(CNA/InfoCatólica) En el contexto de la reciente noticia de la muerte de Ana Estrada, la primera persona en solicitar y recibir la eutanasia en Perú, existe una historia que hace mucho contraste sobre la atención a los moribundos en el país: la de un nuevo hospital católico en las afueras de Lima que ofrece cuidados paliativos, que extiende el amor de Cristo a las personas en extrema pobreza que se encuentran en la fase final de su vida.
El inicio del Hospital Misky María
En 2021, el padre Omar Sánchez Portillo, sacerdote conocido por su amplia labor caritativa en el distrito de Lurín (sur de Lima) y fundador de la Asociación de las Bienaventuranzas, tuvo el sueño de construir un centro para atender, con la «dulzura de María», a personas en situación de abandono y extrema pobreza que tienen enfermedades terminales. Tras mucho rezar, compartió la idea con un amigo católico y filántropo alemán.
«Lo pensamos, lo meditamos, y siempre presentamos nuestros grandes proyectos tal como empiezan, como un sueño del corazón que ofrecemos a Dios. Ellos son nuestros guías. Entonces, soñamos con esto y presentamos el proyecto inicial, un proyecto pequeño, para atender a 10 personas», dijo Sánchez en entrevista con ACI Prensa, socio informativo de CNA en español.
En una reunión virtual con el Obispo Carlos García, de la Diócesis de Lurín, Perú, Sánchez y el obispo le contaron al filántropo sobre este sueño. El obispo preguntó al obispo por la representación de la Virgen. García respondió que era «Misky María», que en quechua indígena significa «Dulce María».
Más tarde, el benefactor alemán dijo: «Ese va a ser el nombre perfecto para el hospital de cuidados paliativos que le voy a regalar, como obsequio por las bodas de plata [25 años] de la Diócesis de Lurín». El obispo y el sacerdote, sorprendidos, agradecieron y alabaron a Dios.
Así fue como el hospital, con capacidad para 60 enfermos terminales, empezó a ser una realidad. Cuenta con unidad de cuidados intensivos, cuidados paliativos, enfermería, fisioterapia, cocina, capilla y tanatorio. La atención es gratuita y corre a cargo de un equipo multidisciplinar de médicos, enfermeras, voluntarios y sacerdotes.
Las obras comenzaron el 6 de septiembre de 2021 y el complejo se inauguró el 20 de noviembre de 2022. Hasta ahora, en sus instalaciones han tratado a más de 100 pacientes que ya han fallecido. Actualmente, el hospital atiende a 60 personas con diferentes tipos de enfermedades terminales, como cáncer, sida y otras enfermedades degenerativas.
«El espíritu de este trabajo es transmitir la dulzura de María. Siempre digo al personal que trabaja conmigo: 'Imagínense cómo cuidó María a José en sus últimos días, a su marido, San José, en sus últimos días'. Por eso San José es el patrón de la buena muerte, porque le acompañaron María y Jesús. Entonces, imagínense eso y esa es la primera atención que tenemos que darles», explicó Sánchez a ACI Prensa.
La importancia de un enfoque espiritual
Sánchez explicó que, cuando un paciente llega al hospital, el personal le proporciona en primer lugar atención higiénica y médica básica.
«Nuestra primera tarea es servir [al paciente]», dijo. «En ese momento no les hablamos de Dios ni del futuro. Primero les atendemos y notamos cómo abren sus corazones».
Una vez estabilizado el paciente, los voluntarios se sientan para escuchar o hablar, según la capacidad de la persona. Con los que pueden hablar, se establece una conversación gradual sobre la fe. Algunos aceptan este proceso inmediatamente, sobre todo los que han tenido una formación católica previa.
«Luego viene la tercera parte. Se les pregunta si están bautizados. Muchos no lo saben o no lo recuerdan. Para los que no tienen la capacidad de hablar, realizamos lo que la Iglesia permite, conocido como bautismo condicional. Esto garantiza el sacramento en caso de que no estén seguros de haber sido bautizados», continúa Sánchez.
También se administran otros sacramentos. «Nunca se obliga a nadie a recibirlos. A los que no pueden tomar decisiones por sí mismos, como los que están inconscientes, también se les dan los sacramentos. Se considera que, si el alma está abierta a recibirlos, constituye una oportunidad para la salvación y la vida eterna», dijo el sacerdote.
Una caricia de Dios para los pobres
El Hospital Misky María es una de las obras de la Asociación de las Bienaventuranzas, organización fundada por Sánchez. La organización también atiende actualmente a 170 niños, niñas, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos declarados en abandono y con diversas enfermedades y necesidades.
Al referirse al hospital de cuidados paliativos, Sánchez recordó que «una forma que siempre ha tenido la Iglesia de ayudar a mejorar la humanidad es llenando vacíos y atendiendo a los más pobres, abandonados y vulnerables».
También aclaró que la institución benéfica no cobra dinero ni establece condiciones de ningún tipo para acoger a personas en la última etapa de su vida. «Lo contrario cambiaría el sentido absoluto del proyecto que Dios puso en nuestros corazones y que administramos en su nombre», dijo.
No obstante, hizo un llamamiento a la gente para que siga colaborando con las múltiples iniciativas que la asociación lleva a cabo cada año.
«Ahora podéis entender por qué vendemos panettone [pan dulce], por qué tenemos puntos de recogida para recaudar donativos, por qué buscamos padrinos y madrinas, por qué os pedimos ayuda constantemente para alimentos, pañales, etc. Porque sólo así podremos seguir siendo una caricia de Dios para los pobres. Únanse a nosotros, ayúdennos, colaboren para que podamos seguir haciendo mejor este mundo, nuestra sociedad y nuestro país. Que Dios los bendiga», dijo Sánchez.