(LaNef/InfoCatólica) En el artículo, Grégor Puppinck aborda el tema del aborto en Francia desde una perspectiva histórica e ideológica, destacando su inserción en el marco del feminismo y la influencia de corrientes como el neomalthusianismo y la francmasonería en su legalización.
El autor argumenta que la visión del aborto como una conquista feminista es ciertamente cuestionable, ya que el movimiento original de La maternité heureuse fue eclipsado por corrientes más orientadas hacia la legalización del aborto, en especial el grupo Littré liderado por el Dr. Pierre Simon. Esta apropiación del movimiento original provocó disensiones internas, con la fundadora Marie-Andrée Weill-Hallé, siendo una detractora del aborto.
Puppinck señala que la ideología predominante en la legalización del aborto en Francia, impulsada por la Federación Internacional de Planificación Familiar, concibe el aborto como una expresión de la voluntad individual sobre la vida, en detrimento de la visión original del feminismo centrada en la maternidad.
Destaca la significancia simbólica de la inclusión del aborto en la Constitución, argumentando que esto refleja una adhesión a una visión materialista y voluntarista del ser humano, donde la libertad individual prevalece sobre la vida humana.
«Una Constitución define a un pueblo, contiene y expresa su identidad y sus valores. Las leyes fundamentales del Reino de Francia reconocían al catolicismo como religión oficial. Al declararse laica, la República adoptó un componente esencial del pensamiento francmasón. Ahora ha ido más allá al declarar el «derecho a abortar».»
El autor critica la falta de debate abierto sobre el tema del aborto, señalando que cualquier cuestionamiento es socialmente tabú, lo que refuerza la narrativa hegemónica sobre este asunto:
«Para el pueblo profano, el recurso masivo al aborto tiene el efecto de obligarlo a creer que el ser humano no tiene alma, sino que es solo un cuerpo dotado gradualmente de facultades intelectuales, porque si el niño por nacer está animado, entonces seríamos asesinos. Por lo tanto, se vuelve insoportable mirar al feto y ver en él nuestra humanidad. El silencio y la negación se imponen. Consagrar el aborto como una libertad, y la libertad de abortar como un valor de la República implica la adhesión a una antropología tan específica que su inclusión en la Constitución equivale a convertirla en una creencia oficial de la República, un sustituto de la religión estatal».
El activisa provida francés recuerda el apoyo de Macron a la masonería como iglesia de la República
«Es un nuevo paso en la afirmación pública de la francmasonería como Iglesia de la República, como lo afirmó el Sr. Macron ante el Gran Oriente de Francia el 9 de noviembre de 2023. También rindió homenaje en esa ocasión al Gran Maestro y Doctor Pierre Simon, principal artífice de la liberalización de la anticoncepción y el aborto en Francia».
Y esa religión tiene sus dogmas y su castigo para el que los niegue:
«El aborto es una trampa del diablo para destruir vidas inocentes, herir la maternidad, encerrar a las mujeres en la culpa y condenar a la sociedad al materialismo y, por lo tanto, al ateísmo, todo bajo el pretexto de una falsa libertad y mediante el poder de los instintos sexuales. Esta trampa está ahora revestida del prestigio de la Constitución, y como tal, se convierte en un dogma que casi no se puede cuestionar, so pena de excomunión social o incluso de procesamiento penal».
Además, Puppinck aborda la responsabilidad de la Iglesia Católica en esta problemática, cuestionando su postura y acción frente al avance del aborto en la sociedad francesa.
«¿Cómo ha caído tan bajo Francia para que menos del 10 % de los parlamentarios se opongan a esta constitucionalización? ¿Dudamos de la justicia de la causa de la defensa de la vida humana, de la humanidad del conceptus? ¿Fuimos lo suficientemente valientes? ¿Realmente luchamos o solo fingimos? ¿Creemos realmente en la existencia del alma?»
Destaca la necesidad de un enfoque basado en la realidad y la caridad, proponiendo un mayor compromiso de la Iglesia en apoyar a mujeres embarazadas y a aquellas que han pasado por un aborto, así como en educar sobre la dignidad y el valor de la vida humana desde la concepción.
«¿Tenemos compasión real por las mujeres embarazadas? ¿Nuestra falta de valentía también fue una falta de caridad? Nuestro silencio fue culpable, nuestra cobardía también, a menudo consistiendo en resignarnos o usar grandes palabras, conceptos abstractos, como «dignidad» y «drama», para satisfacernos teóricamente, pero sin efecto en la realidad».
Finalmente, el autor aboga por un cambio en el enfoque político y social hacia el aborto, promoviendo testimonios directos de mujeres que han sufrido las consecuencias negativas del aborto como una forma de desafiar la narrativa predominante y fomentar una mayor comprensión y empatía hacia el valor de la vida humana:
«Políticamente, este regreso a la caridad y a la realidad puede tomar la forma del testimonio directo de mujeres cuyo aborto no fue una libertad, sino una coerción y una fuente de sufrimiento. El testimonio directo de estas mujeres es la forma más poderosa de salir de la ideología, de tocar los corazones y dar cabida a la caridad. La constitucionalización del aborto es una derrota en el plano de las ideas; pero todavía nos queda todo el campo de la experiencia humana. Debemos volver a subir la colina desde abajo, desde la realidad; una realidad dolorosa que nadie quiere ver ni curar. Esta realidad dolorosa, experimentada por tantas mujeres, acumulada y encerrada en el silencio, es una bomba. Si logramos romper este silencio, hacer estallar este tabú, entonces esta bomba podría explotar y modificar profundamente la visión de la sociedad sobre el valor de la vida y la fragilidad de la mujer que la lleva y la transmite».