(Custodia/InfoCatólica) Siete frailes de diversas nacionalidades recibieron el ministerio del diaconado en una ceremonia presidida por el cardenal Pierbattista Pizzaballa, Patriarca Latino de Jerusalén.
Fray Ananivi Combey Adamah y fray Joseph Médéou Atakora (Togo), fray Juan David Rodríguez (Colombia), fray Rito José Mendoza (Venezuela), fray Antonio Tkalac (Croacia), fray Langba Zounga Saturnin (República Centroafricana) y fray Noor Amash Tamas (Irak), recibieron el ministerio del diaconado mediante la imposición de manos de S.E. el cardenal Pierbattista Pizzaballa, Patriarca Latino de Jerusalén, que presidió la celebración eucarística.
La santa misa fue concelebrada por fray Francesco Patton, Custodio de Tierra Santa, fray Alojzy Sławomir Warot, Visitador General de la Custodia, y fray Milan Krištov, Ministro de la provincia franciscana de los santos Cirilo y Metodio de Zagreb, junto con numerosos sacerdotes franciscanos procedentes de varias comunidades de Tierra Santa. Se hallaban presentes también muchos religiosos y religiosas de Jerusalén y cristianos locales (la celebración fue retransmitida en directo a través del canal YouTube del Christian Media Center).
La Pascua del Señor, experiencia real
«Hoy la Iglesia, cada vez más y antes que cualquier otra estrategia pastoral, necesita dar testimonio de la Pascua –afirmó el cardenal Pizzaballa en su comentario al Evangelio, dirigiéndose a los nuevos diáconos–. Es decir, dar testimonio de que el amor de Dios, manifestado en Jesús con su muerte y resurrección, no es una quimera, no es una idea, un relato, un fantasma, sino una experiencia real que puede alcanzar a todos».
Durante la liturgia de ordenación diaconal los frailes se postraron ante el altar pidiendo la intercesión de todos los santos, invocada con el canto de las letanías.
La Palabra de Dios, alimento para vuestro ministerio
Más tarde, el cardenal impuso las manos sobre los frailes y tras la oración de consagración les entregó el Evangelio, con la misión y el deber de anunciarlo al mundo. «Vuestro servicio de diáconos –dijo el Patriarca– incluye no solo el servicio en la mesa eucarística, sino también el servicio en la proclamación de la Palabra de Dios. De ahora en adelante, la familiaridad con la Palabra de Dios deberá ser una constante en vuestro ministerio ordenado: es Palabra de vida y gradualmente irá dando forma a vuestro ministerio. Nutrirá a vuestros oyentes tanto como os alimentará a vosotros, y no de otra manera».
Para terminar, tomó la palabra en nombre de los siete nuevos diáconos fray Noor, que empezó alabando y dando gracias a Dios «por el gran don de la gracia de servir a Su santo altar, al servicio de los sacramentos de los que obtenemos la plenitud del amor de la vida». Luego, extendió su agradecimiento a las familias, las presentes y las lejanas, al Patriarca, al Custodio de Tierra Santa y a todos los que los guiaron y ayudaron en su camino hacia el diaconado.
Seguid siendo servidores
El Custodio de Tierra Santa, fray Patton, recordó a los diáconos la importancia de ser y seguir siendo servidores, con humildad y obediencia: «Bajo la casulla –subrayó el Custodio– también el cardenal conserva la «túnica» de diácono: esto significa que nunca se deja de usar el delantal del servicio. En la realidad «secular» existe la carrera, y la carrera tiene una serie de escalones que hay que subir para llegar a la cima. En cambio, en el ministerio del sacerdocio los escalones son para aprender a bajar, para hacerse humildes, porque primero debemos seguir a Cristo, que se hizo siervo, se despojó de sí mismo y obedeció hasta la muerte».
El mismo San Francisco –continuó– que era diácono, nunca llegó a ser sacerdote. Poco antes de morir pidió a sus hermanos que le leyeran el pasaje del lavatorio de los pies, con el que se sentía muy vinculado. Y cuando explica a los frailes la manera de entablar relaciones mutuas, dice que los frailes «deben lavarse los pies unos a otros». Lavar los pies, la idea del servicio es la principal, que se inspira en Cristo y debe seguir siendo central también en vuestra vida».