(Fides/InfoCatólica) En la República Centroafricana, los cristianos constituyen entre el 75% y el 85% de la población, lo que convierte al país en una de las naciones africanas con mayor presencia cristiana. Dentro de este grupo, los católicos representan el 40%, una comunidad que se desarrolló significativamente gracias a la labor de los misioneros de la Congregación del Espíritu Santo, quienes llegaron en 1894. Actualmente, el país cuenta con nueve diócesis católicas y una población de 5,5 millones de habitantes.
El país sufrió una intensa guerra civil tras el derrocamiento del presidente François Bozizé en marzo de 2013. Aunque las facciones enfrentadas (las milicias antibalaka, mayoritariamente cristianas, y los grupos pro islámicos de la disuelta coalición Seleka) aparentaban luchar por motivos religiosos, el conflicto se centraba en razones económicas y en el control de la tierra y los recursos.
En los últimos años, la seguridad ha mejorado significativamente, pero la década de enfrentamientos ha dejado al país con numerosos problemas por resolver.
«Por fin podemos decir que la situación en nuestro país ha mejorado definitivamente», informa el Cardenal Dieudonnè Nzapalainga, Arzobispo de Bangui, en conversación con la Agencia Fides. «El indicio más claro -continúa el cardenal, que también pertenece a la Congregación del Espíritu Santo- nos viene del hecho de que durante el peor período del conflicto, aproximadamente el 95% del territorio estaba controlado por los rebeldes; ahora es exactamente lo contrario. El movimiento dentro del país es posible y yo mismo puedo ir hasta algunas zonas a las que hasta hace poco era absolutamente impensable llegar. Se han reanudado las actividades comerciales, el trabajo en el campo y en todos los demás ámbitos. Las escuelas están siempre abiertas y tanto los alumnos como los profesores pueden llegar a ellas sin ningún peligro».
A pesar de estos datos reconfortantes, los efectos del conflicto se dejan sentir con fuerza a todos los niveles. «En mi opinión», informa el arzobispo de Bangui, «el problema más grave se refiere a la educación. Las escuelas funcionan ahora todo el tiempo y no solo algunos meses al año; se puede acceder a ellas sin peligro, pero los años de bloqueo del sistema escolar que se han acumulado están pasando factura. El nivel educativo tanto de los alumnos como de los profesores es bastante deficiente. En algunos casos, los profesores son poco más que funcionarios que carecen de la vocación necesaria. Y muchos padres optan por enviar a sus hijos a trabajar en vez de a la escuela, tanto porque hay que pagar impuestos como porque la escuela no garantiza una buena educación. El estado de las infraestructuras también es grave: las carreteras, por ejemplo, son un desastre en algunas zonas y algunos tramos tardan semanas en completarse».
Pacificación gracias a los rusos
La República Centroafricana es uno de los primeros países del continente donde ha surgido una presencia rusa que, con el tiempo, se ha vuelto cada vez más significativa. Entre asesores militares, tropas del ejército y, sobre todo, milicias Wagner, la influencia rusa en territorio centroafricano es claramente visible.
«Los rusos - explica el cardenal Nzapalainga-, han sido llamados para garantizar la seguridad, y hay que decir que desde que están aquí, la seguridad ha aumentado. Es evidente que no están aquí por filantropía; aprovechan para controlar las minas de oro, los diamantes y explotar nuestros recursos. Han tomado el relevo de los rebeldes en el control de los lugares más estratégicos, también porque eran los únicos que podían llegar a los lugares más remotos y enfrentarse a las milicias antigubernamentales para expulsarlas. A los rebeldes les aterrorizaba Wagner. Desde que el gobierno dejó entrar a los rusos, la violencia ha disminuido drásticamente».
Francia ausente
Mientras los rusos llegan por un lado, los europeos, especialmente los franceses, se van por otro. Las relaciones con París han experimentado un fuerte declive desde que Moscú puso un pie en Centroáfrica. Solo recientemente se han reanudado las relaciones con la Francia de Emmanuel Macron.
«París», informa el cardenal centroafricano, «había decidido básicamente romper las relaciones financieras y políticas. Luego, a mediados de abril, el presidente Faustin-Archange Touadéra fue invitado al Elíseo y aprovechó la ocasión para relanzar las relaciones entre ambos países. El encuentro no fue casual, ya que se produjo tras la última modificación de la Constitución centroafricana, que le autoriza a presentarse a un tercer mandato en 2025. El Presidente quiso así reabrir el diálogo con Francia y Macron relanzar la presencia francesa en el país».
Los representantes de la Iglesia local se opusieron a la enmienda de la Constitución. Con la enmienda introducida por referéndum en julio de 2023, Touadéra puede garantizarse la presidencia de por vida. «Las relaciones entre la Iglesia y el Estado han cambiado desde que nos opusimos a la enmienda constitucional», informa el cardenal Nzapalainga. «Los católicos», añade, «no somos una fuerza política de oposición, pero sentimos la urgencia de ser una voz profética que intenta decir lo que otros no pueden. Debemos llamar a todos a respetar la palabra dada e invitar a compartir los bienes según una justicia social: hay una pequeña élite que intenta acaparar todos los bienes y un pueblo que sufre en la pobreza. La Iglesia habla en defensa del pueblo».
Según las últimas estimaciones, hay unos 500.000 desplazados internos, cerca del 10% de la población, además de muchos otros que abandonaron el país durante la guerra. Mientras tanto, de ser una nación «exportadora» de refugiados, Centroáfrica se ha convertido en los últimos meses en un lugar de desembarco desesperado para muchos desplazados que huyen de la terrible guerra en el vecino Sudán. Unos 30.000 refugiados sudaneses han entrado en África Central, según el Centro Africano de Estudios Estratégicos.
«Nuestros refugiados internos y externos están regresando», explica el cardenal Nzapalainga, «pero el problema es que encuentran sus casas destruidas u ocupadas por otros». La plataforma de líderes religiosos está trabajando arduamente en esta emergencia, y ha pedido a los ocupantes que dejen las casas a sus legítimos propietarios. Es un problema muy grave que crea dolor y tensión».
«La guerra en Sudán -añade el cardenal- es una verdadera emergencia que crea problemas en toda la zona. Están llegando muchos, pero nos resulta muy complicado llegar hasta ellos porque están asentados en zonas remotas a las que es casi imposible acceder. Por desgracia, sólo recibimos unos pocos aviones y la ayuda que llega a los sudaneses es muy escasa. La comunidad eclesial de Birao, en el norte del país y en la frontera entre Sudán y Chad, trabaja a través de Cáritas. También está el trabajo diario que hacemos a través de la Iglesia local para instar a todos a que ayuden como puedan. Además, está la acción que la Iglesia lleva a cabo pidiendo apoyo en el extranjero para la dramática situación, llamando a los cristianos de todo el mundo a compartir y enviar ayuda».