(LifeSiteNews/InfoCatólica) Amber Ebanks, una estudiante de negocios jamaicana de 23 años, condujo hasta el Hospital Montefiore del Bronx para someterse a una intervención quirúrgica el 30 de julio. Sin embargo, la intervención no resultó de forma exitosa, provocándole un derrame cerebral intraoperatorio y un edema cerebral que empeoró con el tiempo. Ahora, su familia lucha por la vida de Amber mientras el hospital quiere desconectarla.
En febrero se descubrió que Amber tenía una malformación arteriovenosa (MAV), un enredo de arterias y venas anormales en el cerebro. Afortunadamente, tras la rotura pudo reanudar su vida normal. Sus médicos le recomendaron que se sometiera a un procedimiento de embolización para coagular los vasos sanguíneos anormales de su cerebro con la esperanza de evitar nuevas roturas y daños cerebrales.
Por desgracia, durante el procedimiento de embolización, una de las principales arterias que suministran sangre al cerebro de Amber se ocluyó involuntariamente, y el procedimiento también se complicó por un tipo de hemorragia alrededor del cerebro llamada hemorragia subaracnoidea. La llevaron a la UCI, la indujeron al coma y la trataron por un edema cerebral.
Sólo 10 días después, el 9 de agosto, sus médicos declararon su «muerte cerebral». Pero había problemas con este diagnóstico. Tanto el estatuto de Determinación de la Muerte de Nueva York como la Ley Uniforme de Determinación de la Muerte (UDDA) establecen lo siguiente:
«Un individuo que ha sufrido el cese irreversible de las funciones circulatorias y respiratorias; o el cese irreversible de todas las funciones de todo el cerebro, incluido el tronco encefálico, está muerto».
Amber Ebanks no cumple ni el primero ni el segundo de estos criterios. Sus funciones circulatorias y respiratorias continúan: su corazón sigue latiendo y sus pulmones absorben oxígeno y liberan dióxido de carbono. Tampoco cuenta con el cese irreversible de todas las funciones de su cerebro, ya que está manteniendo su propia temperatura corporal, que es una función cerebral.
Además, las nuevas directrices sobre muerte cerebral para 2023 de la Academia Americana de Neurología indican que las alteraciones metabólicas, como los altos niveles séricos de sodio, pueden confundir la evaluación de la muerte cerebral. Según el Dr. Paul Byrne, los niveles de sodio de Amber eran muy elevados antes de que se determinara su muerte cerebral, con lecturas superiores a 160 meq/L (los niveles normales de sodio oscilan entre 135 y 145 meq/L). Los niveles altos de sodio no sólo pueden causar un funcionamiento anormal del cerebro, sino que también pueden provocar la rotura de los vasos sanguíneos cerebrales, causando más hemorragias cerebrales, precisamente los problemas que los médicos de Amber deberían estar interesados en prevenir. Además, aunque se sabe que los niveles elevados de dióxido de carbono agravan la inflamación cerebral, sus médicos no han comprobado estos niveles ni han ajustado la configuración de su ventilador para evitar tales trastornos.
Además de las funciones cardíaca, pulmonar y cerebral, Amber sigue teniendo funciones hepáticas y renales. Y es de suponer que sigue teniendo función digestiva, a pesar de que el hospital se ha negado a alimentarla desde que fue operada el 30 de julio. No se puede esperar que un paciente mejore neurológicamente sin nutrición.
El Hospital Montefiore no sólo se niega a alimentar a Amber, sino también a proporcionarle cuidados básicos de heridas e higiene. Cuando el Dr. Byrne, pediatra y neonatólogo certificado y experto en muerte cerebral, voló a Nueva York para ver a Amber la semana pasada, Kay, la hermana de Amber, le mostró un gusano que había quitado del pelo de su hermana. Refiriéndose al personal del hospital, Kay Ebanks dijo en un artículo de ABC News: «Son algunas de las personas más crueles que he conocido». La mayor parte de la familia de Amber vive en Jamaica, y su padre ha estado luchando por conseguir un visado para poder venir a ver a su hija. Mientras tanto, el hospital sugirió a los familiares que se despidieran de ella por teléfono.
El Dr. Byrne y el Dr. Thomas M. Zabiega, psiquiatra y neurólogo colegiados, han evaluado el caso de Amber. Ambos presentaron declaraciones juradas en las que afirman que Amber Ebanks está viva y creen que ha disminuido el flujo sanguíneo a su cerebro, lo que ha provocado una quietud cerebral conocida como Penumbra Isquémica Global (PIG). Durante la PIG, el cerebro apaga sus funciones para ahorrar energía, pero el propio tejido cerebral sigue siendo viable. Los doctores Byrne y Zabiega recomiendan tiempo y tratamiento adicionales, como ajustar los niveles de sodio y dióxido de carbono de Amber y tratar las deficiencias hormonales. Han testificado que con los tratamientos médicos adecuados es probable que siga viviendo y que puede obtener una recuperación entre limitada y total de las funciones cerebrales, incluso es posible que recupere la consciencia.
También se cuenta otros profesionales sanitarios dispuestos a ayudar a Amber a curarse. Un centro de cuidados a largo plazo de Long Island llamado New Beginnings ha aceptado cuidar de Ebanks todo el tiempo que su familia desee. «Todo el mundo necesita esperanza. No puedes rendirte sin más. No se le puede retirar el soporte vital cuando necesita más tiempo», dijo la fundadora de New Beginnings, Allyson Scerri.
Sin embargo, los médicos del Hospital Montefiore se mantienen firmes en que Amber tiene «muerte cerebral» y quieren desconectarla del respirador a pesar de las objeciones de su familia. A pesar del testimonio de médicos y expertos cualificados, el juez asignado a su caso exige que se encuentre un médico con licencia de Nueva York para evaluar a Amber y dar testimonio sobre su estado. Hasta entonces, Amber sigue sin alimentarse, sin recibir cuidados y desatendida en un hospital estadounidense, hasta el punto de que su hermana tiene que quitarle alimañas del cabello.