(Aica/InfoCatólica) Una semana antes de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos, que se celebrarán en París del 26 de julio al 11 de agosto, monseñor Laurent Ulrich presidió la Eucaristía, denominada «Misa de la paz», en presencia del nuncio apostólico en Francia, monseñor Celestino Migliore, y de varios otros obispos, entre ellos monseñor Emmanuel Gobillard, diocesano de Digne y delegado de la Santa Sede para los Juegos Olímpicos y Paralímpicos. También estuvieron presentes el presidente del COI, Thomas Bach, la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, y varios ministros del gabinete nacional, entre ellos el de Cultura, Rachida Dati y la de Deportes, Amélie Oudéa-Castéra.
El Papa pide respeto a la tregua olímpica
Monseñor Ulrich leyó, al inicio de la misa, el mensaje enviado por el Papa Francisco para la ocasión, habiendo querido el Santo Padre unirse en la oración a las intenciones de esa misa ceremonia. El Papa dio su bendición a los participantes y a todos los parisinos, y los llamó a dar testimonio de su fe durante estos Juegos.
«Sé, de hecho, que las comunidades cristianas se están preparando para abrir ampliamente las puertas de sus iglesias, de sus escuelas, de sus hogares. Que, sobre todo, abran las puertas de sus corazones dando testimonio -mediante la gratuidad y la generosidad de su acogida a todos, de Cristo, que los habita y que les comunica su alegría».
Francisco también dijo, en su mensaje, que aprecia mucho «que no se hayan olvidado de las personas más vulnerables, en particular de aquellas que se encuentran en situaciones muy precarias, y que se les facilite el acceso a la celebración» . Y destacó que los Juegos Olímpicos son una oportunidad para una mayor comunión, en primer lugar para los franceses: «Espero que la organización de estos Juegos sea para todo el pueblo de Francia una gran oportunidad de armonía fraterna que permita, más allá de las diferencias y oposiciones, fortalecer la unidad de la Nación».
En relación con ello, desde hace dos semanas, Francia vive una situación política complicada por la falta de mayoría en la Asamblea Nacional, donde los diversos partidos luchan por construir una coalición para formar gobierno.
El deporte, un lenguaje universal
El Santo Padre recordó que los Juegos Olímpicos siempre han sido, ante todo, un momento de intercambio más amplio entre todos los pueblos: «El deporte es un lenguaje universal que trasciende fronteras, lenguas, razas, nacionalidades y religiones. Tiene la capacidad de unir a los pueblos, de promover el diálogo y la acogida recíproca; estimula la superación personal, entrena el espíritu de sacrificio, promueve la lealtad en las relaciones interpersonales; nos invita a reconocer nuestros propios límites y el valor de los demás».
«Los Juegos Olímpicos, si realmente siguen siendo 'juegos', pueden ser, por tanto, un lugar excepcional para el encuentro de las personas, incluso las más hostiles entre sí. Los cinco anillos entrelazados representan ese espíritu de fraternidad que debe caracterizar la cita olímpica», expresó.
El Papa Francisco finalizó su mensaje llamando a respetar la tregua olímpica: «En este período turbulento en el que la paz mundial está seriamente amenazada, espero fervientemente que todos estén dispuestos a respetar esta tregua, con la esperanza de una resolución de los conflictos y un retorno a la armonía».
«¡Que Dios tenga misericordia de nosotros!» -exclamó nuevamente, pidiendo al Señor «que ilumine la conciencia de los que están en el poder sobre las graves responsabilidades que les incumben, y que conceda éxito a los pacificadores en sus esfuerzos y que los bendiga».
Deseo de paz en medio de los conflictos
Por su parte, después de leer el Evangelio de las Bienaventuranzas, el arzobispo de París pronunció la homilía destacando la «inversión de valores» realizada por Jesús en este episodio. «Sí, bienaventurada esta sabiduría, que también preside el espíritu olímpico y habita en nuestro corazón, en este momento en que lo dirigimos al Señor, para darle gracias e implorarle en favor de nuestro mundo».
Monseñor Ulrich evocó luego el espíritu inicial de los Juegos Olímpicos, tal como los idearon Pierre de Coubertin y el padre Henri Didon, como vectores de paz y de fraternidad: «Se trataba -dijo- de desarrollar contactos, relaciones entre los jóvenes de las naciones participantes en estos juegos, para promover el espíritu mismo de paz. Y, si los Estados rara vez respetan la tregua, los Juegos Olímpicos aún pueden promover un deseo de paz a través del encuentro».
«Lamentablemente, agregó, las guerras en curso no cesan durante los Juegos, pero el deseo de paz se difunde a través de los encuentros que se celebran, para permitir que en estos acontecimientos deportivos reine la armonía», manifestó. .
«La competencia vivida con este espíritu, con honestidad y buena voluntad mutua, puede dar ejemplo y, en cierto modo, envidia», añadió. «La resolución de conflictos requiere de palabras, pero el deseo de lograrlo requiere gestos, símbolos y ejercicios que preparen para ello».
Monseñor Ulrich también quiso agradecer a la asociación Holy Games, una iniciativa de la Iglesia católica para los Juegos Olímpicos, cuyos miembros estuvieron presentes en la misa, reconocibles por sus camisetas amarillas flanqueadas por el lema «Por tu victoria, grande es Su brillo».
Liberación de palomas al final de la misa
Al salir hacia la plaza frente a la iglesia de La Madeleine, acompañados por los cantos del coro infantil de la Academia Musical de Liesse, las autoridades públicas presentes en la misa cargaron una gran cesta de mimbre, que contenía palomas.
Luego, quitaron la tapa para dejar volar a las aves blancas, en señal de paz, entre los aplausos de la concurrencia.