(Ecclesia/InfoCatólica) «Mi conocimiento personal de don Marcelo ha sido muy limitado. En cambio, los testimonios que he recibido a través de los sacerdotes operarios diocesanos, a cuya Hermandad pertenezco, han sido numerosos», con esas palabras comienza Mons. Jesús Pulido su 'Testimonio de gratitud' hacia don Marcelo, de quien afirmaba que «a pesar de la distancia reverencial que imponía, su sola presencia inspiraba siempre firmeza y seguridad».
El titular de la diócesis extremeña se ha remontado al año 1975 cuando con 10 años ingresó en el Seminario Menor 'Santo Tomás de Villanueva' de Toledo. Asimismo, ha indicado que se formaban corros en el seminario cuando el cardenal Marcelo les visitaba y que hacía entrevistas a los seminaristas menores que eran «afectuosas, cercanas y entrañable». «No se metía en cuestiones internas ni hacía preguntas comprometidas», añade Pulido.
La historia del cardenal con la Hermandad
El obispo de Coria-Cáceres ha hecho hincapié en la historia del cardenal Marcelo con la Hermandad de sacerdotes operarios diocesanos, que comenzó cuando, a sus 11 años, en septiembre de 1929 ingresó en el Seminario Menor de Valladolid, dirigido por los operarios, que, como escribe Pulido, «modelaron su carácter y cultivaron su incipiente vocación». De hecho, tal y como viene reflejado en esa carta, cuando concluyó sus estudios teológicos en la Universidad de Comillas, el curso 1940-1941, Marcelo González se incorporó como profesor en el Seminario de Valladolid, donde vivió con los superiores, que eran los sacerdotes operarios diocesanos, y entabló una estrecha amistad que duró siempre.
A su llegada a Toledo en 1972, los operarios llevaban ya 75 años dirigiendo ambos seminarios, Mayor y Menor, y durante todo su Pontificado (1972-1995) el cardenal Marcelo siguió confiando en la Hermandad. Según Pulido, en los archivos de la Hermandad y en la memoria de muchos operarios se conservan y se trasmiten de boca en boca «infinidad de anécdotas, sucesos, expresiones de afecto sincero, indicaciones y sugerencias», e incluso «algunos operarios parecían más de Toledo que de la Hermandad».