(CNA/InfoCatólica) En septiembre -mes que la Iglesia Católica dedica especialmente a la Biblia- México, país de rica diversidad lingüística, destaca por sus esfuerzos para traducir las Sagradas Escrituras a diversas lenguas indígenas.
Según datos oficiales, México cuenta con 69 lenguas nacionales -68 indígenas y el español-, lo que lo sitúa «entre las 10 naciones con más lenguas nativas y ocupa el segundo lugar con esta característica en América Latina, después de Brasil».
El Cardenal Felipe Arizmendi Esquivel, obispo emérito de San Cristóbal de las Casas en el estado de Chiapas, ha liderado las iniciativas de los obispos mexicanos para llevar la palabra de Dios a las comunidades indígenas. En entrevista con ACI Prensa, socio informativo de CNA en español, el cardenal afirmó que las Biblias que se han traducido se encuentran principalmente en comunidades de los Altos de Chiapas.
Arizmendi dijo que, desde la primera traducción en 2003 al tzeltal, lengua hablada por más de medio millón de personas, la Conferencia del Episcopado Mexicano ha facilitado la traducción completa de la Biblia en 2015 al tzotzil hablado en la zona de Zinacantán y del Nuevo Testamento al tzotzil hablado en la región de Huixtán, ambas en Chiapas.
El prelado dijo que este año se ha logrado la traducción completa al tzotzil de la zona de San Juan Chamula, «hablado por aproximadamente 350.000 personas».
También se ha realizado la traducción ecuménica de los libros deuterocanónicos al ch'ol, en colaboración con las Sociedades Bíblicas.
A pesar de estos avances y de que existen traducciones parciales realizadas por sacerdotes locales, el cardenal señaló que muchas de ellas «no han sido presentadas a la aprobación de la conferencia episcopal».
Por ejemplo, dijo que el náhuatl, la lengua indígena más hablada en México «con casi 2 millones de hablantes», cuenta con al menos seis versiones protestantes de la Biblia, pero «no hay ninguna [versión] católica» disponible.
«Durante siglos, los católicos dieron más importancia a las celebraciones litúrgicas que a preocuparse de que la palabra de Dios llegara a estas lenguas marginadas», señaló el prelado.
Retos de traducción
Arizmendi explicó que uno de los mayores retos en este proceso es que «muchas palabras bíblicas son difíciles de traducir a cualquier lengua». En el caso de las lenguas indígenas, esto es aún más complicado, ya que «hay que conocer bien la cultura original para encontrar la manera de que la traducción sea fiel al texto bíblico y a la cultura local.»
Por ejemplo, la expresión «“el Verbo se hizo carne”, que es un misterio inexplicable en sí mismo, debe traducirse de manera que el contenido se exprese en términos propios de la cultura indígena», señaló. Lo mismo ocurre con otros términos, como «bautismo, sacerdote, virgen, eucaristía, obispo, diácono, pecado, salvación, etc.», añadió el cardenal.
A pesar de estas dificultades, Arizmendi destacó que tanto las traducciones ya aprobadas como las versiones locales realizadas en distintas lenguas han sido «muy bien recibidas por sus hablantes».
Quienes hablan estas lenguas «se sienten reconocidos por la Iglesia y que su cultura tiene valor», lo que, añadió, «les ha ayudado a tener más confianza en sí mismos y a sentir que la Iglesia les tiene en cuenta».