(Vatican.news/InfoCatólica) La fe, en un país con tanta riqueza en su naturaleza, que evoca a Dios, admirarla con humildes ojos de hijos. Fraternidad, acogerse mutuamente reconociéndose iguales en la diversidad. Anunciar el Evangelio no significa imponer o contraponer la propia fe a la de los demás, sino dar y compartir la alegría del encuentro con Cristo, siempre con gran respeto y afecto fraterno por cada persona. Y la compasión, que está vinculada con la fraternidad, lo que hace que el mundo siga adelante no son los cálculos de los propios intereses, que en general terminan destruyendo la creación y dividiendo a las comunidades, sino la caridad prodigada.
La fe del pueblo indonesio
Indonesia es un país grande, con abundantes recursos naturales, sobre todo en flora, fauna, recursos energéticos y materia prima, entre otros. Una riqueza, les dijo, que si se considera con la mente y corazón abiertos, puede servir en cambio para evocar a Dios, a su presencia en el cosmos y en nuestra vida, como nos enseña la Sagrada Escritura.
«Es el Señor, en efecto, quien nos da todo esto. No hay un centímetro del maravilloso territorio indonesio, ni un instante de la vida de cada uno de sus millones de habitantes que no sea don suyo, signo de su amor gratuito y providente de Padre. Y mirar todo esto con humildes ojos de hijos nos ayuda a creer, a reconocernos pequeños y amados (cf. Sal 8), y a cultivar sentimientos de gratitud y responsabilidad».
La fraternidad
Para el Papa vivir la fraternidad significa acogerse mutuamente reconociéndose iguales en la diversidad. Y también esto es un valor estimado en la tradición de la Iglesia indonesia, afirmó, y se manifiesta en la apertura con la que esta se relaciona con las diferentes realidades que la componen y la rodean, tanto en el ámbito cultural, étnico, social y religioso, como valorando el aporte de todos y ofreciendo generosamente el suyo en cada contexto.
Porque, «anunciar el Evangelio no significa imponer o contraponer la propia fe a la de los demás, sino dar y compartir la alegría del encuentro con Cristo (cf. 1 P 3,15-17), siempre con gran respeto y afecto fraterno por cada persona». Asimismo, Francisco resaltó la importancia que, recalcó uno de los testimonios, la hermana Rina, sobre la dificultad de tener las enseñanzas de la Iglesia y los textos de la Palabra de Dios, en Bahasa Indonesia, «para que lleguen al mayor número de personas posible».
Y señaló también otro testimonio, Nicholas, describiendo la misión del catequista con la imagen de un «puente» que une. «Esto me llamó la atención, y me hizo pensar en el maravilloso espectáculo que sería, en el gran archipiélago indonesio, la presencia de miles de “puentes del corazón” que unen a todas las islas, y aún más, en millones de esos “puentes” que unen a todas las personas que las habitan. Hay otra hermosa imagen de la fraternidad: un bordado inmenso de hilos de amor que atraviesan el mar, superan las barreras y abrazan todo tipo de diversidad, haciendo de todos “un solo corazón y una sola alma” (Hch 4,32)».
La compasión
La compasión, señaló Francisco, está muy vinculada con la fraternidad. La compasión no es solamente dar limosna a hermanos y hermanas necesitados «mirándolos de arriba hacia abajo, desde la “torre” de las propias seguridades y privilegios», sino al contrario, en hacernos cercanos unos a otros, despojándonos de todo lo que puede impedir inclinarnos para entrar realmente en contacto con quien está caído, y así levantarlo y devolverle la esperanza (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 70)», agregó.
«Y no sólo eso, significa además abrazar sus sueños y sus deseos de redención y de justicia, ocuparnos de ellos, ser sus promotores y cooperadores, involucrando también a los demás, extendiendo la “red” y las fronteras en un gran dinamismo comunicativo de caridad (cf. ibíd., 203)».
Por último, el Papa dijo que hay quienes temen a la compasión, porque la consideran una debilidad, y en cambio exaltan, «como si fuera una virtud, la astucia del que sigue sus propios intereses marcando las distancias con todos, sin dejarse “tocar” por nada ni por nadie, creyéndose más listos y libres como para conseguir sus propios objetivos». Una forma equivocada de ver la realidad, resaltó.
Lo que hace que el mundo siga adelante no son los cálculos de los propios intereses, señaló Francisco, que en general terminan destruyendo la creación y dividiendo a las comunidades, sino la caridad prodigada. La compasión no ofusca la visión auténtica de la vida, al contrario, nos hace ver mejor las cosas, a la luz del amor.