(CNAd/InfoCatólica) El arzobispo Ettore Balestrero ha sido claro en su condena hacia la práctica de la gestación subrogada durante una reciente conferencia organizada en Naciones Unidas.Titulada «¿A qué precio? Por la abolición de la gestación subrogada», fue organizada conjuntamente por la Santa Sede, la fundación Caritas in Veritate, el gobierno de Italia y la Orden de Malta, la conferencia buscaba llamar la atención internacional sobre las implicaciones éticas, legales y sociales de esta práctica.
Balestrero destacó las profundas diferencias entre la adopción y la gestación subrogada, subrayando que mientras la adopción busca reparar la pérdida de un niño ofreciéndole un hogar, la subrogación «crea niños para satisfacer los deseos de los adultos». Según el arzobispo, la misma convierte a los niños en «productos». Además, recuerda que «ningún adulto tiene derecho a un hijo», poniendo siempre en primer lugar los derechos del niño, que tiene derecho a nacer en un entorno donde no se le trate como un objeto.
Además, el arzobispo alertó sobre los riesgos de fragmentación de la maternidad, una problemática que se presenta cuando la madre genética, la madre gestante y la madre social son distintas personas, lo que afecta no solo el bienestar emocional de las mujeres implicadas, sino también el desarrollo psicológico de los niños. También señaló que la gestación subrogada favorece el «turismo reproductivo» y fomenta la explotación de mujeres en situaciones vulnerables, quienes se ven forzadas a alquilar sus cuerpos bajo contratos que las despojan de su maternidad.
En la entrevista, Balestrero explicó que, aunque las leyes internacionales reconocen los derechos del niño, no existe un «derecho de los adultos a tener un hijo». Por este motivo, el Vaticano ha liderado esfuerzos para promover un debate global sobre los impactos negativos de la subrogación y apoya la «Declaración de Casablanca», que en 2023 reunió a más de 100 expertos de 75 países en un llamado por la abolición total de esta práctica. La declaración enfatiza la necesidad de una convención internacional que prohíba la gestación subrogada y sancione a los intermediarios que se benefician de ella.
El arzobispo concluyó reafirmando la necesidad de proteger la dignidad de todos los involucrados, especialmente la de los niños y las mujeres, y resaltó que la única opción ética en casos de infertilidad es la adopción, ya que «la adopción pone el interés del niño por encima de los deseos de los adultos».