tibet: la lucha por el control del budismo
En el Tíbet, el gobierno chino ha intensificado su campaña para sinicizar el budismo tibetano, una religión profundamente arraigada en la identidad cultural de la región. Durante años, las autoridades han tratado de controlar el proceso de reencarnación de figuras clave, como el Panchen Lama, quien es responsable de encontrar al sucesor del Dalai Lama. En 1995, después de que el 14º Dalai Lama reconociera a Gedhun Choekyi Nyima como el Panchen Lama, las autoridades chinas lo secuestraron junto con su familia. Desde entonces, se desconoce su paradero, mientras que el gobierno impuso a un Panchen Lama afín al partido, Gyaltsen Norbu, quien promueve activamente la sinización del budismo tibetano.
Además, las autoridades han sometido a los monjes y monjas tibetanos a programas de reeducación política, destruyendo templos y restringiendo las actividades religiosas. Cualquier referencia pública o privada al Dalai Lama está prohibida, y los tibetanos que posean su imagen o celebren su cumpleaños enfrentan severas sanciones, incluyendo la detención.
Cristianismo: un objetivo prioritario de la sinización
El cristianismo también ha sido objeto de la sinización. Las iglesias católicas y protestantes que operan de forma independiente al control estatal, conocidas como «iglesias subterráneas», son particularmente perseguidas. Aunque en 2018 el Vaticano y el gobierno chino alcanzaron un acuerdo sobre la designación de obispos, el gobierno ha seguido imponiendo obispos sin la aprobación de la Santa Sede. Los líderes religiosos que se niegan a someterse a la Asociación Patriótica Católica China han sido detenidos y desaparecidos.
En las iglesias protestantes, la sinización se ha manifestado con la prohibición de muchas congregaciones independientes. Los sermones y materiales religiosos han sido censurados y se han introducido temas políticos y propaganda del PCCh en las actividades eclesiásticas. A nivel arquitectónico, cruces y símbolos cristianos han sido retirados de muchas iglesias, mientras que los líderes religiosos deben promover el socialismo en sus predicaciones.
Informe de la Comisión de los EE:UU para la Libertad Religiosa (texto completo)