(UCANews/InfoCatólica) Se ha escrito mucho sobre la joven holandesa Etty Hillesum; cuyos diarios se encuentran integrados en un libro llamado An Interrupted Life. Su vida y ejemplo se han transformado en un gran ejemplo a seguir para quienes buscan a Dios en estos días de nuestro tiempo.
Esther Hillesum nació el 15 de enero de 1914 en los Países Bajos. Su padre Louis era un académico. Etty recibió su amor por los libros y el aprendizaje de su padre; su madre era rusa, una mujer llamada Rebecca. Los dos hermanos de Etty eran talentosos e inteligentes. Todos ellos eran judíos no practicantes.
Según su testimonio, su vida durante ese tiempo, mientras residía y estudiaba en Ámsterdam, era de inmoralidad, inestabilidad y búsqueda profunda.
Una influencia duradera y significativa en ese momento para ella fue el psicólogo Julius Spier. Gracias a él logró encontrarse a sí misma y, en última instancia, a Dios. De hecho, fue él quien la guio hacia las Escrituras y a la oración.
En 1940 la Alemania nazi invadió los Países Bajos y así comenzó la aceleración de la persecución sistemática de los judíos en ese país.
Inicialmente, Etty no participó, pero cuando transportaron a su familia al campo de Westerbork, decidió unirse a ellos. Murió en Auschwitz en 1943, a la edad de 29 años.
En una época marcada por la desesperación, Etty Hillesum emergió como un faro de esperanza a través de su profunda vida espiritual. Según relata su historia, Etty dedicó cuatro años a una vida consciente en comunión con Dios, hablándole y, como resultado, percibiéndolo en todo y en todos, tanto en lo bueno como en lo malo que la rodeaba.
La madre Hilda Scott, afirmó sobre ella en una publicación: «Ella decía que su oración era el descanso que uno toma entre dos respiraciones profundas».
Esta cercanía con lo divino iluminó su mente y corazón, permitiéndole ver a sí misma, a los demás y a la vida de una manera transformadora. Etty llegó a la conclusión de que cada persona debería mirar hacia dentro y deshacer en sí misma lo que creemos que deberíamos destruir en otros.
«En su vida espiritual hubo un rechazo total al odio. Ella siempre pensó bien de cada persona, incluidos sus opresores», menciona la madre Hilda. Para Etty, cada átomo de odio sembrado en el mundo contribuía a hacerlo más inhóspito. Creía fervientemente que la oración tenía el poder de revelar dónde se sembraban estas semillas de odio, llevándonos al núcleo más íntimo de nuestro ser, donde reside Dios.
«La oración también hará eso por nosotros. Nos mostrará dónde estamos sembrando semillas de odio; nos llevará a lo más íntimo de nosotros mismos, donde vive Dios, y nosotros también veremos cosas que nunca habíamos visto», continúa la religiosa.
Etty Hillesum abrazó una vida interior auténtica y protectora, guiada por su profunda fe en el amor duradero de Dios. Dejó un legado de vivir en paz, resistiendo las adversidades y manteniendo la dignidad de los demás incluso en momentos de dificultad.
Finalmente, la madre Hilda hizo la invitación a que, como Etty, «podamos considerar las formas en que podemos proteger la morada de Dios dentro de nosotros mismos».
Su historia resuena hoy más que nunca, invitándonos a reflexionar sobre cómo podemos preservar la esencia divina en nuestro interior y seguir su ejemplo de amor y compasión incondicional hacia todos.