(First Things/InfoCatólica) Lyman recuerda en su artículo que la tasa de fertilidad en Estados Unidos en 2023 alcanzó su nivel más bajo en la historia, con un índice de reemplazo de 1,6, muy por debajo del 2,1 necesario para mantener una población estable. Este fenómeno, ampliamente discutido, refleja una ambivalencia hacia la procreación entre los millennials, un grupo que no rechaza la idea de tener hijos, pero tampoco la abraza con entusiasmo.
Anastasia Berg y Rachel Wiseman, en su libro What Are Children For?, abordan esta crisis desde una perspectiva diferente. Intentan persuadir a sus pares progresistas del valor de tener hijos, evitando cualquier lenguaje que pueda percibirse como conservador o religioso. En su lugar, buscan respuestas en la teoría feminista, la literatura, la filosofía y las narrativas personales, cuestionando si la vida humana sigue valiendo la pena.
Uno de los argumentos comunes entre los millennials para no tener hijos es de naturaleza económica. Sin embargo, Berg y Wiseman exponen que esta explicación es una cortina de humo. Según ellas, los millennials están tan bien posicionados económicamente para formar una familia como cualquier generación anterior. Además, países con una sólida infraestructura de bienestar social no muestran un aumento significativo en las tasas de natalidad. Por lo tanto, el problema es filosófico.
Las autoras destacan una «reconfiguración de valores» que afecta todos los aspectos de la vida, particularmente en la «dialéctica de la maternidad». Siguiendo a Simone de Beauvoir, quien en El segundo sexo desvinculó la maternidad de la feminidad, se ha creado un vacío de significado en ambas categorías. Este limbo ha generado una ambivalencia hacia la maternidad, contribuyendo a la crisis de fertilidad.
No obstante, la crisis no se limita a la maternidad. Es probable que también exista una «dialéctica de la paternidad» y una «dialéctica de la parentalidad» que se han visto afectadas. Muchos millennials consideran que la cuestión de los hijos recae exclusivamente en las mujeres, con parejas masculinas que optan por mantenerse al margen en aras de la autonomía individual. Esto revela una ruptura más profunda en las relaciones entre hombres y mujeres.
Berg y Wiseman también exploran el antinatalismo, mostrando que es fundamentalmente antihumano. Aunque sus términos son post-cristianos, irónicamente están en deuda con el cristianismo, al describir el cambio climático como «castigo por nuestros pecados colectivos».
Según Lyman, a pesar de sus defectos, el libro What Are Children For? de Berg y Wiseman es un esfuerzo vital para convencer a los millennials de la bondad de tener hijos. Si logra que incluso una sola persona ambivalente dé el paso hacia la procreación, el valor de esa nueva vida justifica infinitamente los esfuerzos de las autoras.