(CNAd/InfoCatólica) Zoraya ter Beek murió por eutanasia el 22 de mayo. A pesar de estar físicamente sana, la mujer de Oldenzaal, localidad cercana a la frontera alemana, decidió poner fin a su vida por problemas de salud mental.
Sólo unos días antes de su muerte, ter Beek declaró a The Guardian: «La gente cree que cuando uno está mentalmente enfermo no puede pensar con claridad, lo cual es insultante».
Diagnosticada con depresión, ansiedad, traumas y otros problemas, se le aprobó la muerte por suicidio asistido por «sufrimiento insoportable sin perspectivas de mejora», según el Código de Eutanasia oficial holandés.
Cabe preguntarse qué tipo de profesionales de la psiquiatría y la psicología hay en el país europeo para que se dé por perdido un caso así.
Después de su último tratamiento en agosto de 2020, su psiquiatra le comunicó que no había más procedimientos que pudieran ayudarla. «No hay nada más que podamos hacer por ti. Nunca va a mejorar».
La incidencia de suicidios relacionados con enfermedades mentales ha ido en aumento en los Países Bajos. En 2010, solo se registraron dos casos de suicidio asistido vinculado al sufrimiento psiquiátrico, cifra que ascendió a 138 en 2023.
Si su solicitud no hubiera sido aprobada, Ter Beek tenía un plan alternativo: usar un kit de suicidio adquirido de Exit International, una organización que aboga por la legalización de la eutanasia voluntaria.