(InfoCatólica) El Papa Francisco subrayó que las travesías por mar y desirto, a menudo mortales, representan una crisis humanitaria de dimensiones épicas. «Migrantes, mar y desierto», dijo el Papa, refiriéndose a los peligros extremos que enfrentan aquellos que se ven obligados a cruzar estas rutas peligrosas. «Muchas, demasiadas personas mueren en el intento», lamentó.
El Pontífice señaló que muchas de estas muertes son evitables y que la responsabilidad recae en aquellos que, «sistemáticamente, por todos los medios, repelen a los migrantes».
Francisco recordó que la Biblia es clara en su mandato de no maltratar ni oprimir al extranjero, defendiendo la dignidad de aquellos que huyen de la opresión.
El Papa también hizo un llamado a reflexionar sobre la «crueldad de nuestra civilización», aludiendo a los migrantes que son abandonados en desiertos y mares, lejos del alcance de la ayuda humanitaria. «Solo Dios los ve y escucha su clamor», expresó con dolor.
En su discurso, Francisco evocó la simbología bíblica del mar y el desierto, escenarios de sufrimiento y liberación, y recalcó que Dios «no permanece a distancia» sino que comparte el drama de los migrantes, acompañándolos en su sufrimiento.
Se refirió igualmente a las mafias criminales pidiendo aunar esfuerzos para combatirlas.
El Papa concluyó su mensaje abogando por la ampliación de rutas de acceso seguras y legales para los migrantes, y por una gobernanza mundial basada en la justicia, la fraternidad y la solidaridad. «No es mediante leyes más restrictivas, no es mediante la militarización de las fronteras, no es mediante rechazos como lo conseguiremos. Por el contrario, lo conseguiremos ampliando las rutas de acceso seguras y las vías de acceso legales para los migrantes, facilitando el refugio a quienes huyen de la guerra, de la violencia, de la persecución y de tantas calamidades», declaró. Además, elogió a los «buenos samaritanos» que, a pesar de las adversidades, rescatan y salvan vidas en las rutas migratorias.
«Unamos nuestros corazones y nuestras fuerzas», instó el Pontífice, para que mares y desiertos dejen de ser cementerios y se conviertan en «espacios donde Dios pueda abrir caminos de libertad y fraternidad».