(NationalCatholicRegister/InfoCatólica) Lo ordinario se encontró con lo divino cuando el Santísimo Sacramento recorrió las calles de Baton Rouge el 14 de agosto como parte del inicio de la 10ª edición de la Fête-Dieu du Teche («Fiesta de Dios en el Teche»), un gran espectáculo de oración por agua y tierra que coincide con la Solemnidad de la Asunción.
Históricamente, la flotilla de la procesión eucarística tiene lugar en los pantanos del sur de Luisiana. La procesión de este año, sin embargo, se realiza a lo largo del río Mississippi, planeada para coincidir con el Avivamiento Eucarístico Nacional, como «una ruta histórica única en el caudaloso río para bendecir el río y el estado de Luisiana», dijo al Register el Padre Michael Champagne, organizador del evento. «Deseamos dar gracias a Dios por el gran estado de Luisiana y su caudaloso río, y deseamos implorar la bendición de Dios al embarcarnos en nuestro futuro viaje hacia él».
Aunque no es ajeno a los barcos que transportan todo tipo de mercancías, en la festividad de San Maximiliano Kolbe, la Fête-Dieu du Mississippi se embarcó en un viaje sagrado desde la capital del estado: una procesión de 130 millas y dos días -en ruta hacia el destino final de Nueva Orleans el 15 de agosto- llevando el más preciado de los cargamentos: el Santísimo Sacramento.
Como es tradición en la fiesta, un desfile de todo tipo de embarcaciones, desde barcos de vapor hasta remolcadores, acompañó al navío portador del Sustento de la vida eterna hasta la orilla para celebrar procesiones y oraciones en tierra durante el trayecto hasta el destino final de la solemnidad mariana: la ciudad de la Media Luna.
La fiesta comenzó en la catedral de San José con el Santo Sacrificio de la Misa. El obispo de Baton Rouge, Michael Duca, concelebró con el obispo de Lafayette, J. Douglas Deshotel, y el padre Champagne, organizador de la Fête-Dieu du Teche, junto con un mar interminable de sacerdotes concelebrantes y monaguillos.
El aire de la catedral se llenó de los sonidos de una hermosa liturgia sagrada mientras la catedral rebosaba de fieles.
En la homilía, Mons. Duca habló de San Maximiliano Kolbe y de cómo él y otros sacerdotes encarcelados pudieron decir Misa mientras estaban en prisión con sólo trozos de pan o gotas de vino.
«Nunca ha habido una ofrenda tan grande de un don en todos los tiempos», subrayó el obispo sobre la Eucaristía. «Reflexionemos sobre cómo recibimos al Señor».
Y prosiguió: «Al sacar ahora al Señor a las calles, ofrecemos esa luz a todos los que pueden ver, ofrecemos esa Luz de Cristo para que brille sobre ellos y abra sus corazones» mientras la gente «ve cómo creemos», porque «tenemos esa única esperanza que no nos pueden quitar».
Durante la procesión que siguió por las calles de la capital, las muchachas de las flores esparcieron pétalos mientras corrientes de católicos y no católicos daban la bienvenida al Señor -en una imponente custodia de 4 metros construida para la ocasión- con amorosa hospitalidad, al tiempo que imploraban su gracia y bendiciones sobre el dolorido mundo.
Una multitud de participantes les siguió de cerca, adorando con cantos y oraciones mientras procesionaban al Señor por las calles hasta la orilla del agua, punto de partida de la parte fluvial de la caminata de dos días que se embarcó después de las festividades de Baton Rouge, con varias paradas el mismo día, concluyendo con la adoración durante toda la noche.
La parte de Baton Rouge del acontecimiento continuó después de la procesión con el llamativo uso del «Friar Truck» (un antiguo camión de bomberos equipado con un ambón para la predicación) y los «Mercy Mobiles» (ambulancias acondicionadas para servir como confesionarios móviles), signo inequívoco del ministerio del Padre Champagne. El padre Josh Johnson, párroco de la iglesia católica del Sagrado Corazón de Jesús de Baton Rouge y director diocesano de vocaciones, predicó desde la singular percha que se asemeja a un estilita moderno.
A lo largo de la mañana se entretejieron innumerables recuerdos de la providencia de Dios. En la víspera de la Asunción, destacó la imagen mariana de un barco que lleva a Nuestro Señor a lo largo de un río, al que una vez se hizo referencia como el «Río de la Inmaculada Concepción».