(CNA/InfoCatólica) El día de ayer se celebró la fiesta de un dinámico y entusiasta laico católico caribeño que fue beatificado por el Papa Juan Pablo II en 2001.
Desde la infancia Carlos Manuel «Charlie» Rodríguez rebosaba don y celo por comunicar el enorme valor y vitalidad de la fe católica.
«Vivía según la máxima 'el celo de tu casa me ha carcomido'», recuerda el renombrado endocrinólogo puertorriqueño Dr. Francisco Aguiló, quien fue uno de los jóvenes indeleblemente impactados por el apostolado de Charlie en el campus principal de la Universidad de Puerto Rico (UPR) en Río Piedras en la década de 1950 y principios de 1960.
«Así insistió siempre en que debía sentir el cristiano por su Iglesia, entendida como el cuerpo místico de Cristo, así como por la Liturgia, la vida de la Iglesia», añadió Aguiló en su libro de 1994 titulado «¿Un santo puertorriqueño?» («¿Un santo puertorriqueño?»).
Aguiló, junto con su esposa, la catedrática de Química de la UPR Carmen Delia «Delí» Santana, fueron ambos artífices de los esfuerzos que condujeron a la causa de canonización de Charlie. En su libro, Aguiló relata la corta pero fructífera vida de Charlie, incluidos el «calvario» y la «noche oscura del alma» que sufrió antes de morir en «olor de santidad» de cáncer en 1963 a los 44 años.
La colitis crónica que asoló a Charlie durante la mayor parte de su vida y que le impidió completar sus estudios en la UPR no le impidió alcanzar notables cotas intelectuales ni, lo que es más importante, compartir con los demás su atractiva experiencia y su conocimiento de la fe.
«Nunca lo vimos tan abiertamente feliz como cuando se refirió al salmo: 'Nuestra boca se llenó de risa y nuestra lengua de júbilo', e inmediatamente describía el sentimiento del israelita con el corazón y los labios llenos de alegría al acercarse a Sión», testificarían más tarde los miembros del Círculo Carlos M. Rodríguez (sus antiguos discípulos), liderados por Aguiló, en el proceso previo a su beatificación en 2001. «Y nos hablaba de la mayor alegría de quien, habiendo sembrado en lágrimas, se contentaba con recoger su cosecha en la Jerusalén celestial».
Tenía fama de ser un lector voraz. Aprovechando al máximo su capacidad innata y su extraordinaria memoria, se convirtió en un intelectual católico autodidacta por derecho propio. Su pensamiento estuvo profundamente influido por los escritos de santos y luminarias como Santa Teresa y San Juan de la Cruz, San Carlos de Foucauld, el cardenal John Henry Newman, G.K. Chesterton y Santa Edith Stein.
Impacto de su enseñanza
Charlie centró su labor catequética no en cuestiones apologéticas, sino en comunicar a los demás la eficacia personal y colectiva de la vida litúrgica de la Iglesia. Su preocupación primordial era estimular la plena comprensión y participación de los laicos en el santo sacrificio de la Misa y en todos los acontecimientos y la espiritualidad que tienen lugar en la vida de la Iglesia a lo largo del año litúrgico.
Charlie promovía intensamente la Vigilia Pascual como momento definitorio de la vida espiritual cristiana. Destacó el triunfo definitivo de Jesucristo en la redención de los seres humanos y del mundo, manifestado por la muerte sacrificial de Jesús y su resurrección de entre los muertos.
El padre Oscar Rivera, abad del Monasterio de San Antonio en Humacao, Puerto Rico, quien sirvió como consejero del Círculo Carlos M. Rodríguez, señala que la espiritualidad centrada en Cristo y en la Pascua que caracterizaba a Charlie y a sus estudiantes era en ese momento «única en gran parte de la Iglesia, no sólo en Puerto Rico, sino en el mundo entero».
Apostolado universitario
Los años más impactantes, en la década de 1950 y principios de 1960, del apostolado laico de Charlie tuvieron lugar en la Universidad de Puerto Rico, donde su hermano Pepe y su hermana Haydee trabajaban como profesores.
Durante la mayor parte de este tiempo, Charlie trabajaba como oficinista en la Estación Experimental Agrícola de la UPR. Junto con un puñado de profesores y estudiantes, Charlie se reunió con el padre Antonio Quevedo para discutir la necesidad de revitalizar el Centro Universitario Católico del campus.
Con el pleno apoyo del padre Quevedo, Charlie tomó la iniciativa de organizar el Círculo de Cultura Cristiana en el Centro Universitario Católico. En su declaración de propósitos, el Círculo, cuyo objetivo era ayudar a sus miembros a convertirse en auténticos intelectuales católicos apostólicos, afirmaba: «Necesitamos católicos que vivan el presente, que estén despiertos al momento actual y que al mismo tiempo sepan aprovechar todo lo bueno del presente sin caer en el modernismo. Católicos que se nutran tanto del pasado como del presente, pero con la mirada puesta en el futuro... Católicos que sepan aprovechar el tiempo presente, y que sepan que el desarrollo último y más trascendente se les ha manifestado a través de los sacramentos».
Comunicación de la vida cristiana
A través de la organización de grupos de discusión y estudio, unidos a jornadas de reflexión, actividad social y la publicación prácticamente en solitario de materiales como la revista Cultura Cristiana, durante más de una década de labor apostólica en el Centro Universitario Católico de la UPR Charlie se dedicó a comunicar -tanto a estudiantes como a profesores- la vitalidad, coherencia y actualidad de la fe.
Más de media docena de vocaciones religiosas fueron fruto de su labor, entre ellas las de su hermano Pepe y su hermana Haydee.
Aprobación del milagro
Tras un intenso proceso de investigación tanto en San Juan como en Roma, en 1997 el Papa Juan Pablo II declaró «Venerable» a Carlos Manuel. Este título fue el resultado de haber confirmado que había vivido de manera heroica todas las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), así como las cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza).
En noviembre de 1999, las autoridades médicas de San Juan y del Vaticano confirmaron que en 1981 -siete años antes de que se iniciara la causa de canonización de Carlos Manuel- Delí, a quien se le había diagnosticado un linfoma maligno, se había curado repentina y completamente, y que, a falta de una razón médicamente fundamentada para la curación, la única explicación que quedaba era la súplica de intercesión de Charlie por parte de Aguiló.
Su futura canonización como santo de pleno derecho espera ahora la certificación de un segundo milagro.
El ejemplo de la beatificación de Charlie ha contribuido a estimular posteriormente las causas de santidad de otros laicos y religiosos ejemplares en todo el mundo. La beatificación de este humilde y simpático apóstol laico contemporáneo es, sin duda, una merecida distinción para Puerto Rico y una fuente de inspiración para los católicos de todo el mundo.