(Aica/InfoCatólica) «La fraternidad, como condición esencial para un mundo nuevo, un mundo más justo, un mundo más humano»: esta es una de las enseñanzas que se pueden recoger de la Santísima Eucaristía y que fue evidenciada por el Papa Francisco en su videomensaje a los participantes en la apertura del CEI.
El congreso comenzó el pasado domingo y concluirá el 15 de septiembre, y participa como legado pontificio el cardenal Baltazar Porras, arzobispo emérito de Caracas.
El Santo Padre recuerda que «ya los primeros Padres de la Iglesia nos decían que el signo del Pan enardece en el Pueblo de Dios el deseo de fraternidad, pues del mismo modo en que no se puede elaborar el pan con un único grano, también nosotros debemos caminar juntos, pues, “siendo muchos, somos un único cuerpo, un único pan”».
Citando a san Ignacio de Antioquía, Francisco subraya que «es así como crecemos como hermanos, es así como crecemos como Iglesia, unidos por el agua del Bautismo y acrisolados por el fuego del Espíritu Santo».
«Una fraternidad honda», resalta el Papa, «que nace de la unión con Dios, que nace de dejarnos moler, como el trigo, para poder llegar a ser pan, Cuerpo de Cristo, participando de este modo plenamente de la Eucaristía y de la asamblea de los santos».
Según el Obispo de Roma, esta fraternidad debe ser, además, proactiva y, como ejemplo de ello, evoca el pensamiento de una religiosa alemana muerta en el campo de concentración de Auschwitz, Ángela Autsch.
«Antes incluso de ser detenida», dice el Papa, «siendo ya evidente el mal que se cernía en el mundo, ella invitaba a sus pequeños sobrinos, que se acercaban por primera vez a la Sagrada Comunión, invitaba a sus parientes –algo alejados de la fe– e invitaba también a aquellos que permanecían devotos, a rebelarse contra ese mal con gestos sencillos y, en ciertos ambientes, peligrosos, a acercarse lo más posible al Sacramento del Altar, a rebelarse comulgando».
El sucesor de Pedro acota que, «para ella, incitar a la comunión frecuente, sobre todo en el ámbito de la oración por el Papa y la Iglesia, que en ese momento estaba siendo perseguida, era encontrar en la Eucaristía un vínculo que refuerza el vigor de la Iglesia misma, vínculo que refuerza ese vigor entre sus miembros y con Dios, y para ella era “organizar” el entramado de una resistencia que el enemigo no puede desbaratar, porque no responde a un designio humano».
«Estos gestos sencillos son los que nos hacen más conscientes de que, si un miembro sufre, todo el cuerpo sufre con él, son ellos los que nos ayudan a hacernos cirineos de Cristo, que tomó sobre sí el peso del dolor del mundo para sanar el mundo».
El pontífice anima a aprender la lección:
«Recobremos esta fraternidad radical con Dios y entre los hombres. Somos uno, en el único Señor de nuestra vida; somos uno, de una forma que no somos capaces de entender plenamente; pero lo que sí entendemos es que sólo en esa unidad podemos servir al mundo y sanarlo».
Francisco concluye sus palabras impartiendo la bendición apostólica y deseando que la Virgen Santa de El Quinche, patrona del Ecuador, cubra a todos los participantes del CEI con su manto.